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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Elaine y los tres muchachos
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Cuando el esposo de Elaine regresó de su viaje, cesaron todas sus actividades con los tres muchachos, y las lecciones, pero no el sexo para Elaine, casi cada noche hacían lo que hacen los esposos que llevan tiempo sin verse. Al final de la semana, su esposo comenzó a preparar su próximo viaje de una semana al norte. Ella le preparó su ropa de abrigo y lo despidió el viernes por la tarde después de la comida. Un taxi recogió a las 4 de la tarde y minutos después, abrió las cortinas. Ella sabía que Carlo pasaría de camino a casa y las vería y avisaría a los demás.

A las 6 de la tarde aparecieron los tres amigos y le confesaron que habían estado preocupados porque ella hubiera tenido dudas y los hubiera abandonado.

Ella les tranquilizó explicando que su esposo había regresado a casa repentinamente y se apresuró a decirles que era algo que sucedía ocasionalmente. Luego y les aseguró que se había ido lejos y que estaría fuera hasta el próximo martes. Tim le dijo que se iban a ir de acampada de sábado a lunes, que era día festivo, por lo que si ella quería, podrían salir de sus casas diciendo que iban de excursión, como lo hacían los fines de semana de vacaciones, y venir a quedarse con ella todo el fin de semana. Sin que sus familias se preocupen por su paradero ni supieran donde estaban los tres muchachos. Elaine pensó que era una excelente idea, y les dijo que entraran por el garaje y dejaran allí su ropa de acampada, que les daría de comer y así podría terminar su educación durante el fin de semana. Esa noche, sin embargo, si lo deseaban, podrían nadar juntos desnudos. Como respuesta, los chicos se quitaron la ropa en segundos, con confianza pero con cuidado, y luego la llevaron al agua de manera caballerosa.

Nadaron y se comportaron como si fueran niños, lanzándose la pelota y jugando. Su desnudez y la de ella se volvieron normales. Salieron de la piscina al darse cuenta de que el sol de la caía lentamente, advirtiéndoles que el tiempo había pasado y empezaba a hacer frío.

Se fueron a la cocina, y los muchachos, que ya se habían vestido, la arropaban con cuidado, mientras ella se paraba sumisamente para que la secaran y frotaran su cuerpo aún desnudo. La secaban y trataban con ternura y la besaron, Carlo y Chuck en un pezón cada uno y Tim en los labios sosteniéndole la cabeza aún con ambas manos mientras lo hacía; su lengua exploró su boca de modo aventurero.

Sin decir palabra, salieron por la puerta hacia las sombras que se alargaban mientras ella miraba desde la puerta desnuda y excitada. Los veía ir y sabía que al día siguiente los volvería a tener para follarla todo el fin de semana.

Durmió a ratos, con su mente fantaseando con los muchachos y su energía sexual. Recordaba los rostros de tristeza de los tres y las sonrisas cuando se dieron cuenta de que no los había rechazado, que solo había tenido a su esposo en casa.

Se levantó de la cama temprano, el sol brillaba a través de su ventana como para bendecir el día y su proyecto. Comenzó a preparar el desayuno y mientras se preparaba el café, presionó el control de la puerta del garaje, luego con la bandeja en la mano y aún con su atuendo de dormir, se sentó en la terraza a planear la mejor manera de trabajar con tres lujuriosos muchachos esperando por las cosas agotadoras y excitantes que pidieran llegar a suceder.

En una ocasión anterior, había ayudado a dos muchachos de color a superar el creerse que podían hacer lo que quisieran. Elaine los había convencido de que había alternativas, y después de un fin de semana de sexo se habían ido como nuevas personas, dejándola cansada pero muy satisfecha. Fueron dos esa la vez, pero esta es diferente, tres muchachos muy jóvenes, en forma y con mucha energía, pero completamente diferentes, tres amigos sin el conocimiento de las cosas sexuales que ella consideraba esenciales para la vida.

Se relajó a la luz del sol de la mañana, reflexionando sobre la situación, volviendo sobre sus pensamientos del día anterior mezclados con recuerdos de su pasado reciente; de los muchachos que había tratado a su extraña manera durante los últimos 10 gloriosos años. Desde el primer estudiante que le permitió liberar su lujuria, fue un momento en el que su mundo cambió.

