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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Cena con Rachael y Andrea
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Subí en ascensor hasta el último piso del edificio que albergaba el apartamento de Andrea. El mensaje de texto que había recibido especificaba que me vistiera para la cena y llegara a su casa a las seis en punto. Me puse uno de los trajes oscuros que Carol había elegido para mí, junto con una camisa de vestir negra y una corbata. Comprobé el brillo de mis zapatos cuando se abrió la puerta y salí al pasillo. Respiré hondo y exhalé por completo antes de llamar al timbre.

― Adelante ―oí por el interfono.

Entré en la casa lujosamente decorada y cerré la puerta. Dudé un momento antes de entrar en el gran salón y me detuve de repente, atónita ante el espectáculo que tenía delante. Rachael y Andrea estaban juntas, con las manos en las caderas y grandes sonrisas en sus hermosos rostros. ¡Santo cielo!

Las dos mujeres estaban vestidas solo con lencería. La larga melena pelirroja de Rachael caía en cascada sobre sus hombros y a través del enorme escote que contenía el sedoso sujetador rojo. Sus curvilíneas caderas y sus largas piernas estaban cubiertas de ligueros y medias rojas, y sus pies calzados con tacones de aguja rojos. Andrea iba de negro, sus grandes pechos sobresalían del corsé negro y sus curvilíneas nalgas estaban desnudas por encima de las medias negras y los tacones altos. Las hermanas eran muy parecidas y muy diferentes al mismo tiempo. Joder, esas dos mujeres maduras están muy buenas.

― ¿Listos para cenar? ―preguntó Andrea mientras las dos se daban la vuelta lentamente.

― Menos mal que tengo mucha hambre ―respondí― Estáis impresionantes, señoritas.

― Gracias ―respondieron ambas mientras se volvían hacia mí.

― Estás muy guapo ―dijo Rachael mientras se acercaba― Me encanta cómo te queda, pero prefiero el otro traje.

― ¿Otro traje? ―pregunté.

― Sí, ¡tú traje de cumpleaños! ―bromeó mientras me ponía las manos en los hombros y se me abrazaba― Me alegro de volverte a ver.

Andrea soltó una risita mientras se ponía detrás de mí y me rodeaba la cintura con los brazos. Sus grandes pechos me empujaban la espalda mientras las dos hermanas me abrazaban con fuerza. Rachael me besó mientras Andrea me susurraba al oído con su cálido aliento― ¿Alguna vez has sido compartido por hermanas?

Tragué saliva antes de responder― No.

Sentí sus manos recorriéndome el cuerpo, tocándome por todas partes excepto la polla, dura como una roca que se tensaba contra la cremallera de mis pantalones mientras seguían frotando mi cuerpo a través del traje.

― ¿Quieres serlo? ―susurró Rachael mientras sus brillantes ojos verdes se clavaban en los míos.

― ¡Joder, sí! ―respondí con voz ronca.

Las dos soltaron una risita y se separaron de mí. Se cogieron de la mano mientras se alejaban y se dirigían al gran sofá. Se sentaron juntas y Andrea dijo― Es hora de un pequeño espectáculo antes de cenar, vamos a quitarnos ese traje para ver el que le gusta a Rachael.

Me quité la chaqueta y la tiré a una silla cercana, seguida de la corbata. Empecé a desabrocharme la camisa mientras las dos mujeres reían y miraban ansiosas. Me quité la camisa e hice una pequeña flexión antes de quitarme los zapatos y los calcetines. Me puse las manos en el cinturón e hice una pausa― ¿Qué tal si caliento un poco la cena? ―bromeé― Dame un aperitivo.

Andrea abrió las piernas y se echó hacia atrás, dejando al descubierto su brillante coño. Su mano se metió entre las piernas y sus dedos empezaron a acariciar los delicados pliegues de su coño. Rachael abrió las piernas y pasó la izquierda por encima de la pierna derecha de Andrea. El contraste de las brillantes medias rojas con las negras de Andrea era sorprendente. Su mano se deslizó hacia abajo y empezó a acariciarse la húmeda raja. Observé con asombro cómo las hermosas mujeres se daban placer.

Me desabroché el cinturón, el botón y la cremallera lentamente. Me quité los pantalones y los tiré a la silla. Lentamente, me di la vuelta y me quité los bóxer de seda, mostrándoles todo el trasero antes de volverme hacia ellas.

