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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Trío con Zaira y Román
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Hola soy Belu. Soy una chica que disfruto el sexo con chicas y chicos. Mi estatura es de apenas 1.58 y mi peso de 57 kilos. Soy de piel blanca, cabello corto oscuro. Senos abundantes y un trasero algo grande para mí estatura.

Un sábado a la noche que me encontraba sola en mi casa, decidí ir a un local donde únicamente se reúnen mujeres.

Después de aburrirme bastante, necesité ir al baño. Allí conocí a Zaira que también había ido sola. Es una mujer alta, de piel trigueña y cuerpo es muy bien proporcionado. Me dijo que le gustan las chicas blancas y menudas y que también le agradan los hombres. Yo me reí al oír su afirmación, pero íntimamente me sentía halagada, entonces le dije― Tengo amigos y he tenido lindos encuentros.

Zaira me invitó a tomar una copa en la barra y allí nos contamos muchas cosas. Me dijo que un buen amigo la esperaba en su casa. Sus manos me acariciaban los hombros y mis brazos descubiertos. Luego una segunda ronda de copas y fuimos a bailar tomadas de la mano.

Me agradaba su elegancia, la manera de dirigirse a mí y el contacto de su cuerpo cuando nos juntábamos bailando hasta apoyar mis pechos en su estómago.

Luego de besarnos por primera vez, me dijo que le encantaría que la acompañe a su casa. Respondí que con gusto iría. Zaira sonrió y me abrazó fuertemente. Continúo diciéndome que en su casa estaba Román. Que a él le encanta presenciar los encuentros lésbicos, y a veces pide participar del encuentro.

Cuando llegamos ya un poco ebrias, nos recibió un hombre robusto con barba candado. Un chico con sonrisa ingenua en sus labios gruesos. Me pareció un buen tipo. Me impresionó, su estatura y peso.

Zaira y Román fueron muy amables, haciendo que me sintiera a gusto con ellos. Ella me miraba con deseo mientras brindamos con Román. Luego tomándome de una mano me condujo a su habitación.

― ¿Te agrada? ―Preguntó señalando su hermosa cama y agregó― Está esperándonos. Luego me indicó el amplio baño, donde juntas nos quitamos la ropa y nos higienizamos.

Zaira pasó una toalla por mi cuerpo y me dio un beso largo y profundo. Abrazándome hizo que se juntaran nuestros cuerpos desnudos. Mis pechos se apoyaron en su vientre. Ella ejerció presión en mi cabeza para que bajara, indicando que llegará con mis labios a su vulva tan depilada como la mía.

Dos minutos así, de pie. Luego caímos sobre la mullida cama. Zaira tendida boca arriba, yo sobre ella. Me chupaba los pezones con maestría haciendo que me retorciera de placer. Luego en posición de sesenta y nueve, jalaba los labios de mi vagina como si fuese una perra hambrienta. Yo succionaba los labios carnosos y calientes de su sexo. Mi lengua hostigaba su clítoris crecido y duro, logrando hacerla estremecer.

Cuando oí la voz de Román, miré hacia la puerta.

― ¿Puedo mirar? ―Preguntó. Estaba desnudo de pie acariciando su pene erecto.

Zaira, volteo su cabeza para mirarlo y dijo― Puedes mirar― Y volviéndose hacia mí, llenó mi boca con su lengua inquieta.

Un orgasmo comenzó a gestarse en mi cuerpo y convulsioné cuando cuatro dedos de nueva amiga estiraban mis labios vaginales.

Román, meneaba su miembro y lo golpeaba en su mano izquierda, suspirando profundamente.

― ¿Puedo participar? ―Dijo en voz baja.

Sin mirarlo Zaira me dijo al oído― ¿Le permites venir? ―Respondí que sí, que no me molesta.

Yo estaba sobre Zaira en hermoso sesenta y nueve, de espaldas a él. Ella hizo un ademán e inmediatamente sentí los pelos del pecho de Román apoyados en mi espalda. También su grueso pene tocando los labios de mi vulva y entrando en la boca de Zaira.

El imponente cuerpo de él me apretaba sobre Zaira. Pero ella pronto gritó― ¡Me están matando!

