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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Primera aventura lésbica de Caro
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Un viernes, tomando un café con mi amiga Sofía, se nos acercó una amiga de ella, me la presentó y nos pusimos a charlar amenamente. Antes de retirarnos, le dijo a Sofía que, esa noche, nos invitaba a una discoteca para que conociéramos a más chicas. La condición era ir con ropa suelta, falda y blusa, o vestidos, pero nada de pantalones. Hice una llamada a mi esposo para confirmar que ya se haya ido de pesca con sus amigos hasta el domingo en la noche que regresaba. Entonces aceptamos ir.

Recogí a Sofía, llegamos a la disco y nos saludamos con algunas chicas mientras mi amiga se afanaba presentándome a sus conocidas.

Dos mujeres, de máximo treinta a treinta y cinco años, muy lindas y muy elegantemente vestidas nos invitaron a compartir su sofá, que era muy amplio en forma de herradura y para cuatro personas, con una mesita central para poner los vasos o copas. Me encantó el lujo, y el que estuviéramos cerca de una pasarela. El lugar, con poca iluminación, pero que en momentos se iluminaba con destellos de luces que provenían de lámparas en forma de esferas, y que variaban de intensidad de acuerdo con los altibajos sonoros, o al ritmo de la música, le daban el toque festivo al ambiente.

Los chicos que atendían la sala, muy musculosos, solo vestían zapatos tenis, bóxer y un corbatín; las chicas, bikinis con tangas muy pequeñitas y zapatos de tacón.

― De haberlo sabido, vendría vestida así ―bromeé con la que estaba a mi lado, que sonrió al tiempo que Sofía les decía que yo si era capaz de hacerlo, y todas reímos.

― No te preocupes, puedes quitarte la ropa, o dejártela quitar cuando vengan los strippers mesa por mesa invitándote a que lo hagas, si estás dispuesta y se lo permites ―dijo una de ellas.

― ¿Tú lo has hecho? ― le pregunté.

― ¡Claro que sí! es muy erótico el ambiente cuando ya estás entradita en tragos y vienen los strippers a quererte desnudar, cuando te sacan a bailar, o cuando bailan desnudos sobre tus piernas.

― ¿Bueno, entonces qué esperamos para comenzar a beber? ―exclamé, y nuevamente todas reímos. Luego, mi nueva amiga, la que estaba a mi lado y que se llama Anita, pidió a uno de los chicos que le trajera una botella de vino y cuatro copas. El chico la trajo y sirvió las copas, Anita le pagó y le metió en su bóxer un billete de dos dólares como regalo.

Brindamos por nuestra nueva amistad, pero me quedé pensando y dije en voz alta― Hum, creo que voy a pasar por hoy, no beberé en exceso porque el vino saca palabras que la mujer calla; el problema es que a mí, me saca la ropa, ¡jajaja! y no ando ni siquiera con tanga, peor con sostén.

― No te preocupes, aquí nadie critica a nadie, aquí vienes a divertirte, a bailar con quien quieras y como quieras, y abriendo un poco su blusa me enseñó sus tetas completamente libres.

Cuando salieron los strippers, subieron el volumen de la música, comenzaron los aplausos y la mayoría de las mujeres comenzaron a bailar entre ellas, a gritar y festejar.

Efectivamente, aquellos hombres deben de haberlos sacado de los gimnasios de físico culturismo, la mayoría reventaban sus ropas, y ni como mentir, de solo verlos, mi faldita se me quería caer al piso, y mi blusita se me quería salir.

Nos paramos para aplaudirlos cuando pasaron cerca de nosotras, unos se bajaban de la pasarela para besar a las que se dejaran besar. Solo uno se quedó en la pasarela haciendo su espectáculo de desnudarse al ritmo de la música y de la algarabía de las mujeres. Los otros, siguiendo el mismo ritmo, se dedicaron a ir mesa por mesa sacando a bailar a las espectadoras con movimientos sensuales y notoriamente sexuales.

