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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Caro y los técnicos del TV cable
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Como les conté anteriormente, no me permito tener experiencias sexuales con desconocidos dentro de mi casa, promesa que me hice en mi interior para no dar de qué hablar a nadie, evitar problemas, y lógicamente, preservar la imagen de señora seria, de hogar y muy dedicada a su profesión. Pero como siempre existen excepciones, la rompí al tener relaciones en dos ocasiones. Con el primero fue con el chico estudiante de agronomía al que yo le decía el jardinero, que luego dejó de ser un desconocido para convertirse hasta ahora, en mi amante esporádico.

La segunda vez que falté a mi promesa, fue un día de fin de semana en el que mi esposo se había ido de pesca de madrugada y no regresaría hasta el día siguiente. Son fines de semanas en que aprovecho para dormir hasta más tarde, andar desnuda a mis anchas por los jardines mientras tomo sol, oír música en el estudio que tengo detrás de la casa, o simplemente, chatear con mis amigas, o leer.

Ese día amanecí más alborotada que de costumbre; la noche anterior estuvimos en una reunión con mi esposo donde me presentó a unos conocidos de él, dueños de unas empresas empacadoras de mariscos, y que al saber que yo era doctora, me propusieron ir a sus instalaciones para chequear a todos los empleados de cada una de sus empresas, y con mi firma avalar la certificación que requiere el ministerio de salud para seguir funcionando. Pero lo que me alborotaba, era la forma cómo me miraban cuando le propusieron a mi esposo llevarlo de pesca en ese momento, a la vez que nos hacían la invitación, para que después del trabajo que me estaban proponiendo, llevarnos a pescar y pasear con sus parejas en el yate de uno de ellos, y pasar todo un fin de semana en alta mar con fiestas incluidas.

Yo ya me veía exhibiéndome para orgullo de mi marido, tomando sol o nadando con uno de mis micro trajes de baño que a mi esposo lo vuelven loco, no se diga a extraños que nunca me han visto y que, por sus miradas, de seguro ya me imaginaban desnuda desde esa misma noche.

Aprovechando mi alboroto sexual porque es ahí cuando me pongo más atrevida en mis decisiones y adquisiciones, me puse a ver en mi estudio, trajes de baños para ver si los compraba, a la vez que veía fotos mías posando sexi en la playa, con los minúsculos trajes que poseo.

Me gustan esos micro bikinis muy sexis que son de una sola pieza y que recorren el cuerpo con un solo hilo, tapando solo parte de las tetas y algo de la vulva, cuando de repente, me quedo sin internet. Llamé a reclamar y me dijeron que justo estaban los técnicos revisando una falla que se les había presentado en este sector, llamo a la garita de seguridad y me avisan que ya los enviaban. No pasaron ni dos minutos que ya estaban timbrando. Me entró la desesperación porque andaba desnuda y tendría que correr a la casa, buscar algo que ponerme y abrirles la puerta principal. Opté por buscar algo del tendedero, y encontré una de esas batonas tipo camisetas sin cuello y sin mangas, que se sostienen solo con tirantes de los hombros, de tela fina y medio transparente, pero estampada con flores que disimulan o desdibujan las partes más notorias del cuerpo. Mientras no se me pegara a la piel, no habría problema de pasar desapercibida, a excepción de mis pezones, que por tener tetas puntiagudas y pezones grandes, siempre se delatan.

Abrí la puerta principal desde mi estudio mientras salía a su encuentro; al verlos, me quedé como idiotizada, eran dos monumentos de hombres altos, uniformados con overoles y cascos, el uno moreno y el otro de piel blanca.

Tengo cierta atracción morbosa hacia los hombres y mujeres uniformados, peor si son altos y bien formados.