Román se dejó caer hacia un lado. Yo me dejé caer hacia el otro.

Mi amiga se sentó en la cama y propuso― Juguemos al caballito en la alfombra, a Román le encanta que lo monten.

El movió la cabeza afirmativamente y se puso de rodillas sobre la alfombra. Zaira me indicó que me sentará sobre su ancha espalda poblada de pelos.

― Te paseará una vuelta mientras yo lo estimulo― Dijo tirándose al piso y lamiéndole las pelotas desde atrás.

Terminada la vuelta alrededor del sillón, Zaira se encaramó a su lomo y yo lo estimulé. El miembro de Román hacía movimientos pegándose a su vientre mientras el permanecía en cuatro patas.

Entonces mi amiga dijo―A mí me encanta jugar a las perritas y el perro...

― ¿Cómo jugamos? ―pregunté riéndome.

― Nosotras las perritas caminamos de rodillas moviendo la cola, siendo lo más sensual que podamos, el perro al vernos se excita y viene a olfatear y lamernos. Si hay deseo y química, la perrita se detiene y el perro sabrá que hacer.

Zaira, caminando de rodillas movía el culo muy sensualmente, arqueando la cintura para levantarlo. Yo intentaba imitar sus movimientos y nos reíamos una de la otra por ser perritas de colas gordas.

El perro estaba atento a nuestros movimientos. En una pasada de Zaira, cruzó un antebrazo sobre sus pantorrillas, haciendo que se detuviera. Su lengua se deslizó entre la muy mojada vagina y el ano de mi amiga. Ella la cabeza en la alfombra para ofrecerle más facilidad de llegar su lengua. Luego de dos minutos la dejó continuar.

Zaira movía el traste mientras comenzaba a moverse.

Cuando yo estuve a su alcance, cruzó un brazo delante de mí y me detuve. Román pasó la lengua desde mi oreja derecha hasta llegar a mi cola. La introdujo entre mis nalgas poniéndola en punta. Siguió por mi vulva. Bajé la cabeza hasta la alfombra ofreciéndole mi sexo. Su lengua obró como un disparador a entregarme sin pensarlo. Román poniéndose también en cuatro patas, cubrió mi cuerpo con el suyo. Sentí el roce de sus pelos que le cubrían pecho, vientre e ingles. Me acariciaban la espalda, cola y entre mis piernas cuando me presionó desde abajo para enterrarme con su gruesa herramienta. Fue delicioso.

Estaba embriagada, por un poco por el alcohol y por tener algo tan grueso estirando la piel de mi vulva, hambrienta y muy mojada. El jadeaba como si fuese un perro auténtico.

Mis rodillas se levantaban de la alfombra cada vez que Román empujaba con su pelvis y me sujetaba con un brazo por mi vientre.

El orgasmo fue gigante y demoledor. Gemía con los ojos cerrados. Sin mirarlos. Zaira introdujo una mano entre mi culo y el vientre de Román para llegar con el dedo del medio a mi ano y penetrarlo. No me dolió, mi anillo anal estaba distendido. Ella hacia movimientos con su dedo, duplicándose el gozo en mí. Fueron minutos de mucha intensidad.

Román se volteó hacia un lado, sacando de mí su verga mojada por mis jugos. Zaira quitó su dedo y se sentó a horcajadas sobre su amigo que estaba tendido en el piso mirando el techo. Ella movía su cuerpo, levantando el trasero y sentándose nuevamente sobre la verga de Román. Sus movimientos fueron cada vez más rápidos y las sentadas más violentas. Él la tomó por las tetas y ambos decían palabras o hacían sonidos que no entendí.

Llegaron juntos al orgasmo, gruñendo él y temblando ella .Luego permanecieron quietos unos minutos. Él inmóvil, ella caída sobre el pecho de Román con las piernas abiertas. Yo podía ver su vagina aún abierta y el miembro de él con un hilo de semen, flácido y brillante, mojado por sus fluidos.

Román fue al baño de las visitas, Zaira y yo nos bañamos juntas en el baño principal. Luego tomamos café y nos despedimos con un beso de pico, prometiendo vernos pronto.

Belu

Otro relato ...




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