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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Prisionero del deseo y la venganza
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Estaba en Buenos Aires en un congreso de Gerenciamiento de  negocios que duraba tres días. Ya sentado en el auditorio, esperando la intro a la jornada, una esbelta y perfumada dama me pide permiso para pasar por donde estaba yo sentado y poder acceder a tres asientos libres que estaban a mi izquierda. Iba acompañada por dos hombres.

Tal mujer era Sol, una ex. Estaba vestida de modo profesional y ejecutivo, pero no había perdido esa capacidad para ponerle el toque sensual a su estampa. Tal como sabía muy bien adaptarse a las circunstancias mantuvo el profesionalismo mediante la distancia e indiferencia. Se situó a una silla de por medio.

En uno de los breaks, cerca de la barra de la cafería se acercó a saludar muy cordialmente. Nos saludamos y hasta la pasé bien conversando con ella, enterándome de su actualidad y contando un poco de la mía.

Esta mujer había sido muy buena conmigo. Pero la relación se vio truncada ya que lamentablemente yo no me enamore de ella como ella de mi si. Pero el tiempo hizo que las asperezas desaparezcan o no resurjan. Me dijo

—Estoy parando en el hotel Presagios. ¿Y vos?

—Yo también —Respondí.

—¡Vaya casualidad!

Comenzaron a llamar por el altoparlante ya que comenzaba la segunda charla, nos saludamos y cada uno siguió con su programa.

Ese día fue agotador. Fueron muchas charlas, con poco descanso. Al terminar las charlas volví al hotel, me relajé, duché y fui al bar del hotel para tomar y picar algo en la barra misma.

Cuando estaba sentado en la barra tomando un trago, charlando con otros asistentes del congreso, de repente aparece Sol y viene a saludarme muy amablemente.

Llevaba un vestido negro tanto escotado como ajustado. No podía exhibir mejor sus pechos y su cintura. Más hubiese sido burdo. Los hoyuelos que se le dibujaban en sus mejillas a cada sonrisa dejaban sus pendientes y collar en segundo plano. Me hablaba con un tono de voz suave y prolongado tornándolo sensual. El alcohol en mi sangre hacía que la situación genere tentación. Pero mis sentimientos hacia mi novia estaban intactos. Seguí tomando y conversando con ella. Tuve que invitarle una copa para no perder caballerosidad. Lo hice y seguimos charlando. Nuestra conversación estaba muy distendida. Habíamos olvidado viejos resentimiento de una relación amorosa truncada.

Le pedí disculpas, dije que debía ir al sanitario, que a mi retorno, si seguía allí, continuaríamos conversando. Al retornar del sanitario aún estaba en la barra bebiendo sentada en el taburete al lado del mío. Tome asiento para seguir conversando. Me dijo que me extrañaba pero que ya se había acostumbrado. También me consultó que tal era el sexo que estaba teniendo en mi vida actual en ese momento. Le dije que muy bien Pero aclaré que siempre puede tener algo parecido pero en definitiva todos son distintos. Ella me dijo que extrañaba el sexo juntos. Seguimos bebiendo.

Luego me comentó que había quedado pendiente aquella oferta de compartirla con otro hombre. Y sin aviso comencé a sentirme muy raro. Una mezcla de cansancio borrachera y mareo. Quise pararme y verdaderamente estaba complicado para hacerlo solo. Ella lo notó y ofreció su ayuda para llevarme a mi habitación.

Subimos por el ascensor me abrió la puerta y caí dormidísimo sobre mi cama.

Cuando comenzaba a despertarme noté que no estaba libre de movimientos. Quise incorporarme pero no logré hacerlo. Estaba atado de pies y manos a cada extremo de la cama. Estaba confundido. Levante la cabeza, forcé la vista, miré hacia adelante y estaba ella, Sol.

Le pregunté qué pasaba, si había pasado algo. Me dijo que no. Que me quedara tranquilo, mientras reía y continuaba maquillándose, frente al espejo.

—Preocúpate por lo que viene —Agregó.

Estaba atrapado, atado a la cama con trozos de seda negra, de modo que no podía girar ni cambiar de posición, con las piernas abiertas y los brazos separados, hacia arriba, en posición de cruz. Tenía la cabeza levemente elevada por una fina almohada.

Estaba tapado por sabanas blancas, por lo que no podía ver mi cuerpo, pero por como sentía mi piel rozar con los blancos de la cama deduje que no llevaba ropa interior.

—¿Hicimos algo? —Pregunté.

—¿Intimamos? —Agregué.

—No, que vas a hacer si te dormiste —Respondió

—¿Qué hora es? —Pregunté.

