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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Rosa y Luis
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Hola, quiero contarles lo que me aconteció hace unos días. Desde una ciudad distante trescientos kilómetros llegó  a nuestra casa,  una amiga de la infancia de Claudio.

Rosa vino acompañada por su compañero llamado Luis, para realizar un trámite legal en Buenos Aires. Rosa hizo propicio el viaje para visitar a Claudio y realizar algunas compras.

Mi amigo y novio estaba  muy contento  con la visita que recibiríamos por un día. Claudio, muy temprano, se trasladó  a la terminal de autobuses para recibirlos. Yo permanecí en casa; poniendo un poco de orden a nuestros utensilios del baño y prendas íntimas a lavar.

Dos horas después, llegaron. Rosa, una mujer menuda, rubia de cabello  corto, de edad similar a Claudio, casi cincuenta años. Luis, delgado. bastante alto, un poco desaliñado pero muy sonriente.

Claudio y Luis  comenzaron prontamente un diálogo sobre equipos de fútbol. Rosa  se ofreció a ayudarme a servir el desayuno. Nada mencionó ella sobre mi aspecto, quizás afeminado para sus ojos. Se limitó a contarme que había crecido muy cerca de la casa paterna de Claudio. Y que tenía una amiga también de la infancia residiendo en Buenos Aires. Que esa amiga se llamaba Elsa.

Muy activa, Rosa, rápidamente, alistó el desayuno. Mientras a mi lado movía su culo redondeado y firme aunque pequeño. Sus pechos medianos levantaban la camisa abierta hasta el comienzo de ellos.

Desayunamos los cuatro juntos.  Luego los invitados pasaron a la habitación  de huéspedes a reponerse de su viaje en autobús. Antes de que ellos se retiraran a descansar; vi los ojos de Claudio mirando con brillo de morbo el trasero de Rosa.

Luego nos encontramos durante el  almuerzo, ella con ropa más liviana y sugerente, muy perfumada. Luis , también con ropa cómoda, de colores claros con aspecto de recién bañado. La charla fue  amena, con chistes insinuantes a lo sexual por parte de Luis. Claudio festejaba sus ocurrencias. Yo sonreía y cada vez que miraba hacia adelante encontraba los ojos del invitado mirándome. Estábamos enfrentados en la mesa. Claudio estaba sentado, enfrentado a Rosa.

Ella recordó que debía la visita a Elsa y preguntó, nombrando una calle y  su altura―¿ No estará extremadamente lejos.?

Claudio respondió― No, está cerca, pero te llevo en mi auto.

― Yo prefiero quedarme a descansar o hablar con Robert ―Dijo Luis.

Así fue que pasadas las catorce horas, claudio y Rosa salieron rumbo al gran Buenos Aires norte, previo pasar por un escribanía céntrica. Ya sólo con Luis, él se instaló en un sillón y me preguntó― ¿Tienes alguna  peli buena?

― ¿De que género? ―Respondí

― Del que te gusta a vos ―Dijo.

― Me encantan de amor gay ―Le dije con firmeza.

― A mi también me va ―Respondió él.

Dispuse el vídeo de un encuentro gay, al filo de una piscina, donde dos chicos se devoran literalmente Luis miraba cada detalle con gran interés;  el mío  también creció al ver cómo se levantaba el pantalón en su entrepierna.

― Tengo un regalo para vos Rober ― Dijo alargando una mano con una pequeña bolsita rosada.

La tome y abrí. Era una prenda íntima, un mini tanguita de hilo dental color rojo.

Me reí y  respondí ―Gracias Luis ―Y le besé una mejilla.

― Quiero vértela puesta, dame el gusto ―Pidió dulcemente.

Ingrese al baño a higienizarse y colocarme la prenda. Salí vestido  con una camiseta blanca con vivos rosados; cortita que no cubría mi ombligo y el minúsculo hilo dental rojo. En ese momento  en la peli se emitían gemidos  mientras un chico recibía las embestidas de su amigo que lo embestía de frente. Luis se tocaba la verga muy crecida aun cubierta por su pantalón. Cuando miró  hacia mi  Exclamó ―¡ Hermoso! Como deseo comerte todo...

Hice una vueltita frente a él y rápidamente me tomó  de un brazo llevándome hacia su cuerpo. Caí  sentado sobre su regazo, sobre un paquete caliente aun cubierto. Giró  mi cabeza e introdujo su lengua en mi boca. La sentí moverse llegando hasta mi garganta. Me sacudí para poder respirar mientras sus manos apretaban mis pechos. Mis pezones se pusieron duros al punto de dolerme con el roce de sus grandes y fuertes dedos.

