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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Caro va a un cabaret
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El solo contar esta vivencia, me pone a pensar en la descabellada idea que se me ocurrió esa noche, poniendo en peligro a mis amigos y a mí misma.

En los estudios de mi carrera, tuve la oportunidad de visitar centros de internamiento para enfermos mentales, como parte complementaria de las materias de siquiatría y sicología. En ellos vi lo que la mente humana trastornada por diferentes causas, genéticas, congénitas, por traumas, drogas, etc., puede hacer con las personas y su influencia en su comportamiento.

En esos sitios, los pacientes menos agresivos pueden andar deambulando por los pasillos, jardines y parqueaderos, tratando de “cuidar o lavar” los carros de los médicos o estudiantes, para así tener algo de dinero y mandar a comprar con los enfermeros lo que se les antoje.

En uno de esos hospitales, trabajaba una doctora en siquiatría, una mujer muy bella y despampanante, de unos 35 a 40 años, que volvía loco a todo el personal masculino, incluidos los enfermos.

Nosotras, las chicas la admirábamos, en especial yo, pues con mucho aplomo, lograba mantener a distancia a todo baboso que la intentara acosar, médicos, enfermeros y los mismos pacientes del lugar.

Logré tener muy buena amistad con ella, tanta que llegué a confesarle de la Caro que llevo dentro, de lo atrevida que quería ser, pero que pensaba que, si lo era, sería mal vista por la sociedad. Un día le pregunté, del por qué, teniendo aquel espectacular cuerpo, vivía sola y no tenía pareja estable, a lo que me contestó― Para ser feliz no necesitas de compromisos, aquí soy la profesora, la siquiatra, la amiga, pero nadie sabe cómo soy afuera, y ni siquiera tú te lo imaginas, aunque creo te pareces en algo a mí. Te voy a dar un consejo, cuando puedas y quieras, deja salir a esa Caro, claro está, tomando todas las precauciones del caso. Disfruta la vida, vívela, lleva a cabo tus retos, tus fantasías por muy descabelladas que sean, pero siempre teniendo el control.

Pues bueno, en base a eso que he contado, una noche de calentura, y con mi esposo, como siempre de pesca con sus amigos los fines de semana, se me ocurrió poner a prueba a Caro, quería saber si podría tener el control en una de mis fantasías más riesgosas. Se me vino a la mente una de las más locas, que consistía en ir a meterme a un cabaret, y sentirme parte de aquellas mujeres que se exhiben y bailan con ropa sexi y muy sugerente para luego vender sus cuerpos por dinero.

Llamé a una de mis amigas, tan loca como yo, y le propuse que viniera a mi casa con dos de nuestros amigos, de esos que nos conocemos de años y que siempre están dispuestos a secundarnos en las locuras que se nos antojen. Algo de mi idea le comenté, y para que no levantase sospechas en su casa, le dije que en la mía le daría ropa adecuada para la ocasión.

Cuando llegaron a mi casa, los recibí con bocadillos y cervezas y les comenté mi idea. Me dijeron que estaba loca, que era muy riesgoso, y que ni siquiera nos dejarían entrar porque a esos lugares solo van hombres, y si van mujeres es porque son prostitutas o damas de compañía.

Les expliqué que yo estaba decidida y que no daría vuelta atrás. La idea me mataba de morbo, la libido ya la tenía a mil― Solo quiero que me acompañen para sentirme segura, les pagaré todo lo que consuman, hasta si quieren, les pago los servicios de las chicas del lugar ―Estaba dispuesta a pagarles todo, pero quería que me acompañasen; hasta tanto, yo seguía bebiendo para seguirme entonando y no recular a última hora.

Todo fue que aceptaron, cogí de la mano a mi amiga, la llevé a mi vestidor le dije ―Escoge lo que quieras ponerte, pero debe ser una ropita sexy y llamativa; allí nadie te puede obligar a nada, de eso yo me encargo. Yo me voy a poner esta minifalda de seda roja, y esta blusita blanca también de seda, ah, y estos zapatos de tacones rojos-

― ¿Y la ropa interior? ―preguntó mi amiga.

