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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
En la sala de espera con Sam
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Mientras la recepcionista volvía a su escritorio, me senté y le di una palmada en el regazo a Sam para que se sentara y me abrazara fuerte. Hacía una semana que no nos veíamos y los dos estábamos deseando tocarnos. Se sentó y me rodeó con sus brazos mientras yo hacía lo mismo. Mi cara se apoyó en su cuello y su olor y el calor de su cuerpo hicieron que mi corazón se acelerara.

Nos abrazamos con fuerza intercambiando― te quiero ―el uno al otro y mi brazo derecho la sujetó con fuerza por la cintura y el izquierdo le acarició el muslo. Mis labios se apretaron contra su cuello y gimió audiblemente. Besé su cuello lentamente y sentí que se estremecía entre mis brazos. Mi mano derecha, alrededor de su cintura, levantó su camisa para encontrar la piel que deseaba. La abracé con fuerza mientras se retorcía y gemía suavemente entre mis brazos. Mi polla estaba dura como una roca y se tensaba contra mis testículos y su pierna mientras se sentaba de lado en mi regazo.

Nos besamos apasionadamente. Con la boca abierta, nuestras lenguas se exploraban mutuamente. Los dos tratábamos de no hacer ruido, lo cual era muy difícil. La sala de espera en la que estábamos sentados estaba a la vuelta de la esquina de la recepcionista y había pocas posibilidades de que se acercara a nosotros, pero aun así, ¿por qué invitar a que nos sorprendieran?

Seguimos besándonos y acariciándonos. Nuestras manos por todo el cuerpo y nuestros cuerpos tratando de acercarse más y más. Mi corazón latía con fuerza. Me moría de ganas de estar dentro de Sam. Agarré su pelo moreno y tiré con firmeza mientras mi otra mano encontraba un pezón por encima de su camiseta y sujetador deportivo. Le retorcí el duro pezón mientras le tiraba del pelo y tuve que besarle más fuerte para reprimir el audible grito de placer que salió de ella. La hice callar mientras masajeaba su pezón endurecido. Ella dijo― ¡Oh, Dios! ―en voz baja en mi oído. Su caliente aliento en mi oreja me produjo escalofríos.

Sam se colocó a horcajadas sobre mi pierna izquierda, y comenzó a follarme en seco mientras yo le sujetaba las caderas y la besaba. Me desabrochó la cremallera y el botón de los pantalones y, metiendo la mano por debajo de la cintura de mis calzoncillos, me cogió la rígida polla. Fue eléctrico cuando me acarició la polla y me costó mucho esfuerzo no gritar. El hecho de que esto estuviera ocurriendo en una sala de espera a media tarde se desvaneció a medida que la necesidad de follar con ella se me hacía más y más urgente.

Enterré mi cara en el cuello de Sam mientras me hacía una tremenda paja al tiempo que mecía su pelvis contra mi muslo. Podía notar el calor de su coño y luego la humedad. En el momento en que se empapó a través de sus bragas y sus pantalones de chándal y pude notar lo lista que estaba para follar, susurré―Me voy a correr.

Se inclinó sobre la mesa en la que estábamos sentados, bajándose el chándal y las bragas lo suficiente como para que yo pudiera ver su coño hinchado, húmedo y abierto. Empezó a silenciosa. Me puse de pie y la penetré inmediatamente. Meter mi polla dentro de su hambriento coño fue increíble después del caliente y excitante besuqueo. Sólo empujé mi polla dentro y fuera de él dos veces, a punto de liberarme, cuando llegó su orgasmo.

Intenté sujetarla sobre la mesa mientras su cuerpo y sus piernas temblaban y su coño se abrazaba a mi polla. Se corrió luchando por permanecer callada, lo que fue especialmente difícil porque mientras se corría y su coño se apretaba contra mí, yo podía sentir cómo me corría dentro ella. A Sam le encanta que me corra dentro ella. Se la metí hasta los cojones mientras u chorro tras otro de semen la inundaba. Cada bombeo de mi semen dentro de ella hizo que mi cuerpo se estremeciera. Luché por no gritar con mi liberación.

Me quedé dentro un momento después de terminar. Los dos nos levantamos, volviéndonos a juntar. Yo con mi polla empapada de su coño y Sam con su coño lleno de mi semen. Un poco de razón volvió mientras estábamos sentados, sonrojados y respirando con dificultad después de haber follado el uno con el otro en una sala de espera. Le cogí la mano y se la besé, con la polla aun agitándose en mis pantalones. Se retorció un poco en la silla con la pierna derecha sobre la izquierda. Sonriendo, dijo― Estoy muy mojada ahora mismo.

Oímos a la recepcionista gritar su nombre para llamarla dentro. Nos pusimos de pie, nos abrazamos y nos besamos por última vez, y ella empezó a alejarse y a doblar la esquina. Sin embargo, justo antes de desaparecer, se inclinó por la cintura para atar su zapato ya atado dándome una vista perfecta de la mancha húmeda en la entrepierna de su chándal. Luego se puso de pie y mirando hacia atrás por encima de su hombro y me lanzó un beso y me guiñó un ojo.

MaxM

 

 

Sexo con Sam

MaxM había puesto un anuncio en una página de contactos buscando una mujer cachonda que buscara una polla normal. Y el sexo en el coche estaba en el anuncio. No quería a alguien demasiado tímida o nerviosa para follar y apareció Sam.

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