Ella había adivinado a su enorme miembro a través de los pantalones cortos mientras se sentaba con ella, un joven bien dotado que a diferencia de los posteriores, sabía cómo tratar a una mujer mayor que él hizo. Había sido una experiencia que le cambió la vida y le abrió los ojos, el momento en el que supo cuál era su propósito en la vida. Había sido maravilloso y comenzó a recordar ese tiempo en su memoria.

Poco a poco, los párpados le comenzaron a caer y cuando sonó un timbre, se incorporó sobresaltada, dándose cuenta de que se había quedado dormida, el sol estaba más alto y más caliente, confundida miró su reloj de pulsera. El timbre sonó de nuevo y se dio cuenta de que debían ser los muchachos en la puerta del garaje. Se puso de pie y luego corrió a través de la tranquila casa su túnica de encaje volando detrás de ella como alas de ángel.

Abrió la puerta y los tres le sonrieron, dedicándole halagadores comentarios sobre su ropa de dormir y preguntándole si se había quedado dormida mientras dejaban sus mochilas en la mesa de trabajo del garaje. Luego, los tres muchachos la abrazaron silenciosamente y la besaron con ternura pero con pasión en los labios. Las piernas de Elaine piernas empezaron a volverse gelatinosas, pero se tranquilizó, presionó el control de la puerta del garaje y los llevó a la cocina, donde los sentó y comenzó a preparar les café.

Se disculpó por su atuendo y les dijo que se había quedado dormida en la terraza mientras desayunaba, a Carlo le gustó su aspecto que ―quedaría grabado en su cerebro para siempre― lo que le valió un beso en la mejilla y un― ¡Gracias! Es encantador que me digas eso ―de una ruborizada Elaine. Después, les indicó que les llevaría a ver sus habitaciones. Le pareció que los tres se mostraron abatidos, quizás porque tal vez no habían considerado dormir esa noche, así que ella les explicó que lo harían, y cada uno necesitaba su espacio, y ella necesitaría dormir, ya que el sexo era una actividad agotadora, y que ella era una para tres y también era algo mayor.

Continuó diciendo― Más tarde, hoy, cada uno de ellos tendría su oportunidad para hacerle el amor de forma individual; algo que cambiaría su vida de cada uno de ellos, que sería un recuerdo que no se olvidaría. Por eso quería que fuera especial para cada uno de ellos― Sin amigos, sin hermanos, y sin vergüenza―. Los tres asintieron y les dijo que mañana sería el día cuando podrían jugar todos juntos.

Luego los llevó a sus habitaciones, pequeñas pero cómodas, cada una con TV y con baño. Después les dijo que podían nadar y disfrutar del día mientras ella estuviera ocupada. Luego les recordó― ¡Ah! Y la ropa no es una opción, muchachos ―y agregó― ¡Empezando ahora!

Poco a poco fueron bajando desnudos a la cocina y Elaine les fue preguntando cada vez que uno bajaba que preferirían que ella se pusiera, Tim eligió la ropa en la que estaba, Carlo le preguntó si se pondría un traje de negocios como su madrastra, y Chuck dijo que él prefería que fuera algo simple. Luego dijo― Podríais a tirar los dados para ver quién iba a ser el primero.

Pero el Chuck, tal vez por los nervios, dijo que sentía que debería ser el último como el más joven. Tanto Tim como Carlo, recogiendo rápidamente un dado cada uno, casi como si sus vidas dependieran del resultado, agitando los dados en dos vasos.

Tim tiró el suyo y salió un cuatro, todas las miradas se volvieron hacia Chuck, que sopló el vaso y luego tiró los dados, salió un dos.

Sin una palabra, Elaine se levantó e hizo un gesto a Tim para que lo siguiera y se fueron de la cocina. Hubo un momento de silencio y luego Chuck resignado dijo ― ¡Vamos, amigo, vamos a nadar!

Tim siguió aquella visión en camisón, su olor llegó hasta él débil pero dulce y fue memorable, recordaría los pasillos largos y alfombrados, su mano en la suya, confiada, cálida, amorosa incluso, animándolo a seguir adelante, con su herramienta más rígida gruesa y rápida a medida que avanzan en silencio.