― Bueno mi amor, vamos a un sitio donde solo hay hombres y prostitutas, entonces hoy seré otra prostituta más; además, de lo que he visto y escuchado, en esos lugares hay luces negras y sicodélicas, por ende, nadie sabrá quiénes somos y si andamos o no con calzones.

Cuando llegamos al lugar, mi excitación ya me tenía chorreando y las tres cervezas que había tomado me hacían caminar toda sexi y provocativa.

El lugar es un club nocturno para gente algo adinerada, oficinistas, ejecutivos y gente que pudiera hacer el gasto. Me hubiera gustado otro de menos categoría para sentir el riesgo y la adrenalina fluir con más intensidad, pero igual, el comportamiento de los hombres cuando están con tragos en busca de mujeres no difiere mucho de otros que no tienen tanta educación y dinero.

Vi que los de seguridad conocían a casi todas las chicas, las saludaban con besos y les daban una nalgada a cada una que entraba. Cuando llegamos, les coqueteé y les dije que queríamos entrar, me dijeron que no nos conocían y que no nos dejarían entrar porque no éramos mujeres de ese ambiente, que correríamos mucho peligro si alguna situación se saliera de control. Entonces pregunté por el jefe de seguridad y me lo llevé a un lado, le armé una historia de que mi marido me había dejado y que por despecho quería disfrutar, y si era posible, vengarme de él esa noche en ese cabaret, y con el hombre que yo escogiera; le dije que le daría 50 dólares y un besito en la mejilla si aceptaba, jaja… y resultó.

Antes de dejarnos pasar, a las dos, nos dieron antifaces para que no nos reconozcan y precautelar nuestra identidad, y para que ellos, poder saber que éramos chicas invitadas. Nos explicaron que cuando las chicas se sientan con los clientes en cualquier mesa, siempre hay un botón de pánico para pedir que intervenga seguridad, que nadie podía tocarnos sin consentimiento, que ya dependía de nosotras. Nos recomendaron que, cuando nos sacaran a bailar, aceptáramos, salvo que esté alguna pareja en ese momento compartiendo con nosotras. Que si quisiéramos tener sexo, habían habitaciones pagadas para ello, pero entrada la noche, a partir de las dos de la mañana, hay rincones oscuros dentro del salón, donde las chicas pueden tener sexo, porque no todos los clientes pueden pagar las habitaciones, pero las chicas están en libertad de cobrar.

Cuando entramos, nos ubicaron en una salita con mesa de centro, el sitio es un lugar muy sensual y morboso, con grandes butacas en los alrededores, unas con casi nada de iluminación, otras con espacios como para bailar en privado y muy a oscuras; el lugar en general con luces muy tenues que solo se iluminaba cada vez que salía alguna chica al escenario a cantar, bailar, o hacer su acto de striptease, donde apagaban las luces ambientales y encendían dos reflectores hacia el escenario. La vestimenta de las chicas era tremendamente provocativa, casi que enseñaban todo; en realidad, eran preciosas, ellas y sus ropas.

Nuestra mesa, casi a la entrada, pero tirada hacia un rincón medio oscuro, era ideal para ver a todo prospecto que entraba. Nos dedicamos a conversar, beber y reír de la locura de esa noche. El lugar estaba casi lleno y ya era hora de exhibirme y hacerme notar. Le pedí a uno de los chicos que me sacara a bailar y me llevara al centro de la pista.

Allí nos lucimos ambos, fuimos el centro de atención, yo sentía las miradas morbosas sobre mí; es más, vi que algunos murmuraban cada vez que mi amigo me hacía dar volteretas, y claro, la explicación era simple; la falda de seda, cada vez que giraba, se elevaba y dejaba ver mis nalgas peladas. Lógicamente, a causa de la poca luz, el resto quedaba para la imaginación.