—Apenas las doce, treinta de la noche —Respondió

Increíble. había quedado Knockout por aproximadamente dos horas. Era muy raro que unos tragos hagan tal efecto. Justo dijo.

—Tuve que dormirte un poquitito con mis conocimientos de medicina, para poder controlarte y manejarte. Igual, me parece que un poquitito te gusta, Corazón.

—No. Para. Yo no quiero hacer nada. Charlando estábamos bien —Respondí.

—Vos ya decidiste alejarnos. Tomaste tu decisión para conmigo. Yo ahora decidí hacer lo que quiero con vos. Y por cómo te veo no te queda otra que aceptarlo. Relájate y goza —Respondió.

Ella llevaba puesto un camisolín muy escotada que se separaba completamente de su abdomen debido a sus grandes lolas. Hacia abajo solo le llegaba a cubrir los glúteos. Llegaba nada más que a donde terminan los cachetes de la cola, dejando al descubierto las piernas por completo. Se había maquillado de tal manera que, las pinturas en combinación con su modo de vestir y resaltado con su actitud, generaron que se me parara completamente.

Bajó la intensidad de la luz y elevó levemente el volumen de la música.

Destapo un champagne, se sirvió y se sentó a los pies de la cama.

—¿Te pasó algo, engordaste o se te hinchó algo ahí abajo?—Me preguntó, al notar mi erección.

—Mira Sol, Yo estoy bien. Cortemos con esta joda. Ya está —Dije.

—¡No entendés! No está nada. Ahora te la vas a bancar porque yo decidí esto y estos tres días sos mío. Después seguís con tu vida de manual —Me dijo

Mientras bebía su champagne de a sorbos pequeños se estiraba, irguiendo su columna, de modo de quedar de perfil y exhibir todas sus sinuosas curvas. Su cuello, pechos, cintura, cadera y piernas eran perfectas.

Me pregunto si me estaban dando buen sexo. Le dije que si.

Ella comenzó a poyar muy delicadamente la yema de su dedo sobre mi glande hinchado que levantaba las sabanas. Me preguntó.

—¿Recordás el día que me lo hiciste por detrás? Yo te dije que no ibas a querer salir jamás.

Que hija de puta! pensé.

Luego me preguntó si desea tomar un poco. Le pedí que pare que me desatara. Me dijo

—Imposible ¡Hasta el Domingo No!

—¿Querés? —Retrucó.

—Bueno. Dale que tengo sed —Respondí.

Tomó champagne en su boca, se acercó, apoyó sus labios en mi boca, los entreabrió y dejo caer la bebida directamente sobre mis labios.

Como tenia sed, los abrí y bebí.

—Si después querés mas, pedime —Me dijo.

—Igual vas a tener que hacer todo lo que yo desee. Así que si a mí se me antoja que bebas, te conviene beber —Agregó.

—Se me antojó piel —Arrojó con su voz posteriormente.

Dejó la copa de champagne vacía en la mesa de luz y  subió a la cama. Puso una rodilla a cada costado de mi cadera y se sentó sobre mi falda. Mi pene, que se había relajado un poco, inmediatamente, comenzó  endurecerse nuevamente. Ella lo notó e inmediatamente hizo fuerza contra mi cuerpo, apartándolo y generando placer. Luego se agachó muy despacio, haciendo que la suave tela de su camisón toque mi pecho al aire, luego sienta sus duros pezones clavándose en mi dermis, finalmente esos dos globos gigantes apoyados, con tela de por medio, sobre mi pecho. Apoyó sus manos abiertas sobre mis muñecas, como asegurando mi estado de prisionero, sonrió y comenzó a lamerme el cuello.

Tuve un pico de calentura. Mi pija se puso completamente dura. Quería mas placer. Aunque por otro lado sabía que no era del todo correcto. Pero la situación era demasiado provocadora. Ya estaba recaliente.

Después de lamerme el cuello, hacerme desear y dejarme sentir su perfume por diez minutos se levantó.

—Se me secó la boca de tanto besarte la pie. Viste que soy buena y te doy amor —Dijo.

Salió de la cama, se sirvió champagne y bebió nuevamente. Después se paró en el piso justo frente a mí. Mirando de reojo se liberó uno a uno sus breteles y dejo caer su camisolín, dejando su cuerpo a la vista.

—Si yo estoy desnuda, vos también —Exclamó.

Y me quitó las sabanas que cubrían desde mis piernas hasta mi cadera. Al hacerlo quedo expuesto mi erecto miembro, cuya cabeza ya estaba húmeda luego de tanto deseo incitado.

