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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Primer encuentro con Q.
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Verano, época de calor en México. La temporada preferida por los “Spring Breakers”, he de decir que aunque disfruto mucho viendo a las estadounidenses en paños menores, su ambientillo de “Party all day” nomás no va conmigo. Estaba en playa Mamitas, uno de los puntos de referencia en esta pequeña ciudad en la que vivo. Fernando, mi amigo quien recién regresaba de Islandia, se había retrasado llegando del aeropuerto, por lo que ya llevaba más de cuarenta minutos esperándolo y como buen amigo le compré unas cervezas, aunque no iba a dejar que se calentasen, por lo que ya iba por mi cuarta botella. Esperé y esperé, hasta que casi una hora y media después, le envíe un texto diciéndole que se fuera a su hotel, que lo vería mañana. No tuvo más remedio que aceptar mi propuesta. Termine la última cerveza y emprendí el camino de vuelta.

Lo horrible de mi situación es que, con tal de verlo recién llegado de su viaje, cancelé cualquier otro plan, así que ahí estaba yo. Solo, un poco alcoholizado y sin planes, vagando por la playa. Decidí simplemente ir a por más cervezas y sentarme cerca de donde estaba antes para deleitarme con el espectáculo protagonizado por las norteamericanas y sus altos niveles de alcohol.

Fue entonces cuando la vi, recostada en un camastro del club de playa, una MUJER en toda la extensión de la palabra. Quizá un poco mayor que yo, pero tenía unas piernas perfectas que podían ser fácilmente un par de piezas talladas en mármol por algún artista hispano. Un cuerpo que, sin llegar a saber su edad, para una mujer como ella, estaba excelentemente bien.

Olvidé por completo a las alcoholizadas yanquis y me concentré en esa reina que dios sabría de donde había venido. Primero decidí no acercarme y solo contemplarla. A pesar de que había muchos pares de ojos sobre ella, enseguida se percató que yo la miraba fijamente, ella soltó una carcajada muda y yo solo desvíe la mirada cuando ella me cruzó con la suya. Después de cerciorarme que ya no me veía, volví a clavarle la mirada a ese escotado bikini que, aunque desamarrado para no tener líneas de bronceado, guardaba unos jugosos pechos.

Ella solo se concentraba en su libro, cuando sin vacilaciones volvió a mirarme y esta vez no tuve tiempo de desviar mi rostro. Nuestras miradas se cruzaron y el último sorbo de cerveza fue el que me dio alientos para acercarme y hablarle a esa belleza. Yo solo pensaba que tenía que ser mía; y a decir verdad, pensaba más con la entrepierna que con la cabeza. Ella notó que me acercaba y soltó su libro.

―No eres mi tipo ―soltó ella cuando ni bien había llegado a donde estaba.

―Pero tu si eres el mío. Solo me gustaría invitarte algo de beber y quizá recomendarte un mejor lugar para disfrutar de la lectura sin todo el barullo de las yanquis.

―¿Y qué lugar seria este? ―Preguntó.

―Mi departamento, claro,  No vivo a orillas de la playa, pero estoy seguro que podrás asolearte igual de bien junto a la piscina, además de que podrás quitarte todo para broncearte bien.

Ni bien terminé de hablar, ella prosiguió a quitarse el top del bikini y me soltó

―No tengo miedo a que me vean.

Mi polla estaba a punto de estallar con solo haber visto esos pechos tan perfectos. Me imaginé tocándolos y robándole un beso, lo cual me llevo a preguntarme cual sería su reacción si hiciera tal cosa y no iba a quedarme con la duda.

―¿Que pasaría si te robo un beso mientras jugueteo con esas tetazas tuyas?

―Depende, si besas bien y sabes cómo tocarme, puede que te invite a sentarte, si no, bueno creo que ya te imaginas.

Me acerqué para darle un beso, me esforcé por darle el mejor beso que pude. Y toqué y jugué con esos pezones hasta sentirlos como piedras entre mis dedos, lo cual no tardó en suceder. Nuestras lenguas bailaban juntas y parecía que no querían separarse.

Cuando por fin la deje respirar le sonreí... Si no me invitaba a quedarme, al menos le habría robado un beso a la mujer mas buena que había visto.

―Y bien ¿Qué te pareció?

Ella decidió jugar conmigo. Con unas cuantas expresiones suyas y su falta de respuesta, estaba listo para decirle adiós a esa belleza de mujer. Pero finalmente abrió la boca y me dijo

―Creo que te has ganado el derecho de sentarte.