Mi blusa blanca, resaltaba con las luces negras del lugar, y con el sudor, y mi excitación, ya dejaba ver mis pezones erguidos, lo rosado de mis areolas, y parte de mis senos donde la tela se pegaba

Luego de haber exhibido la mercadería, comenzaron a llover los pedidos de los clientes; unos muy educados y otros, educados con hacha y machete a pesar de vestir elegantes. Pero el morbo es morbo y lo estaba disfrutando. Unos me manoseaban al disimulo, otros en forma descarada, otros me susurraban al oído que si se acostaban conmigo me harían sentir una diosa, otros, que me preguntaban qué cuánto cobraba el punto, y otros más vulgares, que me prometían que me iban a reventar tal o cual parte de mi cuerpo. Pero solo con sentirme deseada por tantos hombres, me sentía satisfecha a tal punto, que estaba por entrar en una crisis orgásmica.

Habría bailado por cerca de dos horas; la seda de mi blusa estaba encharcada y dejaba ver mis tetas como si no cargara blusa. La experiencia me estaba resultando arrebatadoramente excitante. Mis amigos, divinos, nunca dejaron de atender a mi amiga, y se encargaron de sacarla a bailar, así como a otras chicas del lugar.

Cerca de las una de la mañana, llegaron unos argentinos a las butacas que estaban a nuestro lado, nos saludaron sonrientes. Eran cuatro, de muy buena presencia, altos, muy fortachones y velludos, como a mí me gustan.

Entonces volví a planificar otra escaramuza, era hora de ofrecer la mercadería a la nueva clientela, y que mejor que uno de mis amigos para que me sacara a bailar para exhibirme nuevamente, pero esta vez bailamos cerca de ellos. Al calor de los tragos, del ambiente y del morbo, mi forma de bailar fue más coqueta, sensual, provocativa e insinuante, atrayendo las miradas y comentarios de los cuatro

Estaba sentada cuando uno de ellos se me acercó a hablarme al oído―Mis amigos me dijeron que, si te lo decía, me matarían, pero te lo diré, si me prometes bailar conmigo.

Me giré, le sonreí y le dije― Dime.

― Tu falda. la tienes doblada hacia arriba, y estás dejando ver tus preciosas nalgas.

Al disimulo me levanté y la acomodé al tiempo que le regalaba una sonrisa y un guiño de ojos

En esto sonó música erótica, para una nueva presentación de alguna chica que al ritmo de la música, se contoneaba y se iba desnudando de a poco. Eso lo hacían a cada hora; entonces el anunciador dijo por micrófono― Un fuerte aplauso a una invitada de lujo, que con su baile y contoneos ha puesto la sala de cabeza y a nuestros clientes locos de atar; con todos ustedes la china de seda.

Se apagaron las luces y se encendieron los reflectores sobre mí ¡¿sobre mí?! Me quedé de una pieza, mis amigos aplaudían y casi que me obligaban a ir al escenario.

― ¡Por favor, anímenla! Y que alguien la ayude a venir hasta el escenario ―pedía el del micrófono; entonces se levantó el tipo que me avisó sobre la falda, me tomó de la mano y a regañadientes me ayudó a subir a la pasarela. Estando allí no sabía qué hacer, así que mandaron a una de las chicas para que me enseñara y la siguiera en lo que ella hiciera. Mientras, el tipo del micrófono arengaba para que la gente aplauda y me obligaran a bailar. En realidad, aquel era el momento para liberarme de todos mis temores, miedos, y prejuicios. Nadie me podía reconocer y siempre soñé con estar desnuda en un cabaret, rodeada de hombres deseosos de mí. Estaba excitada, libidinosa y morbosa; todo encajaba a la perfección. ¡Era mi noche!

Sonó nuevamente la sensual música y comencé a bailar como la chica lo hacía que me dijo― Cierra los ojos, concéntrate y baila sensualmente para mí ―comencé a moverme muy sensualmente, el erotismo brotaba por mis poros. Estaba muy excitada y ver a la gente al lado y bajo la pasarela fotografiándonos, me mataba de morbo.

