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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Viaje en tren
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Me esperaba un largo y tedioso viaje en tren en un país donde ese medio de transporte no goza de mucho favor de la población y además no es precisamente un dechado de comodidad ni puntualidad. Trenes viejos, obsoletos, lentos, impuntuales e incómodos solo frecuentados por turistas de mochila y por naturales que no podían tomar otro medio de transporte. Por otro lado, los trayectos son largos, con pocas paradas y atravesando grandes y monótonos espacios abiertos. Solo de vez en cuando, una parada en algún lugar recóndito y alejado de todas las manos de todos los dioses ponía algo de interés en el tedio del viaje. Pese a todos estos inconvenientes utilizaba regularmente ese medio, el viaje en avión además de muy caro tenía unas frecuencias que no encajaban casi nunca con mis necesidades, el tren pasaba todos los días y el avión casi siempre es más vetusto que las ruidosas locomotoras diesel que tiraban del convoy.

Ya conocedor tanto del material como del funcionamiento de la compañía, esperé hasta los últimos minutos para subirme y escoger un compartimento vació, al lado norte del tren, más frío pero con menos molestias con el sol demasiado bajo esa época del año; y alejado de otros compartimentos ocupados por naturales del país o por turistas de mochila, tanto unos como otros perfectamente identificables.

El vagón estaba vacío, lo recorrí de principio a fin, y elegí un compartimiento en el centro del mismo. Coloqué mi equipaje lo más alejado de la puerta y me acomodé desplegando mi pc portátil, una manta de viaje, suele hacer frío, y diversas revistas.

El tren ya había comenzado a moverse cuando una joven apareció en la puerta, entró saludándome en su idioma, le respondí pero no le presté atención, me resultaba molesto que vacío el vagón hubiera decidido entrar en el mío. No obstante mi indiferencia volvió a dirigírseme, preguntándome de dónde era al tiempo que señalaba las revistas en español.

― Otkuda ty? (¿De dónde eres?)

― Ya iz Ispanii (Soy de España)

Tengo un buen dominio del idioma aunque algunos acentos se me atraganten, pero esta chica, además de hermosa era de voz clara y agradable, la entendía perfectamente y por un momento pensé en mi suerte porque hubiera decidido entrar en mi compartimiento. La siguiente pregunta me desconcertó.

― U tebya est yubimaya? (¿Tienes novia?)

Dudé pero le contesté con una gran mentira ―Da.

Hizo un gesto y se sentó en frente de mí, al lado de la ventana. Ahí pude verla bien y disimuladamente la observé aunque quizás fuera mejor decir que la analicé. Fui despiadado pero acabé por convencerme que era una mujer muy hermosa, del tipo físico del país, alta, estilizada, rubia, de piel blanca y ojos claros, más grises que azules. Buenas piernas, mejores tetas y una expresión muy agradable. Antes de abandonar definitivamente los arrabales de la ciudad ya conversábamos animadamente.

Supe que viajaba a ver a sus padres como cada mes Me habló de ellos, de su pueblo, de sus amigas, aseguró que tiene una que me gustaría, y me mostró la foto, una chica guapa, morena, de aspecto muy mediterráneo, de formas muy generosas, en la foto lo que más destacaba era un explícito escote que directamente mostraba unos voluminosos pechos. Realmente me gustaba mucho más Helena, que es su nombre aunque preferí no decírselo cuando me mostró otra foto donde se la veía jovencísima acompañada por otro jovencito fornido que la tomaba por encima del hombro.

Yo le hablé de mi pueblo, mi familia, mis amigos y de mi falsa novia, recurrí a las fotos con una amiga en las que salimos juntos y castamente abrazados para la foto. Abrí el ordenador y se la mostré en la pantalla

―Es muy guapa ―Me dijo.

―Tu eres muy guapa ―Dije sin poder evitarlo.

―Se va a enfadar tu novia si se entera.

―Nunca se enterará ―Concluí con un punto enigmático.

Quise cerrar el pc pero me pidió que se lo dejara, lo giró sobre la mesecita abatible y tecleó algo, espero unos segundos y girándolo me mostro una foto suya, en bikini. Silbé con admiración.

Ya había comenzado a anochecer y como dice mi jefe, “Aquí la noche no llega ¡Caé!” y con ella el frío. Mi hermosa acompañante se abrazó a sí misma y dio un breve respingo, los delicados pezones de repente se marcaron bajo la blusa. Le ofrecí mi manta y se sentó a mi lado rechazando cubrirse ella sola y extendiéndola de modo que los dos quedábamos más o menos cubiertos, ella se aproximó más a mí y sentí el delicioso aroma procedente de su pelo y el calor de su cuerpo. Nos apretamos más, pasé el brazo sobre los hombros, y la apreté contra mí. Ella apoyó su cabeza sobre mi pecho, y a los dos segundos escasos, levantó la tapa del pc, lo conectó, tecleó una url y me mostró unas fotos suyas, desnuda sobre una cama, en la ducha, mostrando todo su cuerpo, hasta las partes más escondidas, más íntimas. Le busqué la boca y se la comí, ella se levantó, cerró las puerta desde dentro, corrió las cortinillas, se volteó y allí mismo delante mío se desnudó, de pie en medio del compartimiento. Luego se acercó ofreciéndose plena de hermosura a la luz mortecina dela lámpara del techo que no tardó en apagar. Solo la luminosidad de la noche iluminaba un cuerpo extraordinario. No era como el de su amiga mediterránea, era estilizado, de pechos pequeños, duros y firmes, con areolas rosadas y pezones pequeñitos, inhiestos y firmes. Cuerpo atlético, de músculos limpios, nada de grasa ni flacidez, la juventud y probablemente el cuidado la mantenían en plena forma, el pubis cubierto de una estrella franjita de delicado vello rubio. El culo rotundo, firme, duro, inquietantemente atractivo. Los muslos largos, proporcionados.

