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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Cintas pornográficas
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Carlota estaba desayunando en la cocina cuando oyó a su marido llamándola desde arriba.

― ¿Qué quieres cariño? ―le respondió y continuó desayunando. Eran las nueve y media de la mañana, ya había llevado a los niños a la escuela y se merecía el desayuno.

― ¿Puedes subir un momento?

Ligeramente irritada golpeó la mesa con las manos y gritó― Sí, estaré ahí en un minuto.

― Gracias, nena.

Giró su cuchara en su tazón contando hacia atrás desde diez. Carlota se levantó de la silla y subió las escaleras. Cada paso parecía costarle un esfuerzo importante y cuando llegó a arriba se notó cansada. Este estaba siendo un día infernal, pensó y sólo eran las nueve y media. Entró en la habitación vestida con sus pantalones negros rotos y su camisa roja.

― Hola querida ―dijo su marido.

― ¿Qué pasa, cariño? ―A pesar del enfado que sentía, sus palabras sonaron agradables y amistosas.

― Si tienes tiempo, necesito que lleves estas cintas a la casa de Josué.

― No me gusta ir ―dijo fríamente― Ese tipo me da escalofríos, es tan... tan... ―dudó buscando la palabra correcta― pervertido.

― Sé que lo es, ¿pero lo harías tú? Cuanto antes te vayas, mejor aunque probablemente aún esté dormido.

― La bebida es lo que le hace eso.

― ¿Entonces irás?

Lo pensó durante unos segundos y decidió que un poco de aire fresco era exactamente lo que necesitaba. Además, de camino de regreso pasaría por casa de su amiga Julia. Hacía tiempo que no la veía.

― Bien, iré.

― Gracias, cariño.

La besó y ella salió de la habitación. Esperaba que Josué ya se hubiera dormido. El tipo era un desagradable pervertido. Se sentaba en su salón viendo porno todo el día. Era pervertido y asqueroso. Porno, qué asco. ¿Qué tiene de entretenido que un grupo de chicas con grandes pechos sean folladas por un grupo de hombres? Carlota se miraba sus pequeños pechos. Sus tetas y su culo son más pequeños que la media de las mujeres que conocía. Tiene una cara bonita pero sus piernas son su mejor cualidad, son largas y glamorosas, casi digna de ser de una modelo.

A las diez de la mañana salió de la casa. La casa de Josué estaba a dos cuadras de su casa así que todo lo que tenía que hacer era caminar recto. El aire fresco de octubre le sopló en la cara. Las nubes eran grises, pero era muy poco probable que lloviera. Se sorprendió varias veces durante el viaje cuando de reojo vio a varios hombres mirándola. Ya la habían mirado antes, pero nunca tantos. No estaba vestida de forma diferente a la habitual, así que se preguntó qué estaría pasando.

Cuando llegó ante la puerta de Josué, perdió la cuenta de los hombres que la habían mirado y se sentía un poco extraña. Llamó a la puerta sin respuesta. Volvió a llamar e igualmente nada así que abrió la puerta y entró. Todo el lugar apestaba a cerveza y humo de cigarrillo. Buscó por toda la casa y no encontró a nadie, luego oyó la voz de Josué desde el sótano. La puerta del sótano estaba abierta así que bajó las escaleras lentamente. Cuando le entregaba a Josué las cintas se lanzaba por las mismas escaleras y volvía a casa.

Co cada paso hacia abajo, la escalera crujía más fuerte. Obviamente Josué sabía que alguien estaba bajando pero no decía nada. Carlota llegó junto al escalón inferior y se detuvo a escuchar. Podía oír una pesada respiración que venía de la habitación y voces de las chicas. Josué estaba viendo una película porno. Temía entrar y enfrentarse a él. Sin embargo tendría que hacerlo. Respiró profundamente dos veces, sacudió la cabeza hacia adelante y hacia atrás, apretó las cintas y se dio vuelta. Lo que Carlota vio la enfermó. Josué y un amigo, un hombre sucio llamado Ben, estaban viendo una película porno. Pensó que vomitaría por todo el suelo de madera que apestaba a gasolina, aceite y, por supuesto, a cerveza. Josué se dio la vuelta y vio a Carlota mirándolos.

Ella estaba a un par de metros del sofá. En lugar de avergonzarse, sonrió y dijo― Hola, cariño. ¿Qué puedo hacer por ti?

Ben se giró para mirarla. Sonrió sin dientes y volvió la cara hacia la pantalla.

― Mi esposo dijo que estas cintas son para ti.

― Bueno, ven aquí y dámelas.

Carlota lo pensó un momento, aquellos hombres eran asquerosos, repugnantes y pervertidos, y peor aún, estaban borrachos. Pero cuanto antes le diera las cintas de las manos, antes volvería a la seguridad de su casa. Caminaba muy despacio, con las cintas en sus manos.

― ¿Te gusta lo que ves? ―le preguntó Josué― esta película es jodidamente genial.

En la película porno, dos tipos le estaban dando a chupar la polla a una mujer que tenía las tetas del mismo tamaño que Carlota. Carlota le dio a Josué las películas que las puso al lado del sofá. Carlota trató de irse, pero se sintió extrañamente atraída por la película. Estaba parada frente a ellos entre el sofá y el televisor. Uno de los hombres se estaba follando a la chica por el culo mientras ella seguía chupando la polla del otro tipo.

