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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Nipona
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Me llamaban así por mis facciones, de familia numerosa me tocaba ser la del medio y era mandada y mandadora.

Él había llegado a la familia antes que yo y aunque no era mi abuelo sanguíneo por ser el viudo y segunda pareja de mi difunta abuela lo llamábamos así. Por orden de mamá, cada tanto me daba una vuelta por su casa, para ver cómo estaba y todas esas cosas normales de familias; era así como a la salida del colegio iba rumbo a mi destino de correo parlante.

Varias veces, los chicos de clase, me sugerían acompañarme ya que por mi desarrollo físico generaba bastante atracción, hasta de profesores y adultos, en la calle. Mi cuerpo mentía mi edad, a veces lo odiaba y otras me llenaba de vanidad.

Con mis compañeras hablábamos de cuestiones de cómo serían muchas cosas obedeciendo a nuestros ardores juveniles.

No recuerdo como terminé en sus brazos y a los besos, sé que ese día me había hecho un regalo por ser atenta con él y en el agradecimiento se nos fue todo miedo. Yo quería experimentar y siempre dijimos que los adultos eran más callados que los chicos y me dejé llevar. Supe de cerrar los ojos y abrir la boca para recibir su lengua y viceversa. Casi no me di cuenta de sus manos por mis piernas y senos y como me fue llevando a una pasión tan desenfrenada como perturbadora.

Me levantó en brazos y me depositó en la cama, fue ahí cuando un pequeño temblor empezó a recorrer mi cuerpo pero su lengua ya detrás de mis orejas y bajando por el cuello me hizo abandonar toda defensa. Mis desarrollados senos, duros pezones coronando gloriosas mamas se hinchaban y endurecían en extremo ante sus juegos de lengua. Jamás imaginé que me daría tanto placer aquello que imaginé que producía asco.

Me lamía los pies, la planta, dedo por dedo y sentí el ruido pastoso de su baba limpiándolos con la boca. Después se metió en mis muslos interiores y con gran sagacidad giro mi cuerpo y antes de que pudiera emitir protesta alguna, literalmente me chupó la cola. Cerré los ojos, me relajé y disfrute de su lengua en mi ano mientras pensaba lo hermoso que sería coger.

Cuando volvió a darme vuelta mi cuerpo brillaba en saliva y se dirigió a mi hinchada, afiebrada, desesperada e inmaculada conchita para hacerme una preparación oral imposible de olvidar. Por momentos creí que me orinaba, empecé a gemir y retorcerme y sin más pudor le pedí que me penetrara. Me tomó de la nuca y me imploró que lo mirara y lo hizo...

Sentí el desgarro interior y la tibia sangre. Empezó con un vaivén suave y un susurro de “Nipona, lo que soñé esto”. Le abracé fuerte lo rodeé con mis piernas y le atrapé la lengua en mi boca y con los ojos cerrados le dije cuanto lo amaba. El solo repetía una y otra vez "mi Nipona, mi niponita". A la noche en casa mamá me preguntó que me pasaba que no comía; no sé de donde tuve reflejos para decirle que no había visto bien al abuelo. Mamá en tono de recriminación me dijo porque no le había avisado y me hubiera quedado a cuidarlo. Que mañana fuera a verlo y de ser necesario iría ella. A la noche acostada en la pieza que compartía con 3 hermanas, pensé en ese hombre que me había tenido en sus brazos como beba y ahora lo repetía para hacerme mujer. Me dormí con el bretel suelto y una mano tapando mis lamidas tetitas mientras la otra estaba por debajo de la bombacha tocando mi estrenada vulva mientras hacía eco en mis oídos, "Nipona, mi niponita...".

Nipona

 

 

Mi Nipona

Esta es la historia de la relación que surge entre una joven, Nipona, y su medio abuelo, el viudo segundo marido de su abuela.

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