Recorrió un poco sus piernas y me senté en su camastro. Charlamos, bebimos, reímos y nos besamos. Vaya que nos besamos. A estas alturas ella sabía que me dicen A. Y yo descubrí que ella era Q. Cuando me dijo quién era, yo no reaccione visiblemente, pero por dentro estaba completamente sorprendido. Q. La autora de esos relatos que tanto me fascinan. Existían pocas posibilidades de encontrarla, y aun muchas menos de que estuviera yo sentado junto a ella con mi mano sobre sus muslos y recorriéndolos lentamente hasta llegar a su entrepierna.

―Creo que debería insistir en que vayamos a mi departamento. Podríamos ponernos un poco más cómodos sabes.

―¿Ponernos cómodos? A mí lo que me parece es que me quieres follar.

―¿Puedes culparme por tenerte ganas?

―Vayamos, pero veremos hacia donde van las cosas.

Prosiguió a ponerse su bikini y un pareo que se transparentaba y dejaba ver claramente la magnificencia de sus nalgas que, no pude resistir y apreté. Ella volteó a verme y se rió. Nos fuimos de vuelta a mi auto en el cual había mucha música y aunque no hubo mucha platica en el camino, llegamos de buen humor.

―Por favor, siéntate y ponte cómoda. Te voy a servir algo.

No obtuve respuesta, pero note que se quitó el pareo para quedar en bikini y se sentó cruzando sus piernas.

Regresé con una botella de vino y serví un par de copas. Le ofrecí una y me dijo ―Es raro encontrar a alguien que tiene vino en lugar de cerveza.

―Cierto ―Le respondí― La verdad es que la cerveza nunca falta aquí, pero me gusta darme mis pequeños lujos, además de ser una ocasión especial.

Dejé mi copa a un lado, tomé la suya y la quité del camino y me apresuré a besarla. Estaba a punto de cumplir un sueño, iba a follar con la mujer a la cual simplemente había imaginado. La que me la ponía dura con su escritura, ahora me la puso dura con sus manos. Ella me retiró.

―Primero quiero ir a nadar.

―Puedes adelantarte por allá. Yo me cambio y bajo.

―Vale ― dijo ella, mientras veía como salía hacia la alberca.

Me costó trabajo ponerme el traje de baño por la erección tan dura que me había provocado Q. Pero cuando por fin pude vestirme me apresuré hacia la piscina. Ella ya estaba en el agua y yo notaba algo raro. Vi su pareo encima de una silla junto a la piscina y algo me dijo que fuera hasta ahí. Cuando levante la prenda, estaba ahí su bikini completo.

―¿Me has dicho que podría quitarme todo, no?.

No le respondí y simplemente me quité mi bañador. Mi polla queda al aire cual dura estaba. No sé si ella estaba consciente de ello, pero no saldría de esa casa sin haber pasado por mi cama.

Cuando entré a la alberca ella había nadado hasta el otro lado y cuando me acerqué a donde estaba, ella se volvió a mover. Cuando por fin la alcancé, ya no la solté. La tomé por detrás y la arrastré a la parte menos honda, besaba su cuello y sus orejas, sentí en mis manos como sus pezones se ponían duros y ella sintió en sus nalgas como mi polla se ponía más y más dura. La tomé por la cintura y le di la vuelta. Quedamos cara a cara y sin decirle nada tome una de sus piernas y la subí a mi cintura. Y la penetré. Se la metí hasta el fondo de una sola estocada, algo que, según noté en su cara, disfrutó mucho. Comencé a follarla más y más duro. Ella subió su otra pierna y me rodeó con ambas. Me abrazó y sentí sus uñas haciendo pequeños surcos en mi espalda.

Ella gemía y gemía de placer mientras yo la bombeaba con todo lo que tenía. De repente sentí las contracciones sus labios mientras se corría, lo cual provoco que yo me corriera también. Cuando terminamos, no nos dijimos nada, simplemente nos besamos y nuestras lenguas recorrían la boca del otro.