Cuando la chica comenzó a desabrocharse la blusa, yo solo me limité a mirarla, no atinaba si hacerlo o no, si dar ese paso o desistir. Entonces, ella se me acercó bailando como si estuviéramos en una coreografía, y acariciándome dijo que le hiciera lo mismo mientras ella me desnudaba y yo a ella. La gente no dejaba de aplaudir, estaban viendo carne fresca, dos mujeres desnudas acariciándose y besándose en un encuentro lésbico ante más de 100 hombres, para mí era lo máximo que me había pasado.

Los clientes aplaudían a rabiar, a mí ya no me importaba nada mientras el antifaz protegiera mi identidad. Ya no me preocupaba mi reputación y la gente estaba eufórica.

Por allí se escuchó a un tipo decir―Doy 100 dólares por tirarme a la china ―otro dijo― Yo doy 200 pero para darle por el culo ―muchos comenzaron a ofrecer dinero para pasar la noche conmigo, cosa que me tenía completamente embelesada, no lo creía, estaban ofreciendo dinero para acostarse conmigo, era increíble. Le estaban poniendo precio a mi cuerpo.

Terminado el acto, en la pasarela me dieron una toalla para que me cubriera y me llevaron a la oficina del administrador, que quería ofrecerme un trato. Era un moreno muy elegante, pero de expresiones vulgares― Mira ―me dijo― tu forma de vestir, de moverte, tu culo, tus tetas puntiagudas, …. no sé qué es lo que tienes, pero toda esta gente está alborotada; y por experiencia te digo que hoy es tu momento, lo debes aprovechar porque la gente está caliente y te quieren tirar, joder, montar, follar, copular, tener sexo, cómo quieras decirlo. Están aquí algunos empresarios y gente muy adinerada, y me están ofreciendo mucho dinero por ti, pero mi gente, me ha dicho que no eres profesional, que estás por despecho, y como eres libre, te propongo algo, y voy a ser muy franco, crudo, realista, y hasta grosero contigo ―Carraspeó y siguió diciendo― El hecho de que hayas venido acá así, sea por diversión, despecho, o curiosidad, el hecho de que hayas accedido a bailar con desconocidos, a desnudarte en público, y estar así, desnuda delante de mí sin inmutarte, es porque lo llevas en tu sangre o en tu ADN escrito, que eres, o estás a punto de ser una puta como las otras― Tomo un trago de su bebida, me miró directamente a los ojos y propuso― Te propongo subastar tu cuerpo al mejor postor, de eso, el 40% es mío y el resto es todo tuyo. Esperaremos hasta las dos de la mañana, te vas con el ganador hasta la hora que quieras y tienes una platita bien ganada. Si no quieres, te puedo dar trabajo y protección mientras estés en nuestras instalaciones. ¡Anda, piénsalo! Y por ahora, por haber hecho consumir a la gente, el consumo de tu mesa va por cuenta de la casa.

Le agradecí sus propuestas y le dije que lo pensaría; me fui con la chica con quien hice el show que me ofreció su baño para que me asease. Mientras me duchaba, me dijo que lo que me ofrecían no me convenía, que aquel trabajo no era para ti, terminé de secarme y vestirme y me fui a sentar con mis amigos, les platiqué lo sucedido, y les dije que estuve a punto de aceptar, pero todavía no estaba decidida.

De repente se me volvió a acercar el argentino, pidió permiso a mis amigos, me tomó de la mano y me sacó a bailar. Mientras bailábamos, me preguntó que por qué estaba en aquel sitio― Porque quiero probar cosas nuevas ―le contesté.

― Se nota que no eres de estos ambientes, que por más que hayas hecho el espectáculo como una profesional, se nota que no eres de este barrio.

Te ves muy sexi con esa blusa; tus tetas están a punto de hacerle huecos, y no se diga esa faldita que te queda preciosa respingando tu culito. ¿Sabes, ahora que te volviste famosa todo el mundo te tiene puesto el ojo?

