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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Vacaciones en el Caribe
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Querido Bedri:

Esta Pascua, junto con mi querida Luchy, me tomé unos días de asueto en un resort de la costa Caribeña de un querido país. Desde entonces lo es mucho más.

Luchy debe pensar que soy monja y que practico la abstinencia sexual. Todavía no se ha dado cuenta de que todas nuestras correrías en común acaban conmigo follada y bien follada y con ella bebida y a medio follar. Tal es así, que no dejó en todo el vuelo en darme instrucciones acerca de cómo llevar un hombre a la habitación. De hecho, pese a lo sucedido, al regreso me recomendó salir más y follar todo lo que pudiera que me había notado sosita y desentrenada. ¡Si ella supiera!. También es cierto que propuso repetir en el mismo hotel al año próximo.

Al llegar y pasar por recepción, mientras un agradable recepcionista me colocaba la pulserita identificativa, Luchy no dejaba de mirar a todo hombre que pasaba cerca; solo los de más edad, un nutrido grupo de jubilados norteamericanos quedo libre de sus inquisitiva mirada en busca del semental que la satisficiera aquella misma noche o cuando fuera. Que esa era la intención de mi dulce amiguita Luciana. En esa ocasión y en todas. Es una mujer bonita, atractiva, dulce y cariñosa; el inconveniente es que bebe para animarse y luego no recuerda nada.

El recepcionista se apercibió de las intenciones de mi amiga, las veía continuamente en otras mujeres, así que tomándome la mano en la que tenía la pulserita me advirtió discretamente que alrededor del hotel pululaban hombre jóvenes dispuestos para el sexo pero sobre todo a aprovecharse de las mujeres que acudían a buscarlos. Me advirtió también que si necesitaba algo que procurara no buscarlo fuera del hotel. ―Esto es un resort y tenemos de todo―.

Al subir a la habitación Luchy me hizo alusión a las últimas palabras del recepcionista, solo había oído esas. Así que tuve que contárselo todo pero no pareció preocuparse. De hecho, creo que fue contraproducente porque esa mismo noche se empeñó en visitar los bares próximos al hotel, ―Para ver el ganao.― alegó.

La noche resultó reparadora pese al efecto de la diferencia horaria. Desperté con la salida del sol sobre el mar, un inmejorable espectáculo que disfruté desde el balcón, vestida solo con una ligera camisola. Desde allí pude ver la llegada del personal de servicio, entre ellos un grupito multirracial de jóvenes fornidos que entraban riéndose y gastándose bromas.

Tras el desayuno, día de playa rodeadas de jubilados, matrimonios acaramelados y jóvenes atléticos en disposición de buscar algo. El resto del día transcurrió en una deliciosa y tediosa normalidad. Un aburrimiento de lo más descansado.

La cena fue fructífera para Luchy que apareció con dos atléticos turistas norteños con los que intentaba hacerse entender en su pésimo inglés mientras ellos solo pretendían meterle mano en el escote y la entrepierna. Aquella noche me acosté sola. Desperté cuando la claridad del sol no era más que una leve línea en el horizonte. Hacía calor, el viento traía el olor del mar, y un montón de recuerdos. Me excité. Como no había llevado mis pequeños objetos inanimados, ya sabes a que me refiero, me masturbé con los dedos, frotando el clítoris con las piernas bien abiertas ofreciendo el coño a la brisa que hacía bailar las cortinas y acariciaba mi piel. Salí desnuda al balcón para ver el amanecer, me senté en una amplia silla de terraza y vi salir el sol mientras metía los dedos en el coño chorreante en un orgasmo autoprovocado y complaciente. Uno de los chicos del día anterior entró mirando hacía mi balcón, donde desnuda me quede quieta, haciéndome la dormida con la mano entre las piernas. Y me dormí placenteramente.

Me sobresalté al oír al Luchy llamar a la puerta, me cubrí y tras hacerla pasar, me senté a escucharla contando la extraordinaria noche que había pasado. ―Esta noche vienes conmigo― Determinó con cierto eje autoritario. No le respondí, la paja, aunque placentera no había resultado del todo satisfactoria. A mano me parece un poco triste y chapucero, acostumbrada como estoy a compartir orgasmos, aunque sea con mis pequeños objetos inanimados.

