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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Marido de mi amiga
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Quiero contar de cómo di mi coñito al marido de una compañera de estudios. Antes, sin embargo, quiero presentarme, mi nombre es Tamara y tengo veinte años, piel clara y cabellos negros y bastante lisos y cortos, a la altura del cuello; los pechos llenos, culo un poco gordito y respingón; y una estatura de un metro sesenta centímetros.

Sigo soltera y sin novio porque hasta ahora no me había animado a ir hasta el final con ningún hombre. En realidad, hasta que sucedió lo que voy a contar en esta historia, nunca había hecho una mamada a una polla, nunca jamás.

Estudio en la universidad y lo conocí durante una fiesta de fin de curso. Mi amiga apareció con su marido Lorenzo, un hombre de veinticinco años, cabello liso un poco largo, ojos verdes, muy simpático. Mi amiga, su esposa Cris, se muere de celos cuando él comienza a sonreír. Tiene una sonrisa que resulta enloquecedora para sus amigas. A mí también me encantó pero era el marido de mi mejor amiga en la facultad.

Nos encontramos algunas otras veces más, pero siempre con Cris al lado, yo me contenía y me portaba discreta. Pero la manera como él me miraba, de frente a mis ojos, para luego desviar la mirada, me daba la certeza de que a él yo también le gustaba. Yo frecuentaba su casa y Loren me trataba súper bien, hasta tenía largas conversaciones conmigo, de vez en cuando.

Después de muchos cruces de miradas, aproveché una ocasión que Cris hizo un viaje a casa de sus padres. Loren se había quedado porque tenía que trabajar. Me hice la despistada, y me presenté en su casa, como quien no quiere nada. Llevaba puestos unos bermudas y fingí sorprenderme cuando me dijo que Cris no estaba. Aún así, invitó a entrar me ofreció algo de beber que acepté. Me senté a su lado, en el mismo sofá, y comenzamos a hablar. Estábamos tan cerca que sentía los pelos de su pierna rozar la mía, Eso me producía un frío en la barriga, y luego un calor enorme, sólo por rozarle. Él hablaba de Cris, de la vida de casado, hasta se insinuaba un poco de vez en cuando, y empezó a tocarme mientras hablaba, eso me llamo la atención.

Antes de que uno se arrepintiese, no aguanté más, y sin decir nada le tome la mano. Creo que no lo esperaba porque se quedó callado algunos segundos. Luego, acercó su boca a la mía y comenzó dándome unos besitos muy suaves. Hasta que lo cogí por detrás de la cabeza y nos dimos un maravilloso beso de lengua. Su lengua parecía que iba a entrar hasta el fondo de mi garganta, de tanto que se movía dentro de mi boca.

Pronto me puso la mano en la rodilla y empezó a acariciarme los muslos, primero tímido pero cuando notó que me abría de piernas, fue subiendo hasta casi mi ingle. Yo estaba ya muy excitada y sintiéndome muy bien con su dulce aliento en mi cara y en mi boca. Después empezó a palparme los pechos por encima de la camisa. Solo con unos dos minutos haciéndome eso me puso tan melosa que me dejé quitar la camisa y el sujetador. Pellizco mis pezones, palpó, chupó, mordió, mamó como si fuera un niño. Y yo ya no respondía de mí porque a esa altura empezó a pasar el dedo por la raja de mi coño, sobre los bermudas.

Yo no decía nada, sólo suspiraba de deseo con aquel hombre tan delicioso, y casado, chupándome los pechos, pasando la mano por mi barriga y por mi coño. Él notó mis gemidos de deseo y me quito los bermudas, y las bragas. No me resistí nada, ni un poco para disimular, todo lo contrario,  lo ayudé levantando el culo para que salieran mejor los bermudas. Pero después, para no tener que levantar las piernas, y exponerme aún más, yo misma me quité las bragas que ya estaban en el suelo, todas mojadas.

Los ojos de Lorenzo brillaban de felicidad cuando se arrodilló y metió su cara en mi entrepierna y empezó a besar mi ingle, aquí y allí, unos besitos muy leves. Después me separó las piernas y empezó a besarme en el coñito, y yo muriendome de vergüenza.