Mientras yo los miraba boquiabierta, ellos me recorrían con su mirada de arriba a abajo, y como andaba descalza, me sentía pequeñita frente a ellos. Les comenté lo sucedido, y me pidieron que les enseñe dónde estaban los conectores y distribuidores dentro de la casa. Los llevé al panel que está dentro del vestidor en mi habitación mientras me disculpaba por el desorden de mi ropa, a la vez que, prenda que encontraba, la tiraba a un tacho. Haciendo eso, uno de mis hilos dentales se cayó fuera, y fue cuando el moreno se agachó a recogerlo, lo miró y sin quitarme la mirada, con una sonrisa me lo entregó. Pedí disculpas diciéndoles que si hubiera sabido que iban a venir, de seguro no hubieran visto aquel desorden, a lo que el moreno contestó― No se preocupe señora, si eso hubiera sucedido, y se lo digo con mucho respeto, de seguro no hubiéramos gozado de la belleza de su cuerpo ―dijo mientras su mirada se clavaba en una de mis tetas que estaba expuesta porque el tirante se me había chorreado del hombro. Casi me desmayo, me ruboricé y comencé a temblar porque me sentí abochornada y acorralada. Les parecería que yo estaba buscando que eso sucediera de forma descarada.

El moreno salió a mi dormitorio, vio la cama desordenada y preguntó― ¿De cuantas plazas es?

― Es especial, creo de 4 plazas, es extra grande con colchón de agua.

A lo que contestó― Nunca he probado un colchón de agua, para usted debe ser como una piscina olímpica ―Dijo mientras se reía y pedía disculpas por la broma.

― Si se refiere a lo grande y desordenada es debido a que yo me muevo mucho cuando duermo ― le dije entonces de forma muy coqueta

― ¿Y cuando no duerme? ―dijo con mirada y sonrisa pícara.

― Ahí me muevo mucho más ―le contesté con sonrisa y mirada coqueta porque ya me estaba aumentando la excitación y estaba a punto de rebasar el límite de mi buen comportamiento, porque pasado éste, me descontrolo por completo.

Salió el otro del vestidor y dijo que todo estaba bien en ese sitio al tiempo que me pidió que lo llevara a otra caja de distribución, y esa estaba en mi estudio. Los llevé, les indiqué que estaba detrás de mi sillón mientras el moreno no dejaba de mirarme con su mirada lasciva que me hacía sentir cosquilleos en mis partes íntimas y que me estaban llevando a pensamientos obscenos.

Les ofrecí prepararles jugo, y mirando de forma coqueta al moreno, le dije que cuando estuviera, lo llamaría para que me ayude a llevárselos. Salí para la cocina caminando de forma provocativa, sabía que el moreno me estaba mirando. Ya había rebasado el límite y mis pensamientos morbosos ya me tenían mareada. Esa escena donde el miraba fijamente mi teta y que me hizo abochornar minutos antes, me daba vueltas en la cabeza, esa frase insinuante―No hubiéramos gozado de la belleza de su cuerpo―me decía que le había despertado el interés por mí y lo tenía excitado, y como yo nunca había tenido relaciones sexuales con un moreno, me tenía prendida a mil.

Entré a la cocina, y mientras preparaba el jugo me sentía mareada pensando en verme poseída por aquellos dos hombres. Mis piernas temblaban, me sentía acorralada entre aquellas dos moles de hombres y mi cabeza daba vueltas excitándome cada vez más, mientras temblorosa preparaba el jugo. Sentía como un hilito de sudor o no sé qué, se chorreaba por mis muslos internos, cuando de repente, se asoma el moreno y me dice― Vengo para ayudarla.

Del susto o de los nervios, solté el cucharón con el que estaba sirviendo, y él muy presto, se agachó a recogerlo al tiempo que me rozó las nalgas con su hombro cuando se levantaba. Luego se fue a sentar en un banco alto del mesón y no paraba de mirarme de arriba abajo, cuando de repente me dijo― No me canso de admirar su belleza, ¿cómo puede ser posible que una mujer tan bonita pueda estar tan sola en tremendo caserón sin que un hombre la cuide?

― Será porque yo sola me puedo cuidar ―contesté nerviosa― y por favor, no me mire así de esa manera porque me tiene nerviosa, me imagino que por su cabeza están pasando pensamientos que a mí me harían abochornar.

― Cómo dejar de mirarla y no pensar de esa manera, si usted está temblando y exhibiendo la belleza de ese cuerpo tan generoso que posee, y que cualquier hombre desearía ―contestó.