Desde que vi una foto tuya, me invadió el deseo de tenerte entre mis brazos y hacerte mio ―Dijo suavemente a mi oído pero con firmeza.

― ¿Que fotos viste de mi. ? ―Pregunté.

Separó  unos centímetros su boca de mi oreja para decirme― La foto en la que estás en punta de pie besando en la mejilla a Claudio. La tanguita negra queda pintada en ese culito redondo, él rodeaba con un brazo tu cintura, y se le marcaba muy bien el bulto bajo su pantaloncito corto.

Me reí al escuchar su comentario sobre esa foto tomada en el delta cuando conocí a Clau ―¿Que otra foto viste de mi.? ―Dije con tono de preguntón.

― Una que estás tendido sobre una toalla, al borde de una piscina, boca abajo totalmente desnudo, apenas cubierta tu cintura y nacimiento de los glúteos con una toalla pequeña. Y otras que me enseñó Rosa. Seguro que las encontró en el face de Claudio  – Respondió.

Luis se había bajado su pantalón  hasta los pies y me ofrecía un pene largo medianamente grueso con forma de lápiz, listo para ser devorado.

Introduje la punta del falo en mi boca y chupé con fuerza.

El gimio y exclamó― ¡Que delicia tu boquita!  Sos más de lo que imaginaba.

Minutos después; se quitaba por completo la ropa. Separó el hilo dental de entre mis nalgas y volteándome sobre el sillón. Me hizo un anilinguis que me estremeció de gozo. Me sentí todo mojado por su saliva. Si verga también dejaba escapar liquido preseminal que goteaba cayendo al piso.

Poniéndome en cuclillas sobre el sillón, con mi trasero expuesto a sus ojos, noté sus dedos jugar en la puertita. Y nalgadas medianamente fuertes que sonaban como cachetazos Cuando apoyó la cabeza caliente y babosa en mi esfínter, sentí como se abría paso, y temblé, Luis se detuvo. ― ¿Estás bien, te agrada así? ―Preguntó suavemente.

― Si, me gusta así ―Respondí.

Entonces tomándome de ambas nalgas con sus grandes manos empujó a fondo y  me ensartó hasta la base de su falo.

Quise moverme hacia adelante pero no pude. Sollozos y gemidos me brotaron sin proponérmelo. El entraba y salía, con movimientos bruscos, unos centímetros sin quitarlo totalmente de mis entrañas por lo largo del miembro. Logró hacerme girar sobre el sillón. Sus manos me tomaron por detrás de mi espalda baja, en forma de corralito. Impidiendo que me alejara un centímetro. Quedaron nuestras bocas enfrentadas, con mis brazos me colgué a su cuello, luego sus brazos bajaron a mis muslos. Me tenía en sus brazos  con su verga toda enterrada en mi trasero. Apoyando en mi espalda dejó descansar su cuerpo sobre mí, mientras con movimientos de pelvis entraba y salía a su antojo hasta explotar llenándome.

Cuando Luis eyaculó, sus gruñidos y los espasmos de su cuerpo me indicaron que estaba volcando su semen en mis entrañas. Permanecimos abrazados, hasta que se le ablandó  el mástil y comenzó a salir de mi su semen blanco y viscoso.

Luego nos bañamos juntos. Le hice un nuevo pete de cortesía, para que se descargara por segunda vez, lo hizo mi pecho. Luego nos terminamos de higienizar y ayudó  a poner en orden el sillón. Nos vestimos e iniciamos una conversación  a fin de esperar a  Rosa y Claudio.

Fue entonces cuando me dijo que Rosa es muy recatada, puritana, que no le gusta más  sexo que no sea el clásico, pene-vagina, que es aburrida. Que él, desde que vio mis fotos estuvo pendiente de conocerme íntimamente. Que le encantaría, que fuésemos con Claudio a su casa. Así tendría  la oportunidad de encontrar algún pretexto para encontrarnos nuevamente a solas.

Dos horas más tarde regresaron Rosa y Claudio― Tránsito  pesado; cansador ―Dijo Claudio apenas ingresó.