Yo quería pedirle que parara, pero no tenía coraje, yo nunca había sentido tanto deseo en mi vida. Él dio más unos besitos en torno a mi coñito, después en sus labios, siempre alrededor, pero sin tocarme nunca el clítoris. De repente me tocó con la lengua y yo sentía cada milímetro de su lengua áspera entrando y no quise hacer nada. Sujeté su cabeza con las piernas, y la agarré por detrás con las manos y presioné su cara contra mi coño. Disfruté desesperadamente, como nunca había gozado, con el marido de Cris chupándome, mordiéndome, frotando su cara en mi coño.

De repente se detuvo, me tomó de la mano y me llevó a la habitación. Yo había ya gozado mucho gracias a él, pero no quería perder mi virginidad. Se lo dije y me miró, de nuevo con aquella sonrisa encantadora y me dijo que no la necesitaba perder, que había otras maneras de tener orgasmos. Me hizo poner a cuatro y siguió chupando mi coño por detrás. Yo toda inocente, no estaba preparada para lo que él hizo después; apartó mis nalgas con las manos y metió la lengua en mi culo. Me quedé paralizada, avergonzada, incluso con asco y empecé a revolverme sobre la cama. Él, con toda su fuerza, me puso una mano en la espalda y me hizo tumbar boca abajo en la cama. Comenzó a pasar la lengua de abajo hacia arriba con fuerza, como si estuviera barriendo, lo hizo varias veces y después empezó a meter la lengua en aquel agujero. Yo ya no me resistí, sólo suspiraba y me agarraba a las sábanas. Mi coño ya estaba empapado. Después, me pidió follarme el culo. Advirtió que era posible que me fuera a doler, pero él me siguió acariciando y dijo que lo quería hacer sin que me doliera mucho. En eso él ya estaba con el pene bien tieso y me dijo—Mira, no es muy grande. Es cierto, no lo era, pero era un pene hermoso, blanco, con algunas venas y una gruesa cabeza de color vino, esa sí muy grande.

Como él me ya había hecho gozar con su lengua y como había sido lo bastante legal para no querer desvirgarme metiéndome su pene, acepté y sin saber qué hacer me quedé a cuatro. Él buscó de dentro del armario un frasquito de lubrificante, yo no sabía lo que era y me lo explicó, que así entraba mejor y no dolía. Puso una buena cantidad en el dedo índice y luego otra buena cantidad sobre mi culo. Me iba diciendo que el secreto para que no doliera era lubrificar bien, que habría que poner bastante. Yo estaba muy nerviosa y al mismo tiempo loca de deseo porque me lo hiciera. Sentía aquel líquido pegajoso mojándome, entrando en mi ano, y de repente siento el dedo de Loren moviéndose en la entrada. Fue maravilloso, se quedó unos minutos jugando con el dedito en mi agujerito, empujando lentamente un poco y sacando, y así fue siguiendo poco a poco, hasta llegar a la mitad del dedo. A partir de ahí, ya estaba con los dos dedos dentro de mí, y yo súper nerviosa, pero al mismo tiempo ansiosa por sentir su polla de él dentro de mi culito.

Cuando sacó sus dedos, pensé que era para meterme la polla en el culo conmigo a cuatro, pero él me hizo de acostarse boca abajo y dijo que así dolía menos. Segura de sus intenciones, me abrí bien para facilitarle la penetración, pero era difícil. Yo sentía cada milímetro de aquella polla entrando en mi cuerpo, rasgándome por dentro. Noté dolor pero cerré la boca y aguanté firme. De ahí a poco, su polla ya estaba toda dentro, la bolsa de sus testículos colgando sobre mis nalgas por fuera. Pensaba que iba a empezar a bombardear y lo hizo, pero bien despacio, dejando la cabeza adentro, después metiendo despacio. En esa primera vez no sentí exactamente placer, sólo una sensación de rechazo, y lo gracioso es que eso me gustaba. Fue cuando empezó a acelerar que yo casi lloraba porque parecía que yo iba a gozar y me fui contrayendo y talmente parecía que me iba a rasgar el culo, pero le pedí que no parara. Fue el aceleramiento del ritmo del bombeo y de sus dedos en mi clítoris lo que me hizo gozar mucho y gemir muy alto. El se vino dentro de mi culo entre ronquidos y después caímos en la cama exhaustos. Fue la primera vez que tuve sexo completo y Loren, el marido de mi compañera, me desvirgó el culo.

Tamara

Otro relato ...




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