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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Pedro El Grande
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Este verano visité por pocos días la hermosa playa de Gessel. Viajé solo y me hospedé en un ruidoso hotel cercano al mar. Allí esperaría la llegada de Claudio, mi novio que aún se encontraba trabajando.

Para hacer más corta la espera por mi amor, permanecí mucho tiempo en la playa. Mirando a hombres que se encontrarán solos, en situación similar a la mía. Teniendo la esperanza de ligar algo me deleité observando torsos desnudos y bultos apretados con suspensores debajo de las mallas de baño.

Sin proponérmelo, me encontré hablando con un hombre alto y robusto que estaba a mis espaldas dentro del agua, esperando la rompiente de las olas. Nuestras primeras palabras fueron comentarios sobre el estado del mar. Me resultó agradable la conversación y el avanzó preguntando si yo estaba solo en Gessel.

Respondí que si― Pero a la espera de un amigo.

Pedro, así dijo llamarse, se rió y agregó― También yo estoy solo, me separé de mi esposa hace un año. Ahora estoy bien así.

Yo volví al tema sobre el mar y le dije― Me gusta recibir el golpe de la ola de espaldas, a la altura de la cola. Es un masaje natural que fortalece los glúteos.

Pedro se rió de mi ocurrencia y dijo― Me gusta recibirla de frente, no quiero que me empuje desde atrás.

Nuestra amena charla giró hacia lo informal y los mensajes de él con doble sentido.

― Creo que tengo alma de ladrón ―dijo Pedro

― ¿Porque dices eso? ―Exclamé.

― Es que me gusta mucho entrar por la puerta de atrás ―aseveró fingiendo ponerse serio.

Me reí mucho... por su ocurrencia. Hasta ese momento no me imaginaba tener ningún encuentro con él. Pedro mide 190 centímetros y su peso ronda los 130 kilos. Yo 163 de estatura, con. 66 kilos.

Nos contamos donde nos alojábamos. Estábamos hospedados bastante alejados. Intercambiamos números telefónicos para encontrarnos a la noche. Antes de despedirnos le pregunté si le agradaba el sexo gay.

Me agrada mucho el sexo ― afirmó.

Al cabo  de dos horas de estar en la arena, juntando nuestras sombrillas, tendidos y hasta rozando nuestros cuerpos, regresé caminando despacio a mi alojamiento.

Una buena ducha y me acosté desnudo en la penumbra de la habitación climatizada .Me parecía delicioso estar así, escuchando música. Aplicando crema humectante por toda mi piel caliente.

Cuando la tarde se volvió noche aún estaba soñoliento pensando en Claudio. Recordaba todo lo vivido el año anterior en una playa de Mar del Plata. Algo que ya lo conté en el relato “La Sombrilla fucsia”. ¡Qué hermosos momentos vividos con mis amigos! Divagué hasta que sonó mi celular, me llamaba Pedro.

Atiendo la llamada― ¿Cómo estás Rober? Acabo de bañarme ¿Me crees? Hagamos vídeo llamada.

Acepté, respondí y me cubrí con la sábana. En la pantalla apareció Pedro de pié totalmente desnudo, tocándose su tremenda herramienta.

― ¿Estás durmiendo? ―Dijo y  agregó― Apuesto a que estás desnudo.

Sin responder aparté la sábana que me cubría y me puse de rodillas sobre la cama. Él se tocaba con más intensidad. Su verga crecía segundo tras segundo y se coronó con una gran cabeza púrpura, tamaño XXL.

Apoyé el teléfono sobre la mesa de luz, quedando fijo y tomando mi imagen sobre la cama. Le enseñé mi cola, con las rodillas plegadas junto a mi pecho. Es mi posición preferida porque resalta mis glúteos redondos, medianos y levemente separados uno del otro

Pedro exclamó― ¡Soy un ladrón! Voy a entrar despacio y con cuidado por esa puertita que vi.

Cuando me volví para ver mi pantalla. Él hacía un primer plano de su monstruosa verga golpeando  contra su muslo izquierdo. Así comenzamos a jugar a que teníamos sexo. Acerqué mi boca abierta al celu. Él apoyaba la cabeza de su miembro en la pantalla del suyo Le hice un pete virtual a un Pedro entusiasmado y muy excitado.

Luego, mientras él me decía cosas lindas mezcladas con otras groseras como― Por puta. Por ser mi puta te voy  a hacer llorar. Cuando te parta el culo ―También me puse a mil, con un juego nuevo para mí.

Tomé un pomo de lubricante y lo apliqué sobre mi ano ya un poco relajado por la excitación que me provocaba la visión de Pedro sediento de poseerme. Apoyé mis pies levantados sobre una silla. Acostado en el piso boca arriba. Sostuve el celu entre mis piernas y la brinde la visión de mi ano muy lubricado, levemente abierto, ansioso de ser sometido.

No podía ver la pantalla en esa posición, pero si oír su jadeo y el gruñido cuando virtualmente me rellenaba con su esperma. Luego sus palabras― ¿Te gustó nena? Déjame tenerte así, hasta que se muera dentro de ti.

Quedamos en vernos al siguiente día para hacer en la realidad este encuentro virtual. Pero antes de dormir, me llamó mi novio; avisando que ya viajaba.

A la mañana siguiente llegó Claudio y antes de bajar al mar le pedí que me cogiera mucho.

― Clau ― le dije― Anoche me masturbé pensando en vos. Me lubriqué todo muy bien y soñé que me entrabas violentamente y me hacías doler. Te extrañé mucho

Él se sentó al filo de la cama, quitándose los pantalones. Se ducho rápidamente volviendo a sentarse al filo de la cama. Me besó fuertemente sosteniendo mi cabeza por la nuca. Y fue bajándola hasta su regazo. Mis labios rodearon la cabeza con forma de sombrerito de su verga que comenzaba a levantarse. Él sabe que siempre me arranca suspiros al meterse en mis entrañas calientes y sedientas de tenerlo muy adentro. Esa mañana lo hicimos como conejos antes de desayunar.

Rober

Otro relato ...




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