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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Segunda vez en casa de Carlos
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Luego del encuentro íntimo que mantuvo Carlos en su casa invitando a Elisa, Elvira y Claudio. No pudieron encontrarse en la playa porque siguieron dos días de lluvia.

Al día siguiente llegaron los maridos de ambas que alquilaron un departamento y las sacaron del hotel Antártida. Bruno y Manuel permanecieron dos días en Mardel y luego volvieron a Buenos Aires. Una vez más, Elvi y Eli, disponían de todo el tiempo para encontrarse con sus amigos.

Al llamado telefónico de Eli, Carlos acudió de inmediato, trayendo la sunga de Claudio olvidada en el fondo de la piscina.

Carlos vino por sus amigos a la mañana, antes del mediodía, para almorzar en su casa y estar juntos el resto del día.

A la noche cuando mi amigo regresó al hotel le dije― Clau cuéntame algo o todo sobre tu paseo, lo mío es breve de contar, me aburrí como una ostra.

Clau, tomo asiento en el único sillón de la habitación y comenzó su relato.

“El almuerzo servido por Carlos consistió en sandwiches triples, bocaditos agridulces y canapés. Para beber sirvió vino blanco en dos varietales Sauvignon y Torrontés, agua mineral, Coca cola y jugos de fruta.

Las chicas apenas probaron bocado y se excusaron diciendo que hacía mucho calor. Creo que no querían cargar sus estómagos previéndose mucho bamboleo.

Los cuatro bebimos bastante.

Elisa y Elvira, prefirieron el Torrontés. Luego de beber dos copas, cambiaron su ropa de calle por esas bikinis hermosas que resaltan sus atributos femeninos

Cómo la anterior visita. Carlos, cubriendo su intimidad únicamente por una sunga negra pidió― ¡Topless por favor chicas hermosas!

Ellas, con los pechos descubiertos, ocuparon dos reposeras a la sombra de un árbol frondoso. Charlaban entre ellas y reían.

Carlos y yo permanecíamos en el comedor bebiendo una botella más del exquisito Sauvignon blanco, helado. Luego tendimos dos mantas en el césped próximo a ellas y nos quedamos dormidos dos horas

Carlos se despertó y me sacudió― Las chicas ya están en la piscina ―Dijo con preocupación por habernos dormido.

Nos levantamos y fuimos hacia la piscina que ya tenía un sector sombreado.

Elvira con señas nos indicó que debíamos quitarnos la ropa. Entonces caminamos contorneando el cuerpo y agitando las prendas en la mano. Ambas se reían mucho y nos apresuramos para ingresar al agua.

Abracé a Elvira apoyando mi sexo en su vientre. Ella estaba con la bikini puesta y también Carlos percibió el engaño. Y protestó― Es una piscina nudista, les quitaré las bikinis y tendrán una sanción.

Inmediatamente se dirigió a Elvira y le sacó la bikini por los pies. No sin antes meter mano en su sexo. Luego tomando por la espalda a Elisa, le quitó también la bikini. Ella apoyaba una mano sobre el hombro de Carlos agachado a fin de llegar al fondo de la piscina.

Mirándolas a los ojos le dijo― La sanción consiste en que nosotros dos nos sentamos al filo de la piscina y ustedes nos deleiten con un buen pete ¡Un rico oral!

― ¡Oh! ―Exclamó Elisa.

Elvira le preguntó― ¿Ese tipo de juego quieres hacer?

― Sí, pero te voy a dar la revancha. Luego si no podemos cumplir órdenes tuyas nos aplicas una sanción ―Explicó Carlos.

Elisa metió su cabeza entre las piernas de Carlos y trató de engullir todo lo que pudo de un cilindro descomunal. Cálculo de veinte centímetros por cinco y medio centímetros de diámetro.

Elvira sonriendo tragó la cabeza con forma de sombrerito y la quitaba de sus labios haciendo el sonido de “plop”

Cuando mi pene estuvo totalmente rígido, dijo― Basta para mí.

Elisa también largó su juguete.

Carlos y yo nos metimos nuevamente al agua para bajar esa erección sin eyacular.

Unos minutos después, Elvira propuso su juego. Salió fuera de la piscina, puso una toalla doblada en cuatro sobre el piso, apoyó la cabeza y las manos levantando las piernas hasta hacer la vertical.

― Deben hacer este ejercicio y mantener la vertical invertida por 20 segundos, si no lo logra será sancionado ―Dijo con firmeza.

Lo cierto es que ni Carlos ni yo logramos ponernos en vertical invertida.

Ellas se hablaron a los oídos, muy bajo, para ponerse de acuerdo en la sanción.

― La sanción será en que deben lamer y chupar nuestros pies como si comieran una exquisitez ―Aclaró Elvira.