Salimos de la piscina y así, tal cual estábamos, empapados y con más ganas de follar, entramos al departamento. La dirigí hasta el baño para ducharnos. Nos metimos juntos a la regadera y ella tomó mi polla entre sus manos y comenzó a masturbarme. Lo hacía de una manera exquisita. Yo cerré los ojos y simplemente sentí como mi verga se perdía en su boca. Pasaba su lengua por mi glande y al siguiente momento hacia que toda la longitud de mi polla, se perdiera en su boca hasta tocar su garganta. Cuando sentí que me venía ella sacó mi polla de su boca y terminé en sus pechos. Vi mi leche por sus tetas y mi verga reaccionó enseguida. Se puso dura al instante. Nos bañamos y en cuanto salimos de la ducha, la dirigí a la cama, en cuanto su cabeza pegó con la almohada, perdí mi cara dentro de su entrepierna. Mi lengua recorría sus muslos. Lamia, besaba y mordía toda su piel. Cuando llegué a su monte de venus suspire y aspire. El aroma de sus jugos era la gloria, y sentí ganas de comerme toda su vulva. Pero no me apresure, bese y lamí cada centímetro de esos labios hasta que llegue a un rosado, erecto y palpitante clítoris que me invitaba a lamerlo. Le pasé la punta de mi lengua tantas veces que perdí la cuenta, solo podía oír sus gemidos y sentía sus muslos apretando mi cabeza. Le pasé la lengua por los labios y se la introduje, mientras ella me pedía más y jugaba con sus pezones.

Cuando ella terminó me bañó completamente con sus líquidos, los cuales saboreé y me abalancé a besarla. Ella respondió a mi beso y me empujo para dejarme boca arriba sobre la cama.

―Ahora me toca a mí.

Fue todo lo que dijo antes de introducir mi verga erecta y dura a su empapada vagina. Me sentí dentro de ella, incluso mucho más que la primera vez que follamos. Ella movía la cintura como solo una hembra experimentada podía. Y sus tetas. ¡Ay sus tetas! brincaban sin control de arriba a abajo mientras yo intentaba tomar sus pezones en mi boca.

No sé si fueron cuatro o cinco, lo único que sé es que le provoqué varios orgasmos antes de sentir que me corría yo. Cuando terminé exploté completamente dentro de ella y sentí como mi leche y sus jugos se juntaban y escurrían desde dentro de ella hacia mi polla que poco a poco iba perdiendo firmeza.

Me abrazó y nos besamos un rato hasta quedarnos dormidos así, desnudos y acurrucados en mi cama. Desperté por el sonido de la regadera así que me metí al baño sin preguntar. La vi tocar su cuerpo mientras se enjabonaba y me encantó verla así, tan real.

―¿Te apetece algo en especial para cenar? ― Le pregunte.

Ella tardó en responder y simplemente me respondió ― Sorpréndeme.

No voy a profundizar en lo que le preparé para cenar, pero creo que si quedó sorprendida.

―No mencionaste que cocinabas tan bien.

―Bueno, nunca preguntaste a que me dedico.

―¿Eres chef?

―Así es, trabajo como chef de cocina en un hotel.

 Ella ya no respondió y se dedicó a terminar su cena.

Al terminar de cenar me dedique a lavar los platos mientras ella bebía del vino que habíamos dejado hacia horas. Al terminar le acompáñele con una copa y seguimos bebiendo hasta que sentí que mis sentidos se iban perdiendo de a poco. En un momento la levanté del sofá en el que estaba y comencé a besarla. La tomé por la cintura y la subí a la barra de la cocina, donde le quité el pareo, el cual era lo único que traía puesto, y comencé a descender nuevamente desde sus piernas, pasando por sus muslos y llegando hasta sus labios, los cuales besé y mordisqueé gentilmente. Mientras mi lengua recorría su sexo de arriba hacia abajo escuché sus gemidos los cuales me incitaban a más y sentía en mi boca como fluían los líquidos hacia sus nalgas. Cuando hube terminado, la bajé de la barra y de un solo movimiento la volteé y se la metí hasta el fondo en un solo movimiento. Ella comenzó a mover su  cintura de manera circular haciendo que mi orgasmo no tardara en llegar. Esta vez creo que solo fueron uno o dos los orgasmos que pude darle antes de correrme dentro de ella. Cuando me salí, vi como comenzaban a escurrir mi semen y sus jugos por su entrepierna. La llevé a la habitación y nos quedamos dormidos. Desnudos y abrazados. Acurrucados hasta que el sol nos despertó. Desayunamos, nos vestimos (ella en realidad se puso el mismo bañador del día anterior) e intercambiamos números, prometiendo repetir esto alguna vez. Ya sea en México o en España, volveríamos a tener una noche para nosotros dos solos.

Bueno, la verdad es que algo así me imagino mi primer encuentro con Q.

A.

 

 

Encuentros con Q.

Estos son los relatos de los encuentros, imaginarios, ciertos, posibles o futuros, de algunos de nuestros amigos con la excitante Q.

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