Elaine abrió de golpe la puerta del dormitorio principal que era enorme en comparación con la suya en su casa; olía acogedora y reconfortante. La cama estaba deshecha, tal como la había dejado.

Ella se volvió hacia él y se besaron, lento, apasionado y ardiente, y él comenzó a quitarle la ropa, por más fina y diáfana que fuera. El camisón se deslizó suavemente por sus brazos y sus pechos demostraron su alegría con pezones erectos como pequeñas montañas marrones sobre la piel suave y pálida. Él la recostó sobre la cama buscando su parte superior, sus labios se unieron a los de ella y su mano derecha encontró el pezón más cercano como por instinto. Ella gimió, mientras él jugaba con esa protuberancia recordando todo lo que le había dicho, acariciando, lamiendo, chupando y pellizcando. Luego busco ese pezón con su boca, y su lengua ansiosa y urgente, Ella le aconsejó reducir la velocidad diciéndole que tenía un par de horas para tomarse su tiempo y saborear el momento, que solo sería una vez en la que tendría una primera vez.

Ella fue paciente, marcando el ritmo, permitiéndole deslizar sus bragas por sus largas piernas besándola en el sexo, acariciándole el clítoris rápidamente mojado. Pero eso fue demasiado para él, con su herramienta aún intacta salpicándole la pierna cuando llegó al clímax. Parecía devastado, había perdido su oportunidad, ella lo calmó como a una madre con un niño que se ha caído de la bicicleta, lo abrazó, lo besó y dijo que tal vez ahora se desaceleraría. Ignorando su prematura eyección, Elaine consintió que el pene del muchacho entrara en su boca hasta que estuviera en su mejor momento, y luego se lo metiera ansiosamente dentro su cuerpo que estaba esperándolo.

Su rostro entonces se convirtió en la viva imagen de la concentración, de arrepentimiento, por no repetir la actuación. El muchacho hizo lo que ella le pidió, en parte por instinto, y comenzó a mover las caderas. Ella le pidió que no fuera tan delicado y luego, para su sorpresa, un grito más urgente― ¡Más fuerte, por favor, y más rápido! ―El muchacho empujó, torpemente pero enérgico y ella gimió y luego lo alentó con un― ¡Sí, sí, sí! ― Él, a su vez, gimió ruidosamente, luego se abrazaron con urgencia el uno al otro en un fuerte abrazo mientras el semen caliente se hundía en su vientre. El sonido de su mutuo clímax eco en la habitación, activando el oculto video que sabía que sería su consuelo una y otra vez después de que se hubieran ido.

Se acostaron juntos y luego ella le hizo limpiarle el sexo de su esperma, y con su lengua la elevó a su segundo, aunque más pequeño, clímax del día. Después, sentaron satisfechos y ella le dio las gracias y le dijo que ahora debía bañarse, y él necesitaba descansar, que debía quedarse allí un momento y luego irse a su habitación y ducharse, y luego decirle a Carlo que la esperara en la cocina. Ella necesitaba tiempo para vestirse como él le había pedido y para calmarse. Él asintió cansadamente, le dio las gracias, la besó y luego la miró desaparecer dentro del baño. Fue una visión de agotada belleza y sentía que ahora ya era un hombre.

Elaine disfrutó de una ducha fría que la relajó un poco. Luego se secó y se puso un poco de perfume, se secó el cabello s y se peinó. Eso la hizo sentirse fresca, luego se vistió como le había pedido, un traje de negocios oscuro y severo, una camisa, medias. Cuando regresó a la habitación, Tim había hecho la cama, antes de irse y eso la alegró. Después bajó las escaleras y Carlo, que estaba sentado, ansioso y nervioso, se le iluminaron los ojos cuando la vio vestida solo para él. Se puso de pie cuando ella entró y Elaine le hizo un gesto para que volviera a su asiento, luego se sentó y tomó un café recién hecho mientras los ojos del muchacho se clavaban en ella, instándola a que no tardara mucho. Los otros muchachos estaban en la piscina, Tim dándose un refrescante baño y Chuck dormitando al sol.