― Gracias Claudio; valió la pena que hiciéramos el viaje, tenía tantos deseos de ver a Elsa. Y ya a la noche partimos  Luis a nuestro hogar ―Agregó Rosa  

Al estar próximos a la hora de embarque, los cuatro nos dirigimos a la terminal. Cuando Rosa y Luis partieron; regresamos a nuestra casa, Clau y yo.

Luego antes de ir a dormir, cumplimos con el rito  o la costumbre de bañarnos juntos. Enjabonarnos el uno al otro y mimarnos  nos estimula mucho, tanto como el dormir desnudos. Estábamos bajo la reconfortante ducha tibia, cuando me llamó la atención algo. Me encontraba masajeando la espalda de Clau cuando vi dos rallines de uñas en el nacimiento de sus nalgas.

― ¿Como te hiciste eso Clau? ―Pregunté―Parece de unas uñas ―agregué.

Claudio sacudió la cabeza y dijo― Te voy a contar querido Robert, si vos me explicas porque tienes marcas rojas de dedos en tu blanca cola.

Nos reímos. Nos besamos y le relate lo acontecido con Luis.

― Lo intuía ― Dijo y continuó― Yo espere treinta y cinco años para hacerle el amor a Rosa. Era algo pendiente que nos debíamos los dos.

Ella lo organizó  todo. Cuando percibió que a Luis le gustó tu figura, supo por su intuición de mujer que él te deseaba mucho y me propuso está visita. Sabía  que Luis  intentaría tener sexo con vos. Lo de su amiga Elsa. Fue creación de ella, Elsa no existe. Las marcas en mi se deben... ―Hizo una pausa y continúo  con un relato que parecía  revivir en sus pensamientos― Nos moríamos de ganas; nos desvestimos como  adolescentes calientes. Luego de un pete salvaje de su parte la penetré profundamente hasta hacerla explotar en muchos orgasmos. Brotaron tantos jugos de su vulva  que su ano estaba muy mojado y dócil a mi dedo mayor que se lo introduje hasta la primer falange. Mi verga estaba a punto de estallar pero me contenía para entrarle por atrás con la primer erección. Cuando me dijo que lo deseaba todo por donde yo quisiera  no pude contenerme más  ante su rogativa.  Apoye el glande en su entradita. Empuje suavemente, presionando firme para vencer la resistencia del anillo pero dio un grito y se puso tensa. En ese momento me hizo los rallines. Mucho tiempo tardó en relajarse y con  caricias delicadas y suaves  volví a relajar su esfínter contraído. Cuando estuvo  nuevamente ansiosa  de tenerlo en su interior, estábamos besándonos enfrentados. Puse sus piernas sobre mis hombros. Entré suavemente,  poco profundo   y luego empuje fuerte la cabeza sobre su culito fruncido. Se retorció, mordió las sábanas y lloró  gimiendo, y lo aguantó. Luego se la quité, pincelé  nuevamente su vagina hinchada sin penetrarla, y volví a buscar su entrada trasera.

― No, no ―Dijo.

Cuando la invadía  nuevamente con todo el largo de mi pene hasta sentir el contacto de su ano en el nacimiento del miembro. Me mantuve quieto sin moverme un instante, luego comencé a bombear suavemente, luego con más intensidad. Hasta que no noté ninguna resistencia, abierto su culito como una pequeña vagina, recibía mis embestidas, mientras me mordía ella un dedo de mi mano que estaba al alcance de su boca. Apreté fuerte su pecho con la mano libre y me derramé en sus entrañas, sintiendo que derramaba litros muy profundamente. Cuando saqué mi falo de ella miré por un momento ese agujerito aun abierto, mojado, brillante, con el cual había soñado abrirlo a mi medida. Hoy se lo había hecho. Antes de regresar me dijo Rosa  que le parecía estar desgarrada, que sentía ardor en el ano y que le latía. Que le encantó aunque le dolió mucho, que lo haría nuevamente si tuviera la oportunidad. Yo le dije que en tres días  le pasará  toda molestia. Y esa cicatriz del desgarro será un recuerdo de guerra, de una batalla de amor, en la que los dos ganamos. Ninguno perdió. Ella fue mi noviecita a los quince años, nos debíamos está batalla.

Nos secanos el cuerpo uno al otro. Para luego dormir desnudos y abrazados sin reproches, hasta quedarnos dormidos.

Rober

 

 

Historia con Rosa y Luís

Desde una ciudad distante trescientos kilómetros llegó,  a casa de Claudio y Rober,  una amiga de la infancia de Claudio. acompañada por su compañero Luís. Así comienza esta historia.

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