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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Me encanta comer coños peludos
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Así que tengo que decir en voz alta que adoro los coños naturales de mujer. Estoy bastante seguro de que todo se remonta a un día concreto en mi juventud, mi amiga de la escuela secundaria y futura primera esposa, los dos teníamos 18 años en ese momento, y yo llevamos el auto familiar prestado al centro comercial para comer algo rápido y ver una película. Cuando me preguntó si teníamos algo de tiempo antes de la película, le dije ―Si, ¿qué tienes pensado?

Aquella chica siempre estaba súper cachonda, así que ya tenía algo pensado y me echó "esa mirada" y acabamos en la parte de atrás del auto besándonos y metiéndonos mano el uno al otro de forma feroz. El coche tenía unas gruesas pantallas de sol en las ventanas traseras, así que pensamos que estábamos a salvo cuando aparcamos en el aparcamiento del centro comercial cerca de una zona llena de árboles para darnos sombra. ¡Y vaya si nos pusimos a ello!

Pronto le quité sus pantalones cortos y ella me quitó los míos y nos envolvimos el uno al otro en un perfecto 69, sorbiéndonos ferozmente. Aquella chica tenía el más hermoso arbusto negro completo que rodeaba su montículo hinchado y los hermosos labios rosados de su coño carnoso. Hacía poco que había aprendido a tocarle el clítoris leyendo algunas historias de porno que tenía mi hermano mayor, así que la abrí bien y exploré. Cuando le levanté el capuchón extremadamente hinchado, allí estaba, el pequeño y duro nódulo apuntando hacia mí. Le di un par de golpecitos con la lengua y casi me arrancó la polla de un mordisco por su repentina reacción, así que supe que estaba en el lugar adecuado. Procedí a sumergir mi lengua lo más profundamente posible en su agujero y luego la hice girar alrededor de aquel frijol mágico.

Estaba claro que estaba logrando el efecto deseado, ya que sentí que me agarraba la cabeza con sus poderosos muslos y se estremecía con el orgasmo. Sabía que no debía parar, así que seguí haciéndolo y ella también. Me pareció que tuvo espasmos y se corrió durante unos diez minutos seguidos, toda una experiencia mágica.

Saboreé su dulce néctar mientras me impregnaba la cara con él. Introduje mi barbilla y mi nariz tan profundamente que a veces me costaba respirar, pero no iba a aflojar hasta que ella me lo pidiera. Al final noté que la intensa presión cedía y pasó a agarrarme los huevos con fuerza y a lamerme y chuparme la polla salvajemente. Sabía que no debía correrme en su boca porque me lo había dicho cuando empezamos a explorar el sexo, así que le dije que iba a correrme. Ella se apartó y agarró mi vara mientras yo lanzaba mi enorme carga sobre sus tetas desnudas. Mientras nos separábamos y nos tumbábamos juntos en la parte de atrás del coche, dándonos tiempo para recuperarnos de nuestro dichoso intercambio, vimos a algunas personas en el aparcamiento que nos miraban y sonreían.

Nos limpiamos, nos vestimos y salimos del coche. Mientras caminábamos hacia el centro comercial para nuestra cita prevista, nos dimos cuenta de que aquellas plantas no bloqueaban las cosas tan bien como pensábamos. Pero bueno, dimos un espectáculo supercaliente para cualquiera que quisiera mirar.

Cuarenta años más tarde, todavía puedo recordar toda aquella increíble situación, desde las sensaciones hasta los sonidos, el sabor y los aromas, y especialmente la maravillosa visión de su espectacular y joven coñito en toda su gloria natural.

Homero

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