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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Hijastra
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Mi esposa y yo llevamos casados seis años, ella tiene una hija de un matrimonio anterior, Raquel, de sólo dieciocho años, con pelo largo y oscuro, bellos ojos y un cuerpo firme y hermoso. Ella sabía lo bien que está y cómo podía usar esto para avergonzarme. Interiormente sabía lo mucho que quería follar con ella, y lo usaba para su beneficio. A menudo dejaba la puerta del baño abierta mientras se duchaba, caminaba en ropa interior; me sonríe cuando se sale con la suya cuando le digo que no.

Mi esposa había reservado un fin de semana fuera y Raquel no podía ir con ella, porque tenía una fiesta de cumpleaños ese sábado. Mi esposa le había dicho que se vistiera apropiadamente y que estuviera en casa a medianoche.

El viernes mi esposa se fue de viaje y Raquel estuvo en casa a las diez de la noche y el día no hubo problemas. Sin embargo, el sábado fue muy diferente. A las cuatro de la tarde llamaron a la puerta, era Adela, la amiga de Raquel, una chica alta y rubia de su misma edad pero que parecía mucho mayor. También era una provocadora, cuando pasó a mi lado rozó a propósito su firme pecho contra mi brazo mientras me besaba la mejilla para saludarme.

― Hola Micky, ¿Está Raquel en su habitación? ―preguntó al pasar.

Con la mirada seguí su culo apretado luchando por permanecer dentro de la falda negra que llevaba puesta con mientras se dirigía a las escaleras. Sus nalgas se movían de lado a lado mientras subía los escalones. Podría haber sacado mi polla ahí fuera y luego pajearme como un tonto.

A las siete en punto las oí bajar las escaleras, giré la cabeza para decirles que disfrutaran de la noche. Y no podía creer lo que vi, Raquel llevaba botas negras, altas hasta la rodilla, medias, una falda corta plisada amarilla y negra, y lo que parecía una camiseta de chaleco blanca, mostrando todo su escote, con sus pezones resaltando como si hubiera estado jugando con ellos.

― No creo, Raquel, que esa ropa le guste a tu madre, se volvería loca si supiera que te he dejado salir así ―le dije.

― Tú no dirías que no ―contestó riendo.

― Hablo en serio ―le respondí.

Ambas se rieron mientras se dirigían a la puerta.

― Te quedas masturbándote con Internet, te veo luego ―dijo mientras la puerta se cerraba detrás de ella.

Así que durante las siguientes horas hice lo que me dijeron, me senté a chatear con chicas, tuve una rato viendo películas y cam de chicas, otro leyendo relatos. Me había puesto muy duro y excitado también.

Me comencé a enojar cunado dieron la una de la madrugada y Raquel no había regresado y su teléfono estaba apagado. Esperándola me quedé dormido alrededor de las dos de la madrugada.

Me desperté alrededor de las cuatro y media de la mañana cuando el sonido de la puerta cerrándose llamó mi atención.

―Por aquí, jovencita ―le grité.

― Estoy hecha polvo, me voy a la cama, te veo por la mañana ―Dijo ella.

Salté del sofá y la agarré del brazo al final de las escaleras.

― No lo creo, quiero respuestas, son las cuatro y media y tu madre te dijo a las doce en punto.

― ¿Qué vas a hacer, decírselo a mamá? ―rió― Le contaré a mamá cosas de ti y sobre cómo te masturbas con otras mujeres en Internet ―añadió riéndose.

― ¿Cómo es que lo sabes? ―Le pregunté― ¿Y qué es tan gracioso? ―En ese momento ya estaba enojado y preocupado. ¿Cómo lo hizo para saberlo?

― Te has masturbado con mi cuerpo y con el de Adela, maldito viejo pervertido.

Simplemente no sabía qué hacer, la agarré por el pelo y la empujé al sofá. Mi IPAD estaba sobre la mesa y lo cogió sin que pudiera impedírselo.

― Bien, pondré mi perfil en esta página ahora mismo ―dijo.

Empezó a escribir y apareció la foto de una chica de pelo oscuro, con sólo muy poco de su cara, salé en todas las fotos, y todas muestran tetas, culos y coños. No hay fotos de la cara. Incluso hay un video allí… y en el de Adela también.

Empecé a leer su perfil, dice prefiere a los hombres mayores, tiene fantasías con papá, le gusta ser sustituta. Eso me puso la dura al instante. Ella volvió a reírse.

― Bueno, como digo, mamá no necesita saber nada, querido papá― dice mientras se levanta.

Salté y le agarré el pelo.

― Siéntate, putita, aún no he terminado contigo ―dije enojado. No sabiendo qué hacer a continuación. Pensé en ello porque sabía que tenía que castigarla o ella me tendría entre sus manos si no lo hacía.

― Bien, sobre mis rodillas, estás fuera de control, alguien tiene que enseñarte.