—¡Como estas! —Exclamó al verlo.

Comenzó a mover sus caderas, rozándose las aureolas de sus lolas con las puntas de sus dedos y exhibiendo su lengua al mismo tiempo. Me estaba haciendo calentar mucho!

Se acercó a la cabecera de la cama y me besó en los labios, luego introdujo la punta de su lengua en mi boca y termine besándola desesperadamente. Inmediatamente noto mi deseo expuesto se alejó y me cacheteó la pija, generando placer y dolor.

Se acerco a mi entrepierna y comenzó a rozar mi frenillo con la punta de su lengua. Por la punta de mi pene asomaba una gota blancuzca de esperma.

Se alejó y dijo— Ya debes tener sed. Tenés que tomar líquido.

Se subió a la cama con la botella de champagne en la mano. Ubicó cada rodilla pegada a mis orejas, mirando hacia mis pies y bajo lentamente, hasta dejarme sentir su humedad mas intima en la punta de mi nariz. Su olor personal ya me atraía. Una vez tenía su vulva húmeda rozando mis labios comenzó a derramarse champagne sobre entre sus lolas de manera tal que escurriese sobre su piel, la lavase de todo sudor que pueda haberse generado durante esa hora de juegos de tentación y hacia que el champagne caiga sobre mis boca, pasando antes, a través de sus excitantes labios. Bebí enloquecido.

Nuevamente, cuando descubrió que me gustaba, se bajo castigándome. Se bajó de la cama, se paró lo más cerca posible de mi cabeza, se pasó el dedo entre sus labios vaginales, sacándolo húmedo y me lo arrimó a la boca diciendo.

—Te falto comer esto ¡Come!.

Ya deben haber sido como la una o una y media de la mañana. Ella seguía bebiendo y provocándome. Volviéndome loco de deseo. Y también me hacia beber a mí.

Alargó las ataduras de mis dos brazos, sin aflojar el nudo sobre mis muñecas, e inmediatamente después, acortó la de mis piernas, dejándome sobre el borde de la cama, con mis pantorrillas cayendo hacia el piso, sin posibilidad de escapatoria.

Se acerco dándome su espalda y se sentó sobre mi falta enterrándose la pija muy lentamente hasta lo más profundo de su cuerpo. Se quedo inmóvil. Después salió, se paró, sirvió mas bebida y vivió a sentarse, pero sin moverse. Morí por moverme pero no podía. Bebía sentada sobre mi conmigo dentro de ella sin moverse.

Se paró nuevamente y dijo que necesitaba algo mas movido. Cambio la música de algo relajante a algo electrónico. Se montó sobre mi y comenzó a bailar eléctricamente. El placer era inevitable e infinito. Rebalsábamos de fluidos. Comenzó a cogerme con una velocidad y fuerza increíbles. Cuando estaba próximo a acabarme se dio cuenta por mis expresiones que no pide retener y se detuvo levanto y alejó. Ambos chorreábamos de placer.

Se subió a la cama, nuevamente poniendo sus rodillas a los costados de mi cabeza, acerco su cola a mis labios, se agacho y comenzó a hacer un sesenta y nueve perfecto. Notaba cuando estaba a punto de eyacular por el hinchazón que acudía a mi cabeza y frenaba con sus besos pero refregaba intensamente su mojada vagina sobre mi cara. El calor de sus jugos quemaba mi rostro.

Me mantuvo así, alternando besos de uno al otro con descansos mientras se refregaba contra mío, por cerca de cuarenta y cinco minutos. Yo no daba más. Finalmente se sentó sobre mí y me cogió descomunalmente. Me hizo acabar rapidísimo.

A pesar de haber eyaculado gran cantidad de semen seguí rígido. Por lo que ella provecho a seguir violándome, sin importar los gritos o convulsiones de placer. Cuando terminó clavó sus uñas sobre mi pecho y se acostó sobre mi cuerpo. Ambos estábamos empapados de sudor y jugos íntimos.

Tras descansar cinco minutos volvió a subirse a la cama y ubicarse de modo de quedar sentada sobre mi rostro y me obligo a comer todos los jugos que ambos habíamos mezclado y batido en su interior, hasta que quedó completamente limpia.

A pesar que al comienzo me disgustó, entre su actitud y el gusto de sus emisiones comencé a calentarme nuevamente. Cosa que alegro muchísimo a esta victimaria del placer. Se puso muy contenta al notar mi calentura y comenzó a chupármela fuertemente. Me decía.

—Dame toda tu lechita recién hecha y calentita.

