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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Un dedo en el culo
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Había estado caliente durante todo el día, sola en casa. Cuando mi marido volvió del trabajo, le convencí para salir a tomar una copa, sólo nosotros dos. Mi esposo se dio cuenta de que yo estaba realmente cachonda y aceptó la propuesta.

Cuando salí de la habitación, me miró y dijo que el vestido que había elegido llevar era demasiado corto.

Me miré en el espejo de la pared. Era un típico vestidito, negro, muy corto, buen y generoso escote. Para mí era una talla demasiado justa y mostraba bastante mis bonitos pechos redondos. Sin embargo, mi esposo tenía razón, apenas me cubría el.

Me lo había puesto una fiesta en casa de un amigo hace unas semanas. En esa fiesta, un perfecto desconocido me había llevado a un baño y me había follado, sin dejar ni una sola mancha de semen en mi pequeño vestido negro.

Nunca le conté a mi esposo la suerte que me había dado mi vestidito negro. Había disfrutado de la mejor manera cómo aquel extraño había usado y gozado de mi cuerpo. Así que decidí esta noche que debería usar de nuevo ese pequeño trozo de tela. Pensé que tendría suerte de nuevo esta noche.

Cuando entramos en el bar, cada uno de los hombres me miraba devorándome con ojos hambrientos. Estaba segura de que esta noche terminaría bien jodida por otro desconocido.

Mi esposo me dijo que me veía muy sensual. También había notado la mirada de lobo de cada hombre del bar, comiéndome con ojos lujuriosos. También estaba esperando por una buena mamada esa noche. Pero mi esposo no disfrutaría de mis habilidades orales.

En medio del humo y el ruido, nos encontramos con un par de buenos viejos amigos, Tina y Mike. Ambos estaban totalmente borrachos y nos ofrecieron tomar algo con ellos. Pero mi esposo sólo quería una copa de vino tinto y yo sólo quería una gran polla, incluso mejor si era negra.

Cuando mi esposo fue al baño, Mike se acercó a mí, diciendo que le encantaría tener sexo anal conmigo. Le dije que estaba loco, pero sabía que su esposa Tina, siempre le había negado el acceso a su pequeño trasero. Mike no sería una mala opción para mi coño caliente. Además, Tina había descrito su polla como la octava maravilla del mundo. Pero, por desgracia para mí, aún no había comprobado si mi amiga decía la verdad. Besé a Mike, diciendo que la próxima vez que lo encontrara, si estaba en buenas condiciones, podría follarme como quisiera, pero no por el culo. De hecho, mi esposo me había sodomizado hacía un par de días y mi ano estaba un poco dolorido. Por la mañana había tenido sexo en solitario con mi consolador negro favorito, pero en mi húmedo y caliente coño.

Pero Mike insistió y metió su mano bajo mi vestido corto. Le dejé jugar con mi culo, mientras miraba alrededor, para ver si alguien nos estaba mirando. Noté que mi amiga Tina estaba ocupada con un rudo cliente, al que me había cogido hacía meses. Sabía que se quedaría dolorida si aquel hombre le follaba el coño.

Mike me susurró al oído que odiaba a mi marido, por tener una esposa tan cachonda y zorra como yo. Me reí, diciendo que mi esposo le odiaba al él por la misma razón. Mi esposo, regresó de repente a nuestra mesa y encontró la mano de Mike bajo mi vestido negro. Le agarró la muñeca y se la retorció con fuerza, susurrando a Mike en la oreja que mi trasero sólo pertenecía a él, a su marido.

Mi esposo llevó a su amigo a la mesa done estaba Tina, diciéndole al hombre que la acompañaba que ella estaba casada. Dejó a Mike allí y volvió conmigo. Ronroneé como una gatita, diciéndole que era mi héroe.

A cada minuto me sentía aún más caliente y quería volver a casa para dejar que mi hombre me follara de la manera más salvaje, pero me dijo que la noche era demasiado joven y que aún era pronto para regresar a casa. Después de un rato, mi esposo se levantó, diciendo que iba a la barra. Me quedé sentada en aquel solitario y oscuro rincón, esperándole.

De repente, noté una fuerte mano pasando por debajo de mi vestido y frotándome las nalgas. Sabiendo que mi esposo estaba tan caliente como yo, le dejé que me acariciara los muslos y el trasero. Me relajé y me incliné ligeramente hacia atrás sin girar la cabeza. La mano empujó la muy pequeña tanga a un lado y buscando mi empapado coño. Yo sólo susurré en aprobación y pasé mi mano por detrás, para frotar su duro pene a través de los pantalones. Descubrí que ya estaba duro como una barra.

Empujó un dedo entrando dentro de mí mientras yo le frotaba la polla como podía. Pronto añadió un segundo, y luego un tercer dedo dentro de mi húmeda y caliente vagina. Me encantaba la forma en que me lo hacía. Quería tener todos sus dedos en mi boca, para saborear mis propios fluidos. Y quería chupar la polla de mi marido, como recompensa por sus habilidades manuales en lo profundo de mi coño. Era evidente que lo había excitado.

De repente, uno de esos húmedos dedos encontró el apretado capullo de mi ano. Me quejé, animándolo a seguir adelante con este sucio juego de dedos. Entró muy fácilmente. Sentí que estaba en el Cielo, mientras él empezaba a deslizarlo dentro y fuera, más y más rápido. Sabía que estaba cerca de tener un orgasmo. Pero entonces este largo dedo se deslizó y encontró mi clítoris hinchado.

Justo cuando el camarero me trajo otro margarita, me dejé llevar exhalando un gemido muy fuerte. Sabía que el barman pudo oírlo pero sólo me sonrió y le devolví una sonrisa muy sensual.

Noté como retiraba los dedos con el trabajo muy bien hecho. Su fuerte mano me dio una fuerte y rápida palmada en el trasero, que me hizo chillar y temblar de placer.

De repente mi corazón casi se detuvo, cuando vi que mi esposo venía hacia mí desde el bar, con una nueva copa de vino en su mano.

Ana y Víctor

Otro relato ...




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