― Lo haré con gusto ―Dijo Carlos

Yo no dije nada. Ellas salieron por la escalerita y tomaron asiento al filo de la piscina colgando sus pies hacia el agua.

Me posicione frente a Elvira, tomé su pie derecho y aprisione con mis dientes un dedito. Carlos poniéndose a mi lado dice ― Amigo, me hará feliz si permites chupar este pie tan sensual, claro si Elvira acepta.

Yo miré a Elvira que asintió con la cabeza aceptando el galanteo.

Por mi parte, inmediatamente dije― ¿Me permites disfrutar tus pies encantadores? Dije dirigiéndome a Eli.

Ella estiró la pierna ofreciendo un pie. Lamí suavemente entre sus deditos y la planta de su pie provocándole cosquillas. Ella flexionó su pierna ofreciendo la visión de su sexo muy bien depilado. Y volvía a estirar la pierna brindando nuevamente su pie. Chupé dedo por dedo en ambos pies entre su risa y el escamoteo de doblar su pierna cuando mi lengua le causaba cosquillas. Mis ojos no se apartaban de su sexo carnoso apoyado sobre el pavimento.

Al cabo de varios minutos de deleitarme con sus dedos, noté algo brillante entre sus labios vaginales separados no más de un milímetro. Eran sus fluidos lubricantes naturales que comenzaban a humedecerla. Eso me gustó

Carlos quería devorar literalmente los pies de Elvira y continuar por el resto de su cuerpo.

Terminada la prenda las ayudamos a entrar al agua. Carlos prácticamente la bajo en brazos.

Eli se apoyó en mi hombro y saltó al agua. Con mi brazo estirado intenté sujetarla por la cintura pero fue su culo lo que hizo contacto con mi mano para mí propio deleite.

Ya se había ocultado el sol, Carlos y Elvira charlaban muy juntos y se unieron a nosotros en un abrazo a cuatro.

El dueño de casa dijo― Voy por algo fresco para brindar por este encuentro ¿O prefieren ir a la casa? Nos quitamos la sed y continuamos jugando.

Todos estuvimos de acuerdo en ir hacia la casa. En el comedor había una mesa amplia con seis sillas tapizadas. Yo ocupé una y a mi lado, Elvira otra. Carlos acercó una bandeja con cuatro copas y una botella de vino espumante. También dejo sobre la mesa otra bandeja con bocaditos y una bolsita de tela.

― Por nuestra amistad, por la libertad sexual, por habernos conocido ―Fue el motivo del brindis propuesto. Y continuó― Creo que es hora de disfrutar nuestros cuerpos. Todos nos deseamos y estamos en ebullición ¿Qué les parece si sorteamos los compañeros para esta vez? Únicamente por esta vez. Me genera morbo no saber quién será mi amante por un rato ¡Yo deseo las dos exquisiteces! Con Eli lo repetiría cien veces. Hacerlo con Elvira me seduce porque lo desconocido me calienta mucho.

― ¿Cómo elegimos? ―Pregunté.

― Elegimos por sorteo si las chicas están de acuerdo.

Ellas dieron el sí y Elvira agregó― Los dos merecen pasar un buen momento y nosotras también. Confío en ambos

― Está bolsita contiene 100 bolillas de lotería, del 00 al 99 ―Explicó Carlos― Haremos 10 vueltas sacando cada uno una bolilla por vez y sumaremos los puntos alcanzados por cada uno. Los dos de mayor puntaje compartirán habitación. Y los dos de menor puntaje compartirán la otra habitación.

En la primera vuelta fui el de mayor puntaje 98. En las siguientes no recuerdo. Al final de las diez vueltas ganó Elisa con 530 puntos y le seguí con 418.

― Los perdedores nos vamos ―Dijo Carlos sintiéndose ganador. Intuí que sería su deseo coger con Elvi y tomándola de la mano la llevo rápido Ella a su lado, con su estatura apenas llegaba al pecho de él.

Elisa y yo nos abrazamos y la tomé por la cintura para ir a la habitación de huéspedes.

Apenas entró, se sentó en la cama y tomando su cabeza entre las manos dijo― Elvira se va a enojar mucho conmigo...es mi amiga.

― Es un juego Eli. Ella estuvo de acuerdo en jugar ―La consolé.

Fue al baño a cepillarse el cabello y a perfumar su cuerpo con un aroma muy femenino y sensual.

― ¿Tanto merezco? ―Le dije cuando regresó.

Yo estaba sentado en la cama con los pies apoyados en el piso. Ella se arrodilló entre mis piernas y comenzó a chupar mi pene muy fuerte, casi sin respirar. Estaba nerviosa o incómoda.

Pasé mis manos por su rostro, quitándole el pene de la boca.

― ¡Eli mírame! ―No debes hacer nada que no te agrade ni permitir que yo te haga algo que no quieres. Yo deseo disfrutar de tu hermoso cuerpo, darte una cogida memorable pero tú tienes la última palabra.