Lo miré como sorprendida por lo que decía, más directo no podía ser. Yo temblaba tanto, que mis manos derramaron el jugo que intentaba servir en los vasos, al tiempo que le decía con voz nerviosa que estaba equivocado con la impresión que yo les había dado. Giré, le di la espalda y me lavé las manos, vuelvo a girar y su mirada no dejaba de recorrer mi cuerpo. Entonces miro mis tirantes que no estaban en los hombros, y caigo en cuenta que se me habían deslizado a los lados de mis brazos, y estaban dejando ver parte de mis senos. Bajo la mirada, y veo que había estado enseñando parte de mis nalgas que, sin duda, quedaron descubiertas en el momento que él me rozó con su hombro. Me sentía desmayar, había descubierto que andaba desnuda, por eso sus miradas de deseo; me acomodé presurosa la prenda, lo miré y casi suplicando le pedí que no me mirara de aquella manera― ¿Acaso no se da cuenta de que me tiene nerviosa y temblando? ―Claro que temblando de morbo y de deseos pensé para mis adentros.

Se levantó del banco con la mirada fija en mis ojos, y avanzó a mí lentamente, a pasitos cortos, como esperando alguna reacción. Yo estaba petrificada, a cada paso que daba, mi respiración se aceleraba, mi corazón se disparó, mi cuerpo comenzó a temblar, mi vagina comenzó a chorrear, mis tetas y sexo a reventar y mis piernas a desfallecer.

Cuando lo tuve cerca, le di la espalda, como si con eso no iba a sentir ni ver lo que iba a suceder. Se pegó a mí, y yo con los brazos caídos sentí su bulto en mi espalda; comencé a respirar entrecortado, estaba temblando, muda y petrificada, simplemente sintiendo. Metió sus manos por debajo de mi camiseta y comenzó a amasar mis tetas, una con cada mano, mientras agachado me besaba las orejas y el cuello. Yo simplemente tenía la cabeza de lado para que pudiera hacerlo mejor, suspirando y gimiendo de placer. Se retiró un poco y con un solo movimiento de sus dedos hizo a un lado los tirantes y la prenda cayó al suelo

Me tenía desnuda una mole de desconocido en mi propia casa. Se me volvió a acercar, me volvió a manosear, y con una mano me tomó de la barbilla y me hizo que pusiera la cara mirando hacia arriba, mientras la otra bajó a mi vulva a enjugar sus dejos dentro de mi vagina. Los sacó y los chupó, volvió a hacer lo mismo, pero esta vez los enjugó y me los hizo chupar a mí. Me giró de un solo movimiento y me puso frente a él, me tomó la cara con ambas manos y me besó, siguió bajando y se dedicó a chupar mis tetas mientras yo le apretaba la cabeza contra ellas. Bajó más, me agarró de las nalgas, y jalándolas hacia él, se dedicó a lamer mi clítoris y sus alrededores mientras yo le abría las piernas para que su lengua penetrara mucho más. Ambos estábamos disfrutando tanto que un poco más y me quedo en éxtasis ante tanto placer,

Ya estaba desquiciada y depravada, la Caro lujuriosa estaba en posesión de mi cuerpo, me tenía temblando de placer y quería más; ya no había vuelta atrás. Seguía temblando, cuando alcanzó a ver uno de mis delantales sexis que suelo usar para atender a mi esposo. Me ordenó ponérmelo y me lo colgué del cuello mientras él me lo amarraba por detrás en la cintura, son de esos que dejan las tetas al aire y solo cubren una minúscula parte del vientre por debajo del ombligo dejando ver la entrepierna― Te ves preciosa ―me dijo― ahora coge los vasos que yo llevo la jarra y vamos a tu estudio para que atiendas a mi amigo.

Con tanto desenfreno, me había olvidado que allí estaba otro hombre ¿Sería acaso que había perdido el control de todo y hasta de mi cuerpo? Bueno, el de mi cuerpo ya lo había perdido hacía rato, así que me dejé llevar, igual en algún momento todo tendría que acabar.

En el momento que llegamos, su compañero estaba de espaldas a nosotros mientras daba instrucciones por radio, Dejé los vasos sobre el escritorio y el moreno la jarra, me cogió y jaló, me apegó de espaldas a su cuerpo y comenzó a manosear mis tetas, una en cada mano, mientras esperaba que su amigo nos viera. Las apretaba de tal manera que las puntas de mis pezones parecían que iban a reventar y salir disparadas. Ese dolor incrementaba mi desenfreno y me hacía retorcer y gemir de placer con la mirada perdida, mientras mis manos sobaban el enorme bulto que se quería salir de sus pantalones.