Me desnudó y antes de que pudiera hacer o decir nada se arrodilló en el piso y se metió mi polla en la boca, delicada boca, extraordinaria boca, deliciosa boca. Creí morir de gusto cuando se colocó sobre mí y se la introdujo dentro de sí, no pude no moverme, ella lo hizo todo. Pronto el compartimiento se llenó de gemidos, suspiros, quejidos de placer, de resuellos ansiosos, de besos, de sexo en estado puro. Si ella tuvo un orgasmo intenso, delicado y duradero, el mío fue tan intenso pero más breve.

Nos quedamos abrazados jadeando y diciéndonos cosas, cada uno en su lengua. Yo la entendí y sé que ella me entendía a mí.

Pese al frío, encendió la luz y me pidió que la fotografiara con el pc. No lo hice, utilicé para ellos la maravillosa cámara que me había comprado antes de ese viaje. Le hice fotos en todas las postura imaginables y otras que ni siquiera sabía que se podían adoptar hasta que se agotó la batería, luego me ofreció el culo, aunque mejor sería decir que estaba posando con el culo en pompa cuando las pilas dieron su último estertor y aproveché para follarla a lo perrito. Maravilloso culo, maravillosa hembra. Lo hicimos de una forma muy salvaje y me sorprendí a mi mismo con lo mucho que fui capaz de aguantar antes de eyacular. Me corrí y me dejé caer sobre ella.

Luego nos cubrimos con la manta y dormimos abrazados. Desperté en plena noche en el par de ocasiones que el tren se detuvo. Luego volví a dormirme hasta que la claridad nos despertó y al oír ruidos en el pasillo del vagón nos vestimos con premura, ella se dejó el sostén que guardé en mi bolsa cuando alguien intentó abrir la puerta. Era revisor que al no reconocer nuevos viajeros continuó su camino.

Aprovechamos para desayunar de las viandas que previsoramente ambos llevábamos, luego vimos en la pantalla de la cámara las fotos que le había hecho y le prometí enviárselas a su e-mail tras lo que  comenzó a guardar sus cosa, se aproximaba su parada, se volvió asentar a mi lado, me giré hacia ella y nos quedamos frente afrente, la tomé de la cabeza, la atraje hacía mi y la besé apasionadamente en la boca. Dijo algo que no alcancé a comprender y comencé a desabrocharle los botoncitos de la blusa. Detuvo mis manos diciendo otra vez algo que no entendí. Luego me abrazó y mis manos buscaron su duro culo, volvió a decir algo que volvió a resultarme ininteligible y fue ella quien se desabrocho y con una celeridad increíble se desnudó, y me desnudó, y se puso sobre mí, cogió mi polla y se la metió, y su lengua buscó la mía, y entró en mi boca enredándose en la mía, entrando hasta muy dentro mi boca mientras mi polla se deslizaba profundamente en su vagina. Y allí, mismo, sentado sobre aquel asiento otras veces instrumento de tortura, al lado de la ventana, viéndonos todos quienes en los alrededores de aquella ciudad miraran hacia el tren. Muy abrazados, moviéndose ella con profundos y rítmicos movimientos, jadeando, gimiendo, suspirando, se apretó muy fuerte contra mí y tensó hasta el último de los músculos de su cuerpo antes de caer rendida en un orgasmo contemplado por quienes aguadaban en el andén.

No hubo más que un beso fugaz antes de vestirse y otro al aire desde la puerta pidiéndome las fotos que habíamos hecho.

Llegué a mi destino y al abrir la bolsa vi el sujetador que no se había puesto pero acompañado por sus bragas de un tejido delicado y que desprendían un extraordinario aroma. No había visto que no se las había puesto ya que yo también me vestía apresuradamente. Se lo dije en el e-mail donde le enviaba las fotos. Quedamos en encontrarnos para devolvérselas pero nunca lo hice, si no que cada vez que la veía regresaba con otras bragas. Me convertí en un asiduo usuario de aquella línea y comencé a pernoctar en un discreto hotel de una ciudad en medio de la línea donde me hice un consumado coleccionista fetichista de finas bragas rusas y un experto fotógrafo de desnudos un tanto procaces.

El viajero

Otro relato ...




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