Ella se rió― Soy un poco mayor para eso, no crees.

La cogí antes de que reaccionara y la coloqué sobre mis rodillas con sus manos debajo de su cuerpo, así que no podía proteger sus nalgas. Bajé mi mano con firmeza sobre su mejilla nalga con sus piernas pateando salvajemente y mientras el sonido de mi mano resonaba por toda la habitación. Luego la nalga derecha, y gritó mientras la marca de mi mano quedaba impresa en su nalga roja e hinchada. Continué tres o cuatro minutos, luego noté que los labios de su coño parecían estar brillando ligeramente. Al principio pensé que se estaba orinando pero luego me di cuenta de que era semen goteando. La agarré del pelo y le grité― ¿Pequeña zorra, a quién te has estado follando esta noche?

― Mírame, sucia putita ―volví a gritar.

Lentamente levantó la cabeza, con sus hermosos ojos mirando a los míos mientras las lágrimas caían por su adorable rostro.

― ¡Vamos! ¿De quién es la polla que te ha estado jodiendo esta noche?

Entre gimoteos, suspiros y llantos me contó que no tenía suficiente dinero para pagar el taxi y que le dieron la un ay media. El conductor dijo que la iba a llevar a la estación de policía para comprobar su nombre y dirección, para que pudieran pagar sus padres. En vez de eso, la llevó a un lugar donde tuvo que chupársela a dos conductores mientras que uno se la cogió al estilo de perro para pagar el pasaje.

Al oír eso me saqué la polla, que ya estaba palpitando. Mi dulce hijastra era en realidad la puta local. Al menos sé a dónde fueron a parar sus bragas.

― Chupa esto entonces, vamos a ver lo que tus dieciocho años te han enseñado acerca de las pollas ―Y empujé mi polla en su boca. Ella todavía lloraba con sus labios cerrados alrededor de mi pene. Sus ojos llorosos me miraron y me dieron ganas de correrme entonces.

― Más profundo, pequeña zorra, la quiero en tu garganta ―Dije abofeteándola con firmeza.

― Abre bien la boca y mantenla abierta ―Dije agarrándola del pelo y tirando de su cabeza hacia mí. Tenía su nariz pegada a mi ingle y mi polla profunda en su garganta y trató de apartarse. La apreté más fuerte, provocando que tenga náuseas y tosa. Lagrimas con pintaojos y mocos corren por su nariz mientras me golpea la pierna con el puño.

― No, idiota ―grita ella.

― Ahora me toca a mí reírme de ti, zorra. Ponte de rodillas y levanta la falda ―Le pedí.

Me desnudé y me puse detrás de ella, deslicé dos dedos dentro del coño de Raquel, donde todavía podía notar el semen dentro de ella, así que doblé los dedos, arrastrándolos hacia afuera en mis dedos.

― Aquí, come este semen antes de que la polla de papá entre en ti ―Apartó la cara y la agarré del pelo una vez más y arrastré su cabeza hacia atrás― Ahora abre la boca perra ―Obedeció y le metí mis dedos llenos de semen en la garganta, haciendo que se ahogara de nuevo.

Regresé detrás de ella a su retaguardia y empujé la punta de mi polla dentro de su coñito.

― Devuélveme a mi princesita ―Reí mientras su culo se mueve lentamente y mi verga palpitante es entra lentamente en su joven coño de dieciocho años. Le golpeo varias veces el culo y mojando mi dedo se lo froto alrededor de su agujero del culo.

― Dile a papi que eres una puta ―No tengo respuesta, así que le golpeé el trasero.

― Que me jodan papi, soy una puta y necesito que me castiguen, por favor papi, seré buena en el futuro, te lo prometo papi.

Me cogí a la linda Raquel durante las siguientes tres horas, en el sofá, en la mesa de la cocina, en la cama y en la ducha. Nunca entré en su trasero, quiero guardarlo para cuando sea realmente traviesa.

Por supuesto, el final era la eyaculación y dónde dejaba mi semen. Raquel me rogó que le diera mi semen― Por favor, papi, ven en mi boca, por mí, quiero probar lo que mamá saborea, por favor, papi.

Y bueno, ella había sido una chica tan buena las últimas horas, cómo no iba a serlo yo.

Esa tarde, su madre regresó a casa― ¡Hola, lo pasamos genial! Ahora agotada. ¿Cómo fue vuestro fin de semana juntos? ―Preguntó.

Raquel me miró― Mamá, creo que papá y yo nos acercamos mucho, queremos pasar más tiempo juntos, tenemos mucho más en común de lo que pensábamos― dijo Raquel sonriendo.

Me doy cuenta de que estoy constantemente diciéndole a mi esposa que salga más, no puedo esperar a que Raquel esté sola otra vez, también estoy tratando de que Adela venga y se una a nosotros.

Micky

Otro relato ...




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