Acabada la botella de vino, y entradas más en el contexto de aquel morboso ambiente, me tocó a mí pedir otra botella para seguir la farra que se estaba poniendo muy interesante al ver que muchas mujeres se liberaban de sus prejuicios y solitas se despojaban de sus blusas, y como si estuvieran en un rodeo, las agitaban en señal de liberadas, dejando saltar sus tetas mientras brincaban al ritmo de la música.

Entusiasmadas por la algarabía y los efectos del vino, Anita se levantó del asiento y me invitó a bailar con ella. Sofía hizo lo mismo con Paula, la amiga de Anita.

A medida que pasaba el tiempo, aquello se convirtió en un desmadre. Ya ninguna estaba sentada. Los strippers iban de mesa en mesa sacando a bailar a las mujeres mientras les tomaban de las manos y les hacían tocar sus bultos por encima de sus mini tangas, en unos casos. Otros, ya ni siquiera las llevaban puestas porque se las habían sacado las mismas mujeres, y el manoseo era directamente sobre sus penes erectos.

Cuando llegaron a nuestro sitio, uno se interpuso entre Anita y yo y dándome la espalda le tomó las manos y le hizo. Mientras le hacía movimientos de cópula a Anita, le abrió la blusa y le manoseó las tetas. De repente, llegó otro stripper por detrás de mí, que me tomó por sorpresa al abrazarme y empujarme contra la espalda del que estaba con Anita, mientras me desabotonaba la blusa y con su pene me golpeaba las nalgas.

Ya excitada y lujuriosa, me entregué a los placeres que me hacían sentir sus manoseos. Me sacó la blusa, levanté las manos, y mi cuerpo, automáticamente comenzó a moverse de forma cadenciosa y sensual. Cuando el stripper de Anita se viró, me encontró con las manos en alto y mis dos tetas apuntando a él, las tomó cada una con sus manos y comenzó a lamerme los pezones. El otro que ya me había bajado el cierre de mi falda de un tirón me la sacó, tomó mis dos únicas prendas, pero no vi que hizo con ellas por estar disfrutando de aquella mímica de follada doble, que había atraído la atención de otras mujeres que aplaudían lo que me estaban haciendo.

Cuando se fueron a otra mesa, y mientras seguíamos bailando ya sexualmente muy alborotadas, me di cuenta de que, a Anita, también la habían desnudado, y a Sofía y Paula, las habían dejado con las tetas al aire.

Pregunté por mi ropa, pues quería ir a retocarme al baño, y es cuando me entero de que, la costumbre en esa disco es que, a las mujeres que se dejan desnudar de los strippers, se le llevan la ropa en unas fundas cerradas con el número de la mesa y se las entregaban a la salida, o cierre del local.

― No te preocupes ―dijo Anita― yo te acompaño a los tocadores.

Anita me tomó de la mano y me llevó por entre los sillones y mesas donde la mayoría de las mujeres ya estaban muy entraditas en tragos, algunas semidesnudas, y otras, en amoríos desenfrenados, tocándose y besándose apasionadamente; cosa que exacerbó la libido en mí.

Cerca del tocador, Anita se encontró con una amiga, se puso a conversar con ella y me dijo que me adelantara. Había dos puertas, la una era para no fumadoras y la otra de fumadoras. Como el tocador de las no fumadoras estaba lleno, opté por el otro, suelo fumar de vez en cuando y no me molestaría.

Era un sitio muy amplio y elegante, con cuadros, butacas estilo Luis XV y mesas de centro. Solo estaba una mujer joven, muy elegante y guapa, de cuerpo espectacular fumando un cigarrillo, y que me regaló una sonrisa, que correspondí de la misma manera. Entré al baño, y cuando salí, me fui a retocar ante un espejo muy grande y sentía su mirad. Luego, cuando pasó por detrás de mí, con rumbo a la puerta, apoyó su mano entera en mis nalgas. Yo estaba muy caliente y me hizo estremecer, pero como fue tan rápida, solo alcancé a mirarla extrañada mientras ella me guiñaba un ojo y llegaba a la puerta, pero sin abrirla. Me estaba esperando y eso me asustó.