Se montó sobre mi y comenzó a hacer el sesenta y nueve, nuevamente. Que estuvimos haciendo por cerca de 20 minutos, hasta que yo no aguanté más. Me venía.

Como siempre ella lo notó y exclamó.

—Si, dame toda tu lechita calentita y tomate mi acabada. No te imaginas lo que viene después hijo de puta.

Mientras trepaba hasta el pico de máximo placer, ella cada vez me besaba más fuerte y se mojaba más todavía. Hasta que, finalmente, me acabé, eyaculando dentro de su boca, al mismo tiempo que ella se corría y me hacía beber todos sus jugos. Se tragó toda mi acabada sin titubear. Como mi calentura era extrema, hice lo mismo con la de ella, que a esa altura me resultaba riquísima.

Una vez que ambos habíamos acabado, se levantó y ordenó otra botella, ya que la anterior se había terminado. Mientras esperaba el servicio al cuarto, dijo que quería más placer. Que yo debía cubrir todo ese tiempo que ella no me había tenido y no había sentido placer similar. Se sentó arriba mío, pero esta vez mirándome de frente y seduciéndome acariciando sus grandes tetas. Pero yo aún estaba en el periodo de recuperación y no tenía firmeza alguna como para que pueda metérsela, que era lo que intentaba hacer con movimientos de cadera hacia adelante y hacia atrás.

Se levantó enojada, fue hasta su cartera, saco un consolador y tomo su cinturón. Me golpeó el abdomen con su cinturón diciendo que iba a pagar con penitencia por no brindarle placer en ese momento. Me golpeó nuevamente y me dijo que si hacia algún movimiento sospechoso además de golpearme iba a enviar las fotos que me había tomado atado en la cama.

Chupó el consolador de una manera muy sensual como si estuviese haciendo la más rica fellatio y comenzó a introducírselo en la vagina. Después lo encendió e incrementó la intensidad, haciendo que hasta yo sienta la vibración.

Cuando su cara comenzaba a demostrar señales de placer lo sacó y lo puso entre mis piernas, apoyando la punta del mismo entre los cachetes de mi cola, amenazando con que si no la satisfacía, iba a comenzar darme placer ella a mí con su inquieto juguetito.

Apenas la punta de su objeto sexual tocó la sensible zona entre el ano y los testículos comencé a sentir placer, con los que mi pene comenzó a recuperar tamaño y dureza.

—¡Muy bien! —Exclamo.

Dejó el consolador allí apoyado y comenzó a masturbarme muy lentamente, subiendo y bajando el prepucio. Cuando yo ya estaba bien duro dijo.

—No es justo que seas tan caprichoso conmigo, ahora vas a sufrir vos también.

Tomo su celular, se retiró a un costado e hizo una llamada.

A los pocos minutos, durante los cuales me masturbo intermitentemente, sonó el timbre de la habitación. Abrió la puerta desnuda tal cual estaba y dio permiso al mozo a que ingresara a la habitación.

—Quítate la ropita que me vas a coger frente a él para que muera del deseo por tomar mi cuerpo —Dijo.

Ni bien el mozo, que aparentemente ella ya conocía, se quitó toda la ropa, ella comenzó a chupársela, para lograr una rápida erección. Una vez que se la paro, giró, apoyó sus manos en los pies de la cama, de frente mi, dejándome ver su cara, cabello y tremendas lolas colgando y me miró a los ojos abriendo sus piernas para él.

Cuando el flaco comenzó a introducírsela ella comenzó a exhibir placer mordiéndose los labios, justo frente a mí y a escasos centímetros de mi ya hiper-dura pija. Cuando el muchacho comenzó a cogerla más fuerte, sus lolas comenzaron a dar una danza extraordinaria, que me generaron muchas ganas de agarrar apretar y morder. Pero obviamente ella no me dejó. Acompañaba esos movimientos de vaivén con lengüetazos a mi glande. Moría de ganas de cogerla bruscamente por lo perra que era.

Cuando el flaco acabo gritando ella salió inmediatamente y se sentó bruscamente sobre mi pene que explotaba por la irrigación sanguínea. Comenzó a cogerme ella a mí. Mientras me cogía comenzó a chuparle la verga al mozo, a quien ya le costaba mantener las piernas estiradas de tanto placer que ella le estaba regalando. Cuando yo acabé, ella también. Y los gritos de ella sumado al modo en que se la estaba chupando y apretando, hizo que él también se acabase. En ese inmediato momento posterior le agradeció y pidió que dejara la bebida y se retirase.

Bebió y dijo.

—Descansa unos segundos que en un ratito retomamos.

Max Cher

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