― ¿Será por eso que me siento más putita que de costumbre? ―Le respondí puesto que ya me había comportado como una puta, no me haría más daño el expresarme como una de ellas― ¡Que bien! ―le dije― esas miradas me excitan, tus manos apretando mis nalgas, el que estén ofreciendo dinero para acostarse conmigo, este ambiente, me vuelve loca, así que mientras estés conmigo, agárrame fuerte y disfrútame, porque hay muchos hombres que me quieren follar esta noche.

Luego vinieron en seguidilla las salidas a bailar con tres de ellos, los más jóvenes de los cuatro, y todos me preguntaban lo mismo:

― ¿Por qué estás aquí?

― ¿Qué te hizo tu marido?

― ¿Segura que es solo una salida por despecho?

― ¿Cierto que es solo una aventura?

Y a todos les decía lo mismo― Vine porque quise cumplir una de mis fantasías, así que la disfrutaré mientras dure; por cierto, ¿quién es ese que anda con ustedes y que no sale a bailar?

― ¿Cómo así preguntas por él, acaso te gusta? ― Como les decía que sí me dijeron― Es nuestro jefe, es el dueño de la empresa.

Todos ellos tuvieron la oportunidad de manosearme y hacerme sentir que estaban listos al apretarme contra sus cuerpos. Pero el jefe, es el jefe y me mandó a ver con uno de sus subalternos para llevarme a su mesa. Yo encantada de la vida; me sentaron a su lado, y me brindaron un trago de whisky.

― Hola ―dije ―soy Caro, ¿tú cómo te llamas?

― Hola, soy Fred.

― ¿Cómo así me quieres a tu lado?

Bueno, te he visto bailar, he visto que quieres coquetear con todos, he oído tu historia, y en parte la creo, ahora me entero que has estado preguntando por mí, así que pregunta lo que quieras.

― No, en realidad te vi y me gustaste, pero me preguntaba si es que no sabías bailar; se supone que vienes aquí a bailar y a buscar mujeres, y como verás, aquí hay muchas y bonitas.

― Bueno, en realidad tú me gustas, pero quise que bailaran primero mis amigos. Parece que te excita mucho este ambiente, los chicos me han dicho que estás aquí por cumplir una de tus fantasías, cuéntame sobre ella.

― Justo es ésta, es lo que hice hace un rato y es lo que estoy haciendo en estos instantes; bailar y conversar con desconocidos. Lo de la pasarela fue un adicional a la fantasía porque no lo tenía pensado; y lógicamente, sentirme como una de las demás mujeres que vienen a estos sitios.

Cerca de las dos de la mañana, después de algunos tragos con Fred, me tomó de la mano y me sacó a bailar ― Por qué no te sacas el antifaz ―preguntó

― Porque no quiero que me reconozcan en caso de toparme con alguien conocido, por mí o mi esposo.

― Bueno, entonces vamos a bailar al otro lado del salón, allí el ambiente es más oscuro y te podrás sacar el antifaz.

― Me da la impresión de que ya has venido antes a este lugar por lo que veo ―le dije.

― Sí, tal vez unas dos veces antes ―contestó Fred.

Me llevó de la mano al sitio donde las parejas daban rienda suelta a sus devaneos. Entramos a aquel ambiente bailando, con música insinuante y movimientos sexuales, que la aproveché para con mis movimientos, darle motivos para que se excitase.

Sus manos se posaron directamente sobre mis caderas, que sin reparos comenzaron a apegarme a su cuerpo para que notara su enorme bulto que quería salirse. Ni modo, mi cuerpo ya no resistía, quería entregarse. Peor fue, cuando bailando, él se puso detrás de mí y sus manos comenzaron a llevar el ritmo asidas a mis senos, y su paquete golpeando mis nalgas. Mis manos tiradas hacia atrás y arriba, lo sostenían de la nuca, mientras mis movimientos de caderas le restregaban su área genital.

Yo sabía a qué me llevó a ese sitio, que para mí era nuevo. Efectivamente, lo que me habían dicho los guardias era cierto, el lugar casi completamente oscuro, solo iluminado por lámparas de mesa con luz muy tenue que daban al lugar ese ambiente propicio para encuentros amorosos. Vi parejas teniendo sexo sobre las butacas grandes, una teniendo sexo oral, y otras en plenos manoseos, diría descarados, pero cada uno en lo suyo, y por allí, uno que otro mirón.