― Oh, qué buen culo ―ronroneó Rachael― Eres tan sexy…

Me quedé de pie con la polla sobresaliendo y la acaricié lentamente mientras Andrea la miraba en mi mano. Soltó un pequeño jadeo y alcanzó el clímax. Sus dedos dejaron de moverse mientras temblaba y dejaba escapar un gemido silencioso.

― La cena está lista ―rió Rachael― Hora de comer.

Me hizo un gesto para que me acercara a ella mientras abría más las piernas y se recostaba. Me arrodillé frente a ella y puse las manos sobre sus muslos. Me incliné y pasé mi lengua por su húmeda raja antes de atacar su clítoris. Mientras la acariciaba con la lengua, Andrea se levantó del sofá y la sentí detrás de mí, con su mano en mi espalda. Bajó hasta mi culo y se metió entre mis piernas. Me tocó los huevos apretando suavemente mientras yo intentaba concentrarme en Rachael.

Le pasé la lengua por el capullo rojizo y fui recompensado con un gemido y un tirón de pelo cuando alcanzó el clímax. La mano de Andrea avanzó y sentí sus dedos en mi dura polla.

― ¡Oh, está tan jodidamente dura! ―me susurró al oído.

Rachael se estremeció cuando su mano soltó mi pelo y su orgasmo cesó. Andrea apartó la mano de entre mis piernas y me agarró del pelo. Tiró de mi cabeza hacia ella y me besó apasionadamente. Me soltó y se apartó.

― Es hora de ir a la habitación ―anunció mientras me tendía la mano.

La cogí y me levanté. Le tendió la otra mano a Rachael y la ayudó a levantarse. Las dos compartieron un beso conmigo antes de llevarme hasta el dormitorio.

― Nunca habíamos jugado juntas ―dijo Rachael con una risita― Tú serás el primero.

― Sí, creemos que te lo has ganado ―añadió Andrea― Espero que no te importe que hagamos turnos.

― Estoy dispuesto a lo que queráis ―respondí. Yo esperaba poder manejarlas a las dos juntas. Son tan jodidamente calientes...

Entramos en el dormitorio y Rachael se sentó en el borde de la enorme cama. Me atrajo hacia ella, rodeó mi polla con las manos y empezó a acariciarla. Me miró con sus brillantes ojos verdes y una sonrisa sexy― ¡Qué gruesa! ―ronroneó― Muy dura… ¡Me encanta tu polla!

― A ella le encantas tú ―susurré con voz ronca.

Andrea se quitó el corsé y sus grandes pechos quedaron al aire, con los pezones hinchados y duros. Se quitó los zapatos y me sonrió― ¿Me pongo o me quito las medias?

― Déjatelas.

Se puso a mi lado y me rodeó la cintura con el brazo. Su cuerpo se apretó contra el mío, sus grandes pechos se aplastaron contra mí mientras su mano me frotaba el culo.

― ¿Quieres que te la chupe? ―susurró― Quiero ver cómo te la chupa.

Asentí.

Rachael se metió en la boca la gorda cabeza de mi polla que pasó por entre sus labios mientras su boca se abría de par en par. Hizo unas cuantas caricias lentas y luego empezó a metérsela más profundamente.

― Oooh… sí, chupa esa polla gorda ―instó Andrea― ¡Dios, estás muy sexy, Rachael!

Rodeé a Andrea con el brazo y le agarré un pecho. Lo apreté y jugué con él antes de llevar la mano a su culo. Apreté sus nalgas llenas y firmes e intenté no concentrarme en la sensación de mi polla en la garganta de Rachael. No quería correrme todavía.

Andrea tocó a Rachael en el hombro― Mi turno, no seas codiciosa.

Rachael se apartó y se limpió la barbilla mientras Andrea se arrodillaba frente a mí. Me giré para mirarla y vi cómo mi polla desaparecía en su boca.

― Intenta cogerlo todo ―le retó Rachael.

De repente, Andrea se metió mi polla hasta el fondo de su garganta y su nariz se hundió en mi pubis.

― ¡Oooh, lo hiciste! ―exclamó Rachael― ¡Todo dentro!

Andrea se apartó y jadeó. Miró a Rachael y sonrió mientras la baba le corría por la barbilla― No es la primera vez, ¿sabes?

Aproveché el momento para dejar que mi excitación remitiera. Estaba tan cerca que necesitaba un minuto para dejar que se calmara.

― ¿Quién quiere darse la vuelta? ―Pregunté― Déjame tumbarme.