El día transcurrió con la misma y tediosa laxitud del día anterior con la salvedad de los efectos el sol en la piel de mi amiga, visiblemente enrojecida. Yo, modosita y disimulada, me apliqué una generosa capa de protector solar y además, ya sabes que tengo la piel curtida por los baños de sol y por las sesiones de lámpara solar que me suelo dar. Me gusta estar toda morenita. Sé que a ti también te gusta que lo esté.

Luchy volvió a aparecer acompañada de aquellos dos especímenes de blanquísima sonrisa y marcada musculatura. Cenamos los cuatro en un bochinche del pueblo y luego nos fuimos a tomar una copa. Una fue la que yo tomé porque mi amiga las tomó todas las demás con gran regocijo de nuestros acompañantes.

Acabamos en el hotel de aquellos dos plastificados aprendices de seductor. Luchy no dejaba de ir de uno a otro metiendo la mano bajo en pantalón y manoseándoles la polla. Yo me dejaba hacer por uno de los dos, difíciles de distinguir por la semejanza entre ambos, luego supe que eran hermanos. Resultaba evidente que lo que querían era follarnos de cualquier manera, el triunfo de la noche anterior con mi amiga les había animado a repetir y además con dos mujeres. Así que pronto nos encontrábamos los dos, desnudas, a cuatro patas sobre la cama, una frente a la otra y con una pija entrando y saliendo del coño. En uno de los vaivenes rocé mi cara con la de mi amiga que al siguiente embate me besó en la boca metiéndome la lengua todo lo que pudo. Era mi primer beso de mujer. Los dos hermanos se dieron cuenta, nos colocaron y acompasaron sus embestidas para que nos pudiéramos comer la boca.

Se corrieron rápido; solo tuve tiempo a un orgasmo, ni siquiera Alfonsito es tan rápido. Luchy ni siquiera se corrió. Así que las dos, excitadas e insatisfechas, seguimos besándonos y acercándonos hasta ponernos de rodillas. Luciana bajó besándome el cuerpo hasta las tetas que me comió para sacarme un orgasmo dulcísimo. Apenas había recuperado el aliento cuando los dos hermanos nos volvieron a colocar como si fuéramos muñecas, de espadas sobre la cama, con las piernas entrecruzadas y el coño de una contra el de la otra. Fue sentir el roce y las dos empezamos a movernos, frotándonos. Los caderazos de Luciana eran fuertes, empujaba fuerte, como si quisiera meter su coño dentro del mío. Mientras, los dos chicos de la sonrisa dentífrica nos metían la polla en la boca. El mío además, me apretaba las tetas como si quisiera subir el volumen de mis gemidos. Aquel polvazo medio lésbico me dejo un poco desorientada pese al placer que me produjo. Lo hubiera repetido inmediatamente si no tuviera aquel tipo metiéndome la pija en la boca y martirizándome la teta. En cuanto pude me fui, sin ducharme ni nada, fue tal la prisa que me dejé las bragas.