― ¡Genial! ―dijo Josué mientras la tomaba de la mano y la sentaba en el sofá entre ellos― Te gusta esto, ¿no es así? ―continuó y le puso una mano en el muslo.

― ¿Qué estás haciendo? ―le dijo ella con voz que sonaba un poco asqueada.

― Vi tus bonitas piernas, así que fui a por ellas ―respondió.

Entonces Carlota notó una segunda mano en el otro muslo. Ella tragó saliva mientras ambas manos le iban acariciando lentamente los muslos. Se quedó quieta, permitiéndoles hacer lo que quisieran.

De repente se sintió débil e indefensa. En la película pornográfica ambos hombres estaban lanzando su semen por todo el pequeño pecho de la chica. Ella se sonrojó ¡se veía tan erótico! No le pareció sucio, para nada pervertido. Entonces se dio cuenta de que le estaban quitando las bragas. Se absorbió tanto en la película que no se resistió cuándo y se lo hicieron. Sabía que debía salir de allí, pero en vez de eso, una poderosa fuerza que no podía explicar le hizo quedarse y seguir viendo la película. En la pantalla ahora había un tipo blanco cogiendo el culo de una mujer asiática. El tipo se la estaba cogiendo fuerte por el culo. Ella notó una mano entre las piernas y un dedo frotándole entre sus labios de coño. Su mente gritó― ¡Oh, mierda, esto me gusta!

Volvió la cabeza para ver que ambos hombres tenían la polla fuera y se masturbaban. Mientras los miraba, ninguno de ellos soltó el pene. Ambos medían unos veinte centímetros y ambos se veían limpios. Entonces ambos tomaron cada una de sus manos y la colocaron en sus penes.

Como hipnotizada, no reaccionó solo se dejó hacer acariciando las sus pollas de arriba a abajo. No fue una sorpresa cuando le soltaron las manos y la dejaron acariciar sus pollas por ella misma. Las manos de los Josué y Ben volvieron a acariciarle los muslos y el coño. Ella estaba sorprendida por su propio comportamiento, perturbada por sus propios deseos internos, pero innegablemente excitada.

― ¡Oh, mierda! Tenemos una puta a las diez en punto ―Dijo Josué mientras se reía y también Ben.

A Carlota nunca antes la habían llamado puta pero ella no se molestó. Todo era como un sueño, un sueño muy pervertido.

Entonces Josué le dijo a Ben― La voy a montar ahora mismo.

Ella temblaba de excitación mientras el hombre hablaba de ella como si fuera un objeto que pudiera usar. Se sentía muy asquerosa por lo que les dejaba hacer pero a la vez muy excitada. En contra de su voluntad racional, quería ser como las chicas de la película pornográfica quería que la follaran. Josué la colocó como una muñeca y ni se molestó en quitarle la blusa, sólo se la metió en el coño. Estaba muy ajustada pero su coño estaba muy mojado.

La forzó a entrar y salir durante los primeros segundos, después, el coño de Carlota quedó dominado por Josué que la agarró por las caderas y se la cogió con toda su energía. Carlota no podía creer lo bien que se sentía. Los movimientos de Josué eran tan perfectos. Ben le ofreció su polla a su boca y se la lamió alrededor. Ella besó su agujero de mear y probó el líquido que ya salía. Luego se la metió en la boca y lentamente bajó hasta sus bolas, y luego volvió a subir. Ben le pidió que se la chupara más rápido y lo hizo. Carlota le hizo a Ben su primera mamada en diez años. Ben estaba de pie en el sofá ahora, follándose la boca de Carlota. Ella ya no tenía el control de su cara. Carlota podía saborear el prepucio de Ben en su boca y lo miraba a los ojos de vez en cuando. Ben sudaba por todas partes y respiraba más fuerte que cuando empezaron. Carlota también podía notar que se corría. Su coño estaba muy mojado. Sus manos se agarraron a las piernas de Ben para no caerse.

Mientras tanto, Josué se estaba follando a aquella hermosa y discreta esposa al estilo perrito mientras ella le chupaba la polla a su sucio amigo Ben. Las pelotas de Josué se agitaban de arriba a abajo mientras se la follaba. Josué se la estaba follando más fuerte que nunca.

― ¡Oh Dios! ―dijo Ben gimiendo― Me voy a correr.

― ¡Dáselo! ―gritó Josué― ¡Córrete en toda su cara, méteselo en la boca!

Ben le sacó la polla de la boca y empezó a masturbarse. Carlota sabía que se iba a correr y no le importaba. Quería probar el semen en su boca y notarla en su piel. Ben, lanzó su caliente semen a la boca de Carlota que lo estaba esperando. A Carlota le encantó el sabor salado del semen.

Josué también anunció que se iba a correr un minuto después de que Carlota se tragara la última gota del semen de Ben. La agarró por la cintura y fue tan rápido como su cuerpo se lo permitía. De repente, se retiró y empezó a lanzar su semen sobre la espalda de ella mientras gritaba un― ¡Guauu! ―en señal de alivio.

Carlota se quedó allí tumbada cuando Josué y Ben se levantaron, estaba muy cansada. Ben le trajo una toalla y ella se limpió la cara y la espalda. Luego Josué le dio unas cintas y le dijo― Dáselas a tu marido y asegúrate de que me las devuelves.

Sintiéndose avergonzada pero satisfecha, Carlota regresó a su casa.

Godo

Otro relato ...




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