― ¿Lengua o polla? ―Preguntó Andrea― ¿Qué quieres primero, Rachael?

― Tú eliges" ―contestó.

― Que sea la polla ―rió Andrea mientras me empujaba a la cama― Vamos a montar este potro.

Nos reímos mientras me tumbaba en medio de la cama y miraba cómo Andrea me montaba a horcajadas. Con los movimientos de la experiencia, se alineó y me tomó dentro de ella en un solo movimiento. Después de tres movimientos rápidos de sus caderas, me enterró profundamente y se sentó recta mientras disfrutaba de la sensación de plenitud. Estaba preciosa, con los ojos cerrados y una expresión de placer en su preciosa cara. Levanté las manos y manoseé sus enormes pechos mientras ella empezaba a moverse lentamente.

― Yo también ―dijo Rachael mientras balanceaba la pierna por encima de mi cabeza.

Miré hacia arriba y vi su jugoso coño justo encima de mi boca mientras se inclinaba sobre mi pecho. Andrea le desabrochó el sujetador rojo, dejando que los grandes pechos de Rachael se balancearan libremente. Los arrastró por mi torso mientras yo estiraba la lengua al encuentro de su brillante raja. Me concentré en Rachael mientras Andrea me cabalgaba. Luché por contener mi orgasmo mientras Andrea se agitaba y gemía en el clímax, con su coño apretándose contra mi vástago dolorido. Dejó de moverse y se apartó.

― Tu turno ―jadeó― Necesito unos minutos.

Rachael se dio la vuelta, se arrodilló, se alineó y se dejó caer sobre mi polla. Se agitó con furia y alcanzó el clímax en cuestión de segundos, gimiendo ruidosamente y desplomándose sobre mí pecho. Mi polla salió disparada y se retorció al aire libre, clamando alivio.

Sentí que la mano de Andrea agarraba mi polla y empezaba a masajeármela. De repente sentí mi polla entraba en su garganta mientras me la chupaba profundamente. Entré en erupción y bombeé mi enorme eyaculación en su boca, sintiendo cómo se derramaba y corría por mi pene y mis pelotas. Mis caderas se sacudieron cuando llegué al clímax, y la intensidad del orgasmo me provocó espasmos en el bajo vientre.

― ¡Que eyaculación más grande! ―exclamó Rachael cuando Andrea apartó la boca.

Chorros de semen salieron de su boca y me rociaron la polla y los huevos mientras ella jadeaba. Rápidamente, volvió a meterse la polla en la boca y chupó con fuerza, sacándome la última gota de semen y haciéndome gemir de placer. Se apartó y su boca fue sustituida por la lengua de Rachael que dio vueltas alrededor de la punta antes de subir y bajar por mi pene, lamiendo todo el semen que quedaba. Luego dirigió su atención a mis pelotas y lamió toda la base de mi pene hasta dejarme limpio.

― Vaya ―jadeó Andrea― Ha sido una gran corrida.

Me relajé y recuperé el aliento mientras se tumbaban conmigo, una a cada lado. Apoyaron sus cabezas contra mi pecho mientras yo las rodeaba con mis brazos. Cada una puso una pierna sobre mi cadera y se acurrucó contra mí entre sus grandes y mullidos pechos y sus cálidos muslos.

― Ha sido divertido ―dijo Rachael― Me encanta jugar contigo.

― A mí también ―añadió Andrea― Me dejas agotada. Si tuviera veinte años menos, tal vez podría competir contigo.

― Me gustáis como sois ―respondí― Las dos sois tan sexys, tan... seductoras. Me excitáis.

― Tú me excitas ―bromeó Rachael mientras su pie frotaba mi polla semidura.

Andrea soltó una risita y puso su pie en el otro lado, las dos acariciando mi polla con los dedos de los pies. La polla empezó a responder y a ponerse más dura a medida que continuaban las caricias. Pronto se agitó entre sus pies cubiertos de medias y la gorda cabeza se hinchó y latió entre el tejido rojo y negro.

― ¿Listas para dar una vuelta, chicas? ―pregunté con una sonrisa.

Las dos soltaron una risita y se acercaron a mi polla hinchada, tocándose las manos mientras me acariciaban.

― ¿Quién va primero?

MJ

 

 

Sexo en el trabajo

Todo comienza con un error en la nómina, le ingresan una cantidad muy superior a la habitual y le ofrecen una excitante oportunidad que no puede dejar pasar.

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