De repente, estando de espaldas a él, me dijo al oído― Te voy a follar, pero te quiero desnuda para mí.

Al oír eso, mi cuerpo se estremeció, me quería desnuda delante de todos y eso me mataba de morbo. Él sabía lo que mi cuerpo pedía.

― Entonces ―le dije― ¿aquí delante de toda esta gente?

― Sí ―me dijo― aquí y en este momento ¿estás dispuesta?.

Al no contestarle inmediatamente, aunque no le hubiera dicho que no, mi trasero se seguía restregando contra su cuerpo en señal de aceptación. Me llevó hacia una pared, me tomó de las manos e hizo que las apoyara contra ella por encima de mi cabeza. Mientras yo seguía contoneándome contra la pared, él me sacó el antifaz, me desabrochó la blusa y la falda; la faldita cayó al piso y la blusa me la sacó cuando me hizo bajar las manos para que le tocara su pene gigante que ya estaba muy baboso.

Con una de sus manos me manoseó las tetas, y con la otra hurgaba mi trasero y mojaba sus dedos con mis secreciones vaginales. Me jaló de los cabellos hacia atrás haciendo que abriera la boca, apoyó su pene en mis nalgas, y me hizo lamerle los dedos empapados y babosos ¡Me tenía gimiendo de placer!

Me hizo que me bajara un poco y respingara mis nalgas aprovechando mis zapatos de tacón, me puso el pene en la entrada de mi vulva, me cogió de las tetas y me penetró de golpe, pues estábamos muy lubricados. Pero igual, me arrancó un gemido muy prolongado al sentir como entraba y me llenaba toda. Arremetió y arremetió con tanta rudeza que a cada empujón me hacía gemir y gritar de placer. Al ver eso, los espectadores que sabían que a la que se estaban follando era la que les había bailado desnuda en la pasarela, comenzaron a arengar a mi follador, a la vez que le pedían que los dejaran follarme también, cosa que fue evitada por lo corpulento y por el grito autoritario de negativa de mi amante argentino, pero que, si él lo hubiera autorizado, yo creo que gustosa me hubiera dejado follar por todos.

Después de ese momento de placer y de temor que pasé, me ayudó a vestirme, me tomó de la mano y me llevó a mi mesa, al tiempo que me decía que sería mejor que abandonáramos el sitio, y me puso un sobre en la mano. Yo, más muerta de cansancio que viva, nos retiramos a mi carro y emprendimos retorno a casa

Llegué a la casa y fui corriendo al baño, pues por mis muslos estaba chorreando esperma y mis secreciones vaginales.

Ya más calmada y después de que mis amigos se fueran, revisé lo que Fred me había puesto en mi mano; me di cuenta que era un fajo de billetes de 20 y 50 dólares que sumaban un total de 1000, y una nota que decía: “Yo estuve dispuesto a pagar por tu cuerpo en la subasta, pero veo que mereces más que esto, luego su nombre y su número de teléfono”. Ahora bien, si lo veo de esta manera, él no me conocía, ni yo a él, por lo tanto, no sentí vergüenza en quedármelos.

Esa aventura nunca la podré olvidar, no soy tan putita como parezco, pero ahora sé lo que se siente al ser una prostituta. Y esa noche cumplí mi fantasía y la tenía que disfrutar dejándome llevar sin tapujos y a plenitud.

No he vuelto a ese lugar, no los he vuelto a ver a ninguno de ellos, no he llamado a Fred, pero no descarto el regresar algún día al sitio en donde conocí a mi primer cliente y cumplí con una de las fantasías más descabelladas que he tenido. Tampoco descarto la idea de llamar a Fred y agradecerle por haberme hecho sentir lo que se siente dar un servicio sexual pagado, pero si se da esa oportunidad, en ese caso no se lo cobraría, jaja.

 Saludos, Caro.

 

 

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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