El otro giró en mi sillón reclinable a la vez que encendía la computadora, apareciendo mis fotos sexis de la playa en traje de baño. Sin mirarnos aun dijo― Mira hermano esta mujer es toda una zorra, resulta que es una exhibicionista ―al tiempo que se sorprendía de ver al moreno que me tenía casi desnuda y me manoseaba y estrujaba mis tetas. Pegó un grito y le dijo― ¿Estás loco, pero qué estás haciendo? ¿Qué está pasando? ¡Eso es violación!

― ¡No hermano, mira! ―contestó el moreno que me dejó de apretar las tetas, desató el lazo del cuello y el de la cintura dejando caer el delantal al piso para dejarme completamente desnuda. Cogí un vaso y se lo llevé, se quedó como loco y sonrió― ¿Así que esta bebé quiere chupetes y helados con crema? ―dijo al tiempo que se golpeaba las piernas para que me siente en ellas. Me acomodé en su regazo con mis piernas sobre el apoyabrazos, mientras la mano del brazo que sostenía mi espalda apretaba una de mis tetas, la otra, jugaba con mis nalgas y piernas mientras me besaba y yo lo llenaba de besos también. Yo muerta de placer, gemía y me revolcaba sobre él. El moreno se paró a nuestro lado para ver mis fotos indecentes mientras se sobaba su bulto. Me pidieron que les enseñase más y les puse unas en que estaba bailando desnuda con unas amigas en una fiesta en una playa, como mis amigas no eran de aquí, no había problema de que reconocieran a alguna.

Entonces el moreno dijo― Esto está rebueno, pero, ella nos preparó el jugo de frutas y ahora nos va a dar de sus jugos, y la fruta de donde lo saca ¡Ven, síguenos! ―Me levantó en peso como si yo fuera una muñeca de trapo y me llevó en brazos hasta el baño principal. Pusieron a llenar el jacuzzi y se pusieron uno frente al otro, dejando solo un espacio donde yo estaba parada entre ellos. Me ordenaron que los desnudara, eran cuatro manos fuertes y grandes que me manoseaban por todos lados mientras los desnudaba. Cuando estuve agachada para sacarles sus bóxer, sus penes extremadamente grandes me golpeaban el rostro. Así agachada y en cuclillas me pusieron a lamerlos, besarlos y chuparlos, eran tan grandes y gruesos que no cabían en mis manos.

Me llevaron al Jacuzzi y me hicieron que los bañase uno a uno, cosa que disfruté porque no hubo un solo rincón que haya dejado de tocar, y luego cuando les tocó a ellos bañarme, tampoco dejaron ni un solo lugar sin haberlo explorado, lamido y hurgado. Me secaron como a una bebé, me acostaron en la cama y tomaron de mi tocador un frasco de crema para el cuerpo y entre los dos me la untaron. Yo estaba con los ojos cerrados, revolcándome de placer y disfrutando el momento

Se tumbaron en la cama, uno a cada lado, se pusieron de lado a besarme mientras sus manos me manoseaban la vulva y la vagina. Las mías, cada una les recorría de arriba abajo sus grandes penes. Mi cuerpo se estremecía y se retorcía cada vez que sus manos se movían. Mis gemidos y gritos se ahogaban cuando sus lenguas o dedos se introducían en mi boca.

Mi comportamiento era el de una zorra, el de una perra en celo. Me sentía tan pequeñita entre aquellos dos grandulones que me preocupaba que me lastimaran sus grandes falos. Llegó el momento de la verdadera acción y yo no sabía qué hacer y por cual comenzar hasta que el moreno dijo― Como yo fui el que te sedujo, serás mía primero ―Me pidió que con las piernas abiertas me sentara sobre su boca, y mientras el daba cuenta de mí, yo me dedicaba a su pene, era el doble de grueso que el de mi marido y unos 25 cm de largo, muy, muy grande para mis orificios. Casi se me desencajaba la mandíbula para que solo entrara una parte de él en mi boca. Pero ya no había marcha atrás, la putita que hay en mí quería llegar hasta el final, estaba tan excitada que dije que me lo comería enterito así me desgarra la vagina y el culo.