No respondió, seguía de rodillas. La tomé por los hombros y la acosté acomodando una almohada bajo su cabeza.

― ¿Te molesta la luz? ¿Quieres hacerlo en penumbra?

― Sin luz, hasta que me acostumbre ―Dijo hablando muy bajito.

Permaneció encendida únicamente la luz del baño. En penumbras me acomodé entre sus piernas. Apoyé la cabeza de mi pene entre sus labios vaginales e introduje mi lengua en su boca. Mi dedo índice encontró su clítoris y lo acaricié haciendo círculos sobre él. Luego de besarla mucho en la boca baje a sus pechos y los chupé con fuerza como ella me había chupado el pene.

Comenzó a moverse de lado y a respirar con agitación. Algo había activado su instinto de hembra.

Sostuve con mis manos sus brazos hacia atrás sobre la almohada y empuje mi cadera para entrarle. Deje sus brazos en libertad, y la miré a los ojos. Lejos de molestarse, estando enfrentados, apoyó sus manos en mi pecho. Acariciándome dijo― Me encantó el masaje en los pies, sos muy suave.

Mirando a sus ojos y diciendo cosas dulces a su oído, la penetré con profundidad. Comenzó a gemir y a llorar, cuando mis embestidas cobraron velocidad. Estaba muy mojada. Luego la liberé del peso de mi cuerpo y le pregunté si le gustaría cabalgar. Ella gemía y no respondía.

Estando acostado boca arriba le pedí me montará e hiciéramos una penetración controlada por ella. Cuando estuvo sentada sobre mis piernas, le indiqué que aproximase su cara a la mía, para hacer coincidir nuestros sexos.

Tomé sus nalgas con ambas manos y las mantuve separadas para que mi pene se deslizara sobre su ano acariciándolo. Cuando el pene estuvo alineado con su vagina, empujé fuerte, mis manos no dejaron un centímetro de su culo sin tocar y mis dedos presionaron su ano.

Ella comenzó a hacer movimientos propios de sube y baja con la cadera. Lleve mis manos a contener sus tetas que rebotaban y nos movimos frenéticamente.

Sentí bajar los fluidos de su vagina y temblar su cuerpo hasta que se dejó caer rendida a mi lado.

Nuevamente me ubiqué entre sus piernas, y las levanté sobre mis hombros. La cogí así violentamente. Hasta no aguantar más la tensión sexual y llenarla de semen.

Permanecimos unos minutos así. Yo sobre ella con el pene ablandando dentro de su cuerpo. Después de espaldas a mí, La abracé y ubiqué el miembro en la separación de sus glúteos, suaves, más pequeños y menos firmes que los de Elvira. Pero divinos para estrujarlos.

― ¡Fue hermoso! ―Dijo ella.

― Sos divina... sos el postre exquisito para celebrar un encuentro ―Le dije.

Eli se rio bajito casi sin emitir sonidos.

Mis piernas se enredaron en las suyas, como me agrada hacerlo para llevarla a formar una para que su culo quede mejor expuesto a mi verga que comenzaba a despertar. Mi pene aún dejaba escapar el semen viscoso que mojaba entre las nalgas a Elisa.

― ¿Te gustaría hacerlo una vez más Eli? ―Pregunté.

― Lo que tú quieras ―Respondió.

Analicé su respuesta y volví a preguntar― ¿Sabes lo que me gustaría hacer a mí?

― No lo sé ―dijo y agregó― Elvira me contó que tiene muy buen sexo con vos, que disfruta todo lo que le propones... ―He hizo silencio.

Entendí que se refería al sexo anal que tanto disfruta Elvira. Llevé una mano entre sus piernas desde atrás y comencé a jugar con su clítoris y labios vaginales. Ella separó un poco las piernas aprobando el juego.

La besé en la nuca y la espalda, mientras mi mano derecha jugaba con cuatro dedos en su vagina y el pulgar se apoyaba en su ano. Eli, suspiraba. Su clítoris estaba erecto como sus pezones.

― Te deseo tanto que quiero devorar tu culito y hacerte un lindo anal, lamento no tener lubricante― Le dije al oído.

Ella, dijo suavemente― Tengo algo en mi cartera, Elvira me sugirió traerlo.

La dejé en la cama con el culo expuesto para mí placer y fui por su cartera.

Cuando se la di en sus manos, abrió un cierre y me alcanzó un pomo. Luego dejó caer la cartera al piso.

Me puso tan contento su gesto que hundí mi cara entre sus nalgas y le lamí el ano. También su vagina muy mojada.