Elaine le preguntó la razón de la elección de aquella ropa, el muchacho se ruborizó pero no le contestó. Ella creyó entender la razón y apuró el café, se puso en pie, tomó su mano y lo guió hacia su habitación, diciéndole que si quería que la llamara mamá, que sería su secreto. Él le pasó un brazo alrededor de su cintura y susurró― Gracias, ella me llama hijo.

En la habitación, el muchacho asumió el control, comenzó besándola apasionadamente, quitándole la chaqueta y luego abriéndole los botones de la blusa. Era lisa y suave, era blanca y rígida destacado en su bronceado. Se desabrochó la falda que cayó a sus pies cuando ella se paró frente a él y él la contempló como una escultural figura.

― ¡Oh, mamá! ―gimió él ―he esperado tanto… ―Luego le pasó los dedos por el hermoso cabello y con ternura la depositó en la cama, besándola y amándola, le deslizó las bragas de seda por las caderas y las piernas cubiertas de nylon

No hizo ningún intento de quitarle el sujetador ni las medias, y ella se dio cuenta de que estaba a punto de tomarla. Sin correr ni retrasarse, simplemente rodó sobre ella y forzó su rígido pene profundamente dentro de ella de un solo golpe. Después del tamaño del monstruo negro de Tim, no fue un gran problema acomodarlo, pero el movimiento repentino la tomó por sorpresa y gimió con fuerza, para luego hacer una interrupción para explicarle la importancia de los juegos previos al impaciente muchacho.

Él comenzó a follarla y fue increíble, ella gritaba diciéndole que no era de cristal y que no se rompería, rogándole que insistiera más en sus golpes. El muchacho lo hizo pero fue cuando ella lo llamó hijo cuando comenzó a martillearle la vagina con su herramienta, como si fuera un taladro en manos de un trabajador demente. Ella comenzó a gritar, no un grito de dolor sino de éxtasis, y comenzó su clímax. Pero él no lo notó, se atrevió a llamarlo hijo otra vez, ella gritó― ¡Si, sí, sí, sí…! ―Entonces recibió un empujón salvaje y sus dedos se clavaron en los hombros del muchacho, con las uñas tirando de su piel, era como una marioneta en sus manos. Luego, con un rugido la llenó, fue gigantesco, una ola de semen salpicando su matriz, afortunadamente no podía ser fertilizada. Sintió cada chorro de esperma cuando la palpitante herramienta le transfirió su semen. Se desmayó, solo por un segundo o dos, cuando llegó al clímax. El muchacho mantenía su herramienta todavía incrustada, le dolían los hombros y sus labios estaban soldados a los de ella. Y repentinamente había comenzado de nuevo con las embestidas, urgentes y ansiosas, que comenzaron a acercarlos de nuevo a la cima de aquella montaña rusa, luego, se abrazaron gritando de placer, cuando juntos tuvieron otro extraordinario orgasmo.

Después, el muchacho se dio la vuelta, saciado por el momento. Se acostaron juntos y ella lo besó después de un rato y le susurró que debía reunir valor y hablar con su madrastra, ella podría decir que no, pero que podría encontrarse con una amante que era perfecto para él. El muchacho sonrió y dijo― ¡Lo he intentado pero me preocupa no ser lo suficientemente bueno ―Elaine le hizo algunas sugerencias sobre los juegos previos y le dijo que si fuera su hijastro nunca vería el exterior de aquel dormitorio! Antes de que ella se pusiera de pie y se fuera al baño con las piernas temblorosas, le pidió que le dijera al joven Chuck que se encontraría con él en la cocina. El muchacho se levantó de la cama y recogió las bragas guardándolas como un trofeo y escondiéndolas en su habitación.

Elaine sabía que la ducha tendría que hacer milagros para recuperarla y estar lo suficientemente dispuesta para su tercer muchacho del día. Se sentía agotada, comenzó a refrescarse y puso el agua fría, necesitaba resucitar. Luego salió tambaleándose hasta el lavabo, se secó toalla murmurando para sí misma lo que a aquel muchacho le faltaba de tamaño lo compensaba con vigor.

Salió del baño y busco en su guardarropa, Chuck había dicho simple, nada complicado, tan simple que eligió bragas, un sujetador simple y un chándal.