Cierto es que siempre sentí atracción hacia las mujeres bonitas, no niego que me excitaban mucho los videos donde se veían mujeres teniendo sexo de forma apasionad. Pero no lo había practicado, y es más, ni se me había ocurrido hacerlo, a pesar de que, en otras reuniones de tipo sexual, nunca había faltado un piquito con alguna mujer.

Cuando me dirigí a la puerta, ella se interpuso y le puso seguro, mirándome a los ojos se acercó a mí y retrocedí. Me acorraló contra la pared poniendo sus manos una a cada lado de mi cuello, se apegó tanto a mi cuerpo que sus tetas aplastaban las mías, y me dijo― Tú me gustas ―palabras que me hicieron sentir una explosión de adrenalina, de excitación, temor y placer. Solo atiné a decirle con una sonrisa nerviosa― ¿Qué cómo así le gust…? ―cuando sin dejarme terminar la frase, sus manos tomaron mis mejillas y me estampó un beso apasionado en la boca. Nunca me había pasado eso, y con lo excitada que estaba me dejé besar. Mi boca cedió a su lengua queriendo entrar en la mía. Me relajé y le correspondí tomándola de sus mejillas para que su boca no se separara de la mía. Chupársela, succionársela, o mamársela, o como suene mejor, me causó un tremendo placer, y desesperación porque me hubiera gustado que su lengua fuera más larga. Creo que hasta le causé dolor porque se retiró de mí, y me dijo― Calma mi amor, no desesperes.

― Perdona― le dije ―es que nunca me he besado con otra mujer y me tienes loca, no sabía que se siente tan rico ―todo eso, sin dejarnos de besar.

Mientras esto sucedía, una de sus manos bajó para amasar una de mis tetas, y la otra pasó de, apretar mis nalgas contra su cuerpo a apretar mi vulva, mientras con uno de sus dedos jugaba con mi clítoris haciendo que me retorciera contra la pared, y sacándome gemidos que eran apagados con su boca.

No sé cuánto tiempo estuvimos en esos escarceos, pero fue suficiente como para dejarme temblando como si hubiera tenido un orgasmo. Fue muy rico y placentero.

Luego sacó de su falda un papel doblado y me lo entregó diciéndome― Es mi teléfono y la dirección de mi casa, mañana en la tarde tengo una fiesta, llámame a las doce en punto si estás dispuesta a ir, tú serás mi invitada especial ―Luego me abrió la puerta, me dio un apretón de nalgas y salimos juntas como si nada hubiera pasado.

Llegué a la mesa de mis amigas casi dando tumbos, mis piernas aún temblaban. Habían sido muchas emociones ese día. Ya era suficiente para mí y no dejaba de pensar en el encuentro y en la invitación. Sofía, Anita y Paula estaban entusiasmadas bailando en la pasarela con unos strippers completamente desnudos.

Mientras las esperaba, desdoblé el papel para leerlo y decía” Si estás leyendo esto es porque me has correspondido y entregado a mí. Te espero mañana en casa, ésta es la dirección, ven con poca ropa, así como te has vestido hoy, que la vas a pasar muy rico conmigo. Luego el teléfono y firmaba, Paty”.

Poco después, intercambiamos teléfonos con Anita y Paula, recuperamos nuestra ropa y salimos del lugar.

Ya en casa, mientras me duchaba, no paraba de pensar en el beso que me descalabró toda― ¿Seré que también soy lesbiana? ―me preguntaba. ― No creo que deba ir ―me decía―la dirección de la casa es en un barrio residencial exclusivo y de gente muy adinerada, lo pensaré ―y me acosté.

Saludos, Caro.

 

 

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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