Ante los masajes aplicados con la punta de mi lengua, comenzaba a dilatarse esa entrada tan estrecha. Apliqué en mis dedos arginina lubricante y se los encajé sin que opusiera resistencia. Primero el índice, luego los otros hasta lograr abrirla con el dedo pulgar y jugar a entrar y salir de ella. Siempre cargando lubricante en mis dedos y su ano.

Mordí su orejita y le dije al oído ―Vamos a ponernos en mejor posición para gozarnos.

Coloqué dos almohadas bajo su vientre. Manteniendo el culo levantado, sus nalgas un poco separadas y las piernas semi abiertas. Acaricié sus labios vaginales que estaban a mi alcance y penetré su ano con dos dedos. Eli estaba tranquila, dispuesta a ser cogida por el culo.

Apliqué abundante lubricante sobre el glande, alineándolo con la pequeña entrada. Un poco de presión y Eli comenzó a inquietarse. Posiblemente le molestaba el estiramiento del esfínter.

Me mantuve dos minutos sin moverme y empuje un poco más. Ella respiraba agitadamente, también abría y cerraba las manos. Otra vez mantuve la posición. Cuando se serenó, presione nuevamente con mi pene y todo el glande entró en ella que lloró y agitó las piernas.

― ¡No aguanto más! ―Dijo.

― Ya no te va a estirar más, vas a gozar ―La tranquilice.

Al cabo de dos minutos más, todo mi pene estaba en sus entrañas y comencé a moverme, dándole placer y una cogida anal memorable por varios minutos antes de descargarme en su interior profundo.

― ¿Te dolió? ―Le pregunté al oído.

― ¡Mucho! ―Respondió y agregó―. Lo tienes muy grueso, con Manuel no sufro nada.

― Son muy distintos los penes de un hombre a otro ―Le aclaré que hay penes curvos como ganchos, son dolorosos en la vagina o ano― También las vaginas son distintas en cada mujer.

Luego camino del baño fui dándole palmaditas en la cola.

Me bañó como a un niño y me dijo― Ya no siento pudor de estar desnuda con vos, conoces todo mi cuerpo.

Luego sosteniendo mi pene en la palma de su mano dijo― Esta cabeza es distinta a la de Manuel.

― ¿Distinta? ―pregunté.

― Si, esta tiene un vuelo grueso que sobresale atrás. Manuel la tiene con forma de bala.

Continuamos enjabonando nuestros cuerpos y conversando.

― Me inquiete cuando comenzaste a lamer mi ano, por temor a estar sucia ―Dijo con tono de sentir vergüenza

― Sos una prejuiciosa. Aún hay tiempo para que lo hagas crecer a mi pene, y cogemos una vez más ―Le respondí.

De rodillas sobre una alfombra de goma, Eli se deleitó haciendo que mi miembro cobrase rigidez y apreció, bien iluminada la cabeza sombrerito que tanto dolor le causó.

Se puso de pie y nos besamos moviendo nuestras lenguas. Le propuse colocar una toalla sobre la mesada del lavatorio y apoyar sus pechos en ella.

Separó un poco las piernas quedando a la vista el camino de llegada a sus dos entradas. Entré en su vagina desde atrás con tanta fuerza que por poco la levanté del piso. Pronto Eli, comenzó a convulsionar por el orgasmo que recorría su cuerpo.

Saqué la verga de su interior, muy mojada y presione con el glande sobre su ano que le permitió entrar en dos enviones sin arrancarle llanto y comencé a bombearla hasta no sentir la resistencia de sus anillos anales. Mientras ella gemía y suspiraba.

Se la sacaba y volví a entrarle a fondo. Varias veces hasta dolerme el pene.

Descargué en sus entrañas el poco semen de mis bolas y nuevamente a lavarnos. Ella uso el bidet.

― Me arde el ano al toque del agua ―Dijo con preocupación. Y continuó― Tengo los labios vaginales hinchados y enrojecidos también.

A mí me dolía el pene pero no se lo dije. Me limité a decirle que en un día todo estaría normal. Nos dimos una cogida memorable

Luego de vestirse, se peinó, perfumó y sonrientes salimos al comedor donde ya nos esperaban Elvira y Carlos.

Ella se rio al vernos y exclamó― Que lindo verlos contentos. Eso dice que la han pasado de diez.

― ¡Divino! Lo vivido hoy durante todo el día será inolvidable ―Respondió Elisa.

Así, quedó bien con todos y no se refirió únicamente a la buena cama que había tenido conmigo. Elvira vino hacia mí y me besó.

Elisa tomo de un brazo a Carlos y levantó la cabeza ofreciendo la boca entreabierta.

Un poco después, Carlos nos acercó hasta aquí.”

― Gracias Clau, por la paciencia en detallar y relatar tu encuentro.

Rober.

En casa de Carlos

Claudio y Rober planean un viaje que coincida con el de Elvira y Elisa, que van sin sus maridos. Y aparece Carlos.

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