Cuando apareció en la cocina, Carlo llenó su taza de café y los cuatro se sentaron riendo y bromeando, aunque notó que Chuck estaba un poco intranquilo. Nadie mencionó el sexo de ninguna manera pero los otros muchachos dijeron que iban a nadar y Elaine tomó la mano de Chuck de una manera que no aceptaba ninguna discusión y se lo llevó. Ella sabía que el muchacho estaba nervioso, y mientras caminaban le dijo que sería amable con él por lo que no debía preocuparse por nada. Él no contestó y llegaron juntos a la habitación con un obvio montó de nervios.

Ella lo sentó en la cama explicándole en voz baja que ella no lo empujaría a hacer nada que él no quisiera. Él asintió con la cabeza diciendo que quería hacerlo pero estaba preocupado de que no sabía lo suficiente, ni la tenía lo suficientemente grande como para darle placer. Ella lo besó y le dijo― Eso fue muy dulce ―y luego sugirió que él lo intentaría y si ella no quedaba satisfecha, le enseñaría a hacerlo mejor. Luego tomo en su mano la herramienta del muchacho y le dijo que parecía lo suficientemente grande para ella y que sospechaba que él sería suficiente para la mayoría de las mujeres.

El muchacho parecía estar bastante nervioso y le preguntó si podía besarla. Ella le hizo un gesto de asentimiento con una sonrisa y un abrazo, permitiéndole besarla al tiempo que tiraba suavemente de ella para recostarla frente a él en la gran cama. Ella le dijo― Esta es la razón por la que he insistido en hacerlo de uno en uno, sin que nadie te pudiera avergonzar. Soy tuya y solo para ti, puedes hacerme cualquier cosa que desees sin causarme dolor. No te detendré, mi cuerpo ahora es tuyo para usarlo como veas conveniente. El muchacho la escuchó silenciosamente y luego sus manos empezaron a recorrer el cuerpo de Elaine, como si aquellas palabras lo hubieran liberado. Le acarició los senos encerrados dentro del chándal y los pezones se le levantaron como jorobas bajo la chaqueta. Él le abrió la cremallera de la chaqueta del chándal, pasó los brazos debajo de la chaqueta y le quitó el sujetador. Ella se incorporó para ayudarlo a quitarse la camiseta y el sujetador. Cuando lo hicieron, el muchacho comenzó a besarle los pezones, a chuparle las areolas como un bebé. Apretó la suave carne con sus labios y le mordió los pezones una vez más. Luego bajó su lengua hasta el ombligo y ella arqueó la espalda. Aprovechando que tenía el trasero levantado, él le quitó la parte de abajo del chándal y las diminutas bragas con un movimiento torpe pero veloz. Como había hecho con Carlo, arrojó la ropa al rincón más alejado y se recostó mientras la lengua del muchacho se deslizaba sobre cuidado vientre y bajaba por su área púbica.

Ambos gimieron, ella de esta nueva invasión de su todavía tierno sexo, él por la pura satisfacción de probar los jugos de la mujer. Chuck se mantuvo un tiempo lamiéndole y mordisqueándole el clítoris, como un cochinillo hambriento enloquecido en una teta. Elaine comenzó a sentirse incómoda, su sexo ya muy excitado comenzaba a dolerle después del excesivo uso de ese día; así que levantó la cabeza, inspiró profundamente y dijo― Es el momento Chuck, tu momento para convertirte en un hombre ― Él la miró desde entre sus piernas y luego se levantó, besó sus labios una vez más y cerró los ojos como si él no quisiera verle el rostro mientras la penetraba.

Su herramienta, larga y ancha, ya había entrado dentro de su suave y cálido cuerpo para quedar inmersa en una sensación nunca antes había sentido. Elaine tiene un truco que había utilizado mucho, con los músculos de su vagina hacía como que ordeñaba los penes dentro de ella, una habilidad que había mejorado en sus largos años de práctica. Así, oleadas de placer recorrieron toda la longitud del joven pene. Los ojos de Chuck se abrieron de repente y gimió con un incontrolado un gemido de éxtasis. Ella sabía que solo duraría unos segundos y no se resignaba solo para recibir la primera eyaculación y cesó su acción vaginal.