Llegaba a mi hotel cuando un chico me llamó, era uno de los que había observado llegar los días anteriores. ―¿Se encuentra bien señora?―. Me acordé de lo advertido por el recepcionista y aceleré el paso, el insistió ―¿Se encuentra bien señora?―. Sin volverme le respondí ―Muy bien gracias―. Se puso a mi lado y cuando paré para decirle que me dejara me dijo suavemente ―Este no es buen lugar para una mujer sola. Usted está alojada en el hotel donde trabajo y no quisiera que se viera involucrada en algo desagradable―. Un par de hombres aparecieron por una esquina, así que acepté el ofrecimiento y caminamos charlando sobre aquel lugar. Mi acompañante era un jovencito mulato de buena apariencia y amable trato. Pronto me di cuenta de que se trataba del recepcionista de mi primer día pero al que no había reconocido al no ir uniformado. Le dije que le había reconocido y aproveché para preguntarle acerca de su advertencia. Me explicó que para evitar incidentes entre clientes del resort y gente del lumpen que pululaba por los alrededores, la dirección había optado por habilitar a ciertas personas, e incluso permitir que los propios trabajadores tuvieran relaciones consentidas con los clientes. Esa es la razón de su frase: ―Esto es un resort y tenemos de todo―. Le miré, creo que con ganas, con muchas, y quise preguntarle pero me lo impidió con un guiño y una dulce sonrisa ―Soy gay―. Como me quedé sin respuesta le abracé dándole un beso tierno en los labios. ―Gracias Flavio― le dije susurrándole al oído. ―Recuerdas mi nombre― contestó asombrado ―Siempre me quedo con los nombres de los hombres guapos―. Continuamos nuestro camino y, ya sabes como soy, le conté lo sucedido esa noche. Le confesé que había quedado insatisfecha. ―No se preocupe señora, que eso se soluciona fácil― me consoló dulcemente. Llegamos y nos despedimos al entrar. Al salir de la ducha, oí unos golpes en la puerta, y pensado que era mi despendolada amiga, abrí completamente desnuda. No era Luchy, era un muy bien parecido jovencito más asombrado que yo acertó a balbucear ―Me envía Flavio― Le hice entrar. Ambos estábamos un poco nerviosos, pareciera nuestra primera vez. Tome la iniciativa y acercándome le bese en la boca, el respondió magistralmente. Nos pesamos un buen rato, de pie junto a la puerta. Me abrazaba fuerte pero con suavidad, con firmeza pero delicadamente. Me arrodille, le baje el pantaloncito, y descubrí un pollón inmenso, negro y enorme,. Me recordó a cierto jugador de baloncesto y a un amiguito que vende en el Top manta. Puse en juego mi mejor repertorio de mamadas y cubana. Se la chupé con fruición y me la puse entre las tetas haciéndole una de mis mejores cubanas. Que las hago muy buenas; mis tetas se adecuan mucho a esa función. Se corrió con fuerza, salpicándome la cara y desparramándose sobre las tetas. Le aseé lamiéndolo a conciencia y le guié hacia la cama. Le pedí que se tumbara y le cabalgué. Apenas me la había metido cuando tuve el primero de los orgasmos que tendría esa mañana. Erguida, a horcajadas sobre aquel hermoso chico, moví las caderas intentado aumentar la profundidad de las penetraciones mientras mis fluidos vaginales se desparramaban por el pubis de mi amante que acariciaba mi vientre, mi cadera, mis pechos. Con los ojos cerrados y la respiración acompasada hacía esfuerzos para prolongar el polvo y aumentar el placer. Como me sucede a veces, al sentirlo correrse estallé también en un recital de gemidos y exclamaciones a dos voces. Me dejé caer a un lado. Cuando se recuperó se disculpó, se retiró al baño, se lavó, regresó y se vistió mientras me acariciaba suavemente la espalda. ―Muchas gracias por el placer señora―dijo mientras me dejaba un beso en el hombro. Nos despedimos deseándonos volver a encontrar.

Cuando salí de la habitación estaba radiante y me cruce con una ojerosa y con deplorable aspecto Luchy que me advirtió que no la despertara hasta la hora de la cena.

Pasé por la recepción para decirle a Flavio que me había gustado mucho su detalle. Al verme sola me recomendó una actividad, aconsejándome que no desperdiciara la ocasión. Era un paseo en barco hasta una isla solitaria donde pasaríamos el día. ―No necesita llevar usted nada, nosotros nos encargamos de todo― dijo con sonrisa pícara.

Al llegar al embarcadero, solo con mi bikini, mi bolsa de playa y mi pareo, un joven rubio vestido de uniforme náutico me esperaba ―El señor Flavio nos ha advertido de su llegada― . Ante tal recibimiento llegué a fantasear con toda la tripulación. Para mi desgracia, un grupito de maduras norteamericanas, cougar las llaman, acapararon toda la atención de los chicos impidiéndoles cualquier acercamiento a otