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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Vecina cachonda
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Era bien pasada la medianoche cuando tropecé por el pasillo hacia mi apartamento. Siempre me había prometido a mí mismo que en la primera oportunidad que tuviera, me iría de allí. Hasta entonces tendría que vivir con lo que tenía, lo cual no era mucho, pero al menos podría pagar el alquiler.

Había estado fuera todo el día trabajando en una reparación doméstica en la casa de una rubia con grandes tetas. Pensé que podría darme alguna satisfacción sexual pero solo eran apariencias y acabé con la polla dolorida y sin alivio. Lo peor de todo es que no pude deshacerme de mi erección. Era como si estuviera con sobredosis de Viagra y la bestia no bajaba, incluso horas después de que me masturbara.

Todavía estaba como una roca en mis pantalones cortos cuando busqué mis llaves y se me cayeron en el oscuro pasillo delante de mi puerta. Maldije por lo bajo y cuando me incliné para recogerlos, noté que la puerta de Helena se abría un poco. Helena era mi vecina cachonda que a menudo podía oír gimiendo a través de la pared. Las paredes son muy finas en este edificio, así que cuando se excita mucho, es como si estuviera allí en la habitación conmigo. Algunas veces ella está con un chico y otras veces está solo ella. De cualquier manera, nunca tuve la oportunidad de conocerla. Hasta esta noche.

Llamé a su puerta suavemente y como no oí a nadie, empujé ligeramente la puerta― ¿Hola? ―Anuncié, lo suficientemente fuerte como para que me oyeran en otras habitaciones.

― ¡Aquí! ―dijo una débil voz femenina en la parte posterior

Empujé la puerta que se abrió, Helena estaba en la cama, desnuda, acostada sobre el estómago. A menudo la había visto ir y venir de su departamento, pero esta era la primera vez que la veía desnuda. Grandes pechos, culo sexy y todavía llevaba sus zapatos de tacones altos.

― ¡Oh! ―Jadeó cuando me vio, sin estar segura de sí debería cubrirse me miraba aturdida.

― Perdón por molestarte, Helena ―dije fríamente― Pensé que podrías estar en problemas. Vi tu puerta abierta y...

― Eres mi vecino ―dijo, relajándose― Mierda, estoy jodidamente avergonzada ―Se pasó las manos por el pelo. Mientras lo hacía, observé sus pechos y sus grandes pezones redondos― Beni ni siquiera cerró la puerta cuando salió. Solo me jodió y se fue, fui estúpida.

― Entiendo ―asentí, mientras mis ojos recorrían todo su cuerpo.

Ella sonrió mientras me miraba fijamente― Soy Helena―dijo.

― Ricardo, o Rick ―Respondí. Hubiera alargado la mano para estrechar la suya pero de hacerlo me habría subido a la cama, con ella.

― Encantado de conocerte, Ricardo ―dijo con un fuerte interés en mi pene. Sonreí cuando me revisó, mi polla aún ardía con fuerza en mis pantalones cortos, produciendo bastante abultamiento― Regresas a casa después de la medianoche. ¿Eso no va a molestar a tu novia?

― ¿Qué te hace pensar que tengo novia?

― Alguien con un pene tan grande… ―dijo, mirándome atentamente― siempre la tiene.

― ¿Beni era tu novio? ―le pregunté.

― Lo fue, es un maldito perdedor. Vino por follarme antes de que yo pudiera correrme y luego salió corriendo de aquí. De todos modos, solo lo quería para el sexo. Solo sirvo para elegir pendejos.

― Tampoco tengo mucha suerte eligiendo mujeres por mí mismo ―le dije― Nunca me duran, creo que solo me quieren para el sexo.

Ella rio y sus pechos se estremecieron― Suena como conmigo.

Hubo un momento de silencio mientras miraba su cuerpo sexy, asimilándolo todo. La deseaba, tenía que follar con esa mujer― No me importa tanto ―dije.

Sus pezones se estaban poniendo duros y apostaría a que su coño estaba bastante mojado― Estaba a punto de terminar cuando de que ese gilipollas me dejó seca. Tal vez... quieras ayudarme..., Ricardo.

No necesité otra invitación. Me quité la chaqueta y la dejé en la silla junto a mí, desabrochándome la camisa lentamente, tomándomelo con calma. Quería que estuviera mojada, tan caliente y cachonda que tendría un orgasmo solo con tocarla. En el momento en que quedé completamente desnudo, con mi enorme polla erecta al frente, ella ya estaba disfrutando, con algunos dedos dentro de su coño. Su imagen llevándose al orgasmo me excitó y agarré la polla y la monté con fuerza.

No quería correrme aún, solo me estaba preparando para la gran cogida de más tarde. La excité golpeando con la polla dura sobre su coño mojado y pasándolo alrededor de sus dedos húmedos. Entonces, sacó los dedos y con la misma mano, agarró mi polla y se la metió. La cabeza de mi polla entró tan fuerte y tan profundamente que llegó hasta el cérvix. Ella se estremeció, todo su cuerpo se convulsionó con un orgasmo. Mantuve mi polla dentro durante mucho tiempo y luego la retiré. Soy un maestro usando mi polla para penetrar coños.

Esa noche fue una de las mejores que haya tenido. Más tarde, cuando Helena recostó su cabeza en el charco de sudor sobre mi pecho, y mi polla se extendió debajo de ella hasta su estómago y sus senos, se giró hacia mí y dijo― ¿Tu polla nunca baja?

― Hoy ha sido un día extraño ―respondí, acariciando su cabello.

― Será mejor que hagamos algo al respecto ―dijo sonriendo, levantando su estómago y permitiendo que mi polla aún dura entrara en su cálida boca.

Ricardo

Otro relato ...




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