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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Nipona 2
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Antes de partir al colegio, mamá me dijo que iría ver al abuelo y qué cualquier cosa, me comunicaría lo charlado. No contesté nada como si me resultara indiferente pero toda la mañana en el colegio pensaba a mil que hablarían o si mamá sospechaba algo.

Al medio día, mi preceptora me comunicó que mi mamá había pedido fuera a la casa del susodicho. Fui tan veloz como pude y llena de angustias por lo del día anterior. Cuando llegué mi primera tranquilidad era que estaba solo.

En el portón guardamos las formas pero una vez cerrada la puerta desatamos la pasión de nuestras bocas. Nos tomamos unos respiros para recuperar aire y volvíamos a él entre cruce de lenguas mientras sus manos exploraban mi cuerpo por completo.

Me senté en su regazo y entre besos y caricias me contó lo hablado con mi mamá; ni un indicio de peligro para nuestro amor. Esa noche me quedaría a dormir con él y el sueño de mujer y marido nos sería cumplido.

Mientras me bañaba, él cocinaba, puertas y ventanas bien cerradas con cortinas incluidas. Cuando terminé de secarme apareció con una bata de dormir, incluidas las pantuflas. Me envolvió en ella y me calzó previa besada de pies.

―No te pongas nada abajo así quedas tan sensual ―Y vino el beso descarado en interminable que indicaba―Si querés tómame ahora.

Sirvió los platos sentándome en su regazo, entre los  bocados nos matábamos a lengüetazos. Hicimos una pausa y cuando terminamos de comer me puse a fregar los platos con él refregándose detrás de mí. Volvimos a sentarnos reabriendo la previa hasta que le pedí que por favor nos fuéramos a la cama.

Me sacó las pantuflas y abrió la bata para que su lengua empezara ese maravilloso trabajo de excitarme por completo.

Ya totalmente desnuda y ardiendo empecé a retorcerme de placer. En la primera que pude, para sorpresa de él besé el pito. Dicen que a los hombres les gusta mucho que se lo hagan, primero fueron besos continuos y terminé por lamerlo.

Empezó a gemir y sonriendo me decía, ― Si mi Nipona, así ¡Por Dios que mujer! y es mía.

Me fue llevando en cuanto a formas para no rasparlo con los dientes y hasta saboreé sus testículos, no era tan grave ni mucho menos asqueroso. Sacó el pito de mi boca y me dio vuelta para lamerme el ano. Después de un rato de lamida noté sus dedos en mi agujero negro pero con algo pastoso― Es manteca, mejor que la vaselina ―Estuve a punto de oponerme dado el miedo que me producía ese tipo de estreno. Para cuando ensayé una protesta sentí su dedo entrar lentamente en mi aro mágico. Gemí como si me doliera muy fuerte y él en un vaivén recargó manteca cambiando al dedo mayor pidiendo me relajara, que tuviera confianza y no haría nada que me lastimara.

― Tengo miedo abuelo.

― Tranquila mi mujercita hermosa.

Me puso lo que después supe era cucharita y sin sacar el dedo cuando menos lo pensé sentí su pito entrando muy despacio.

― Tranquila amor, respirá profundo ―Y levantó mi pierna dando otro breve empujoncito y otro y otro hasta que sentí sus pelos contra mis nalgas y fue entonces que supe que mi cola ya empezaba a dejar de ser invicta.

Sentí el sudor de su pecho en mi espalda mientras me invadía un sudor frío y parecía que me llenaba de náuseas y su voz pidiendo que relajara el cuerpo pero el tema no era de relajación, era que mis carnosas nalgas eran muy duras y su pito recién empezaba a abrir bien mi ano.

Lo sentí gemir y susurrar su niponita, mi cola parecía acostumbrarse y sus manos tomaron los durísimos pezones y entonces por vez primera reparé a qué hombre me había entregado. Por reflejo del espejo vi su rostro avejentado, sus ojos cerrados en el placer y su boca soltando baba. Era horrible, me llevaba medio siglo pero no podía negar el placer y que era yo quien lo buscaba.

Sentí la caudalosa descarga de semen y su respiración buscando descanso, muy despacio se descalzó de mi cola y  apoyé mi cara en su sudado pecho que latía a mares embravecidos.

― Nunca más me dejaré hacer eso ―chillé.

― ¿Y si yo te lo pido?

Lo besé enardecida dando el sí y agregando en mi locura― Embarazame si querés.

Fuimos a la ducha tomados de la mano y sentí como mis nalgas patinaban entre sí destilando leche y manteca. Nos acostamos totalmente desnudos y abrazados, como marido y mujer, como soñaba que sería un día aunque este necesariamente no era un príncipe azul. Me desperté a los chupones de madrugada, no sé cómo había empezado pero estaba delicioso y tomándome de la nuca me indicó que "bajara". Chupé su pito, lamí sus huevos y vi cómo se masturbaba cuando vino la orden de― ¡Chúpala nipona!

Inocentemente la metí en la boca tragando la descarga seminal, acuosa, agria y salada. Pero ni hubo tiempo para la arcada cuando su boca me ayudó a tomarme los jugos, incluida la saliva.

Me puse muy enojada pero eso a él poco le importaba y a la mañana salí rumbo al cole con dinero para un muy buen recreo; algo que jamás había tenido en mi vida. Después de todo puede que mi abuelo no sea lindo, pero sabe hacerte y tratar a una mujer.

Nipona

 

 

Mi Nipona

Esta es la historia de la relación que surge entre una joven, Nipona, y su medio abuelo, el viudo segundo marido de su abuela.

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