Me puso de rodillas al borde de la cama con mi culo al aire, el amigo se acostó frente a mí, para que me dedicase a su pene. Igual, en algún momento le tocaría su turno. El moreno me puso un chorro de crema en mi coño y comenzó a quererlo introducir, empujaba y yo le huía, volvía a intentarlo y nuevamente me causaba dolor; entonces se dedicó a dar empujoncitos como para abrirlo poco a poco, mientras con su otra mano, introducía dos dedos hurgando dentro de mi culo para ir relajándolo y darme placer a la vez. Yo comencé a gemir muy rico, hasta que, en una de esas, tiró de mis nalgas hacia él, sacándome un tremendo grito de dolor que me hizo sollozar por un buen rato, luego comenzó a empujar y sacar rítmicamente hasta que hubo entrado, según él, más de la mitad. A cada empujón me dolía un mundo, hasta que con sus empujones y con mis movimientos hacia atrás, oí como sus testículos golpeaban contra mi cuerpo. Desde ese momento comencé a disfrutar placenteramente lo que me hacían, mi coño ya lo había aceptado y se había amoldado.

El amigo estaba impaciente porque él también quería hacerme suya y propuso que yo montara al moreno a horcajadas para él follarme el culo, y como su pene era algo más delgado que el de su amigo, ya me lo dejaría listo cuando el moreno me follara por detrás, y así lo hicimos

El moreno se sentó en el borde de la cama y se acostó, yo lo monte y aquella cosa gigante desapareció dentro de mí. Su amigo se puso detrás, me agarró de las nalgas y comenzó a empujar. Y empezó mi martirio, un chorro de crema, dedos adentro hurgando que me sacaban gemidos muy largos, y el pene que no podía entrar. Me intentaba meter cuatro dedos pero me ardía. El hombre estaba tan desesperado, que me dio algunas nalgadas y sin previo aviso, le dijo al moreno que mi pecho lo apretara contra el de él, cosa que me pareció extraña porque así no me podía mover. Cuando de repente, con un tremendo empujón su pene entró a la vez que yo gritaba y lloraba del intenso dolor por el desgarro del esfínter anal. Lloré un buen rato y hasta dije malas palabras, pataleaba y trataba de cerrar mis nalgas, pero no podía moverme porque el negro me tenía prisionera apegada a su cuerpo, y el otro me tenía cogida de las caderas y ya, con gran parte de su verdugo dentro mío. Pasó un buen rato y el dolor disminuyó, le dije que podía seguir, y así, con entradas y salidas cortas, fue como logró meterlo todo. Mis músculos se relajaron y sus penes entraban y salían como Pedro en su casa. Cambiaron de posición y ambos me lo hicieron por todos lados, luego el moreno hizo que su amigo me levantara en peso y me penetrara parado, el moreno vino por detrás y me penetró por el culo, así me tenían dándome a su antojo por un buen rato haciéndome disfrutar de placer.

Quedé muerta y derrengada chorreando semen por todos lados. Mi vulva y labios vaginales estaban rojitos e hinchados, mi culo rojo y mi ano destrozado, felizmente se recupera rápido, pero se me hizo ese día.

Los chicos se bañaron conmigo, les di de besitos a sus herramientas y les dije que las extrañaría, pero que en otro momento volverían a ser mías, que yo misma me encargaría de dañar las instalaciones del internet para que ellos vinieran a pasar el día conmigo. Los despedí, puse a lavar todo y arreglé todo aquel desastre. Y me dolía todo

Al día siguiente que mi marido llegó, yo estaba muerta de cansancio, le dije que pidiera comida y que descansáramos juntos, pero sin nada de acción y me acosté, al tiempo que me decía― Supe por los guardias que nos quedamos sin internet ayer, pero que ya lo habían arreglado.

― ¡Ajá! ―le contesté.

― Pues te cuento que se volvió a ir.

Pegué un salto con los ojos desorbitados y dije― ¡Nooo, otra vez ya no aguanto!

Se rio y me dijo ―Tranquila que es el internet de mi celular.

Ufff, casi me infarto.

 Saludos, Caro.

 

 

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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