Él gruñó y ella lo sintió vibrar y retorcerse profundamente dentro de su cuerpo, ocho o diez gruesos chorros de semen salieron de su cuerpo. Después, dejó de moverse y cayó sobre el cuerpo de ella. Yació durante segundos, mientras ella lo consolaba entre sus brazos, esperando que el pene marchitara después de haber terminado. Para su sorpresa, recobró el aliento y todavía erecto comenzó de nuevo su baile, esta vez con menos inquietud y mucho más entusiasmo.

Esta vez, con una sonrisa radiante en su rostro porque nunca había visto un tiempo de recuperación como de aquel muchacho, se dio cuenta de que estaba decidido a verla en su propio clímax. Pronto comenzó a notar sentir cómo se desarrollaba su clímax, como su respiración se acortaba y su pulso se aceleraba. Luego con una serie de fuertes gemidos alcanzó a su clímax. Pero no fue una pequeña explosión interna, si no que hubo estrellas ante sus ojos y campanas sonando en sus oídos, y luego con la sobrecarga sensorial, se desmayó.

Cuando se recuperó, Chuck todavía la estaba follando ajeno lo que le había sucedido. La estaba montando como en trance, con la mandíbula apretada y con su cuerpo empujando dentro de ella con frenética determinación. Entonces las campanas regresaron a sus oídos, y también los fuegos artificiales, luego otra vez la oscuridad y una voz distante gritando― ¡Si! ¡Sigue, si! ¡Oh por favor! ¡Sí!

Una vez que ella regresó a la consciencia, aquel joven aún seguía follando su cuerpo ya bien jodido. No se detenía y la lejana voz lo incitaba gritando― ¡Sí! ¡Por favor! de repente se dio cuenta de que era su propia voz así que se mordió el labio tratando de soportar el dolor. Le había dicho que podía hacerle lo que quisiera y como ella comenzaba a gemir y gruñir, eso estimulaba a su jinete a cosas más grandes, más fuertes, más intensas y más profundas. Parecía como si nunca fuera a parar y el cuerpo de Elaine se sacudía como si fuera una muñeca de trapo ahora, sus músculos vaginales se sujetaban desesperadamente a la herramienta en un esfuerzo por exprimirlo, y de nuevo las campanas volvieron a sus oídos y a sus ojos las luces de los fuegos artificiales, y luego la oscuridad otra vez más.

Chuck estaba tendido a su lado, y su herramienta ya no era la de un toro enfurecido, tratando desesperadamente de ensartarla. Volvía a ser el joven muchacho, educado y amable que le pasaba la mano sobre su cabello castaño rojizo, mientras su rostro mostraba su preocupación por ella, y sus labios revoloteaban como una mariposa besándola en la frente. Ella sabía por la sensación en sus entrañas que la había llenado otra vez más. Chuck preguntó si lo había hecho bien, y si ella había tenido suficiente, o si quería más. Ella negó con la cabeza y le dijo― Debes de estar riéndote de mí, no podré volver a hacer nada de esto esta noche.

Luego lo besó diciendo que había sido fantástico, como lo había sido con todos, pero había sido un día muy largo y necesitaba tiempo para recuperarse. Con una sonrisa, Chuck se levantó con energía, le ofreció la mano para ayudarla a levantarse y le dijo― Vamos a nadar―Ella gimió, pero sabiendo que era importante para él mostrarle su trofeo a su hermano y su amigo, se dejó llevar a la piscina. Como si estuviera en trance, caminaba tambaleándose y siendo consciente de su desnudez, de su sexo que goteaba semen dejando un rastro en las alfombras a cada paso. Al llegar a la piscina, vio las miradas de sorpresa de los otros dos muchachos mientras disfrutaba de la frescura del agua que rodeaba su cansado cuerpo.

Ben.

 

 

Ealine y los jóvenes

Elaine Braddock es una mujer americana blanca. Su esposo viaja frecuentemente y está fuera largos periodos de tiempo. Aunque es un buen hombre en casa y en la cama, ella que siempre ha estado un poco loca por el sexo. y tiene una necesidad sexual que necesita satisfacer regularmente, y hacerlo sin lastimar a su esposo, ni siquiera hacerle saber que no era suficiente para ella. Ocasionalmente disfruta con uno o dos de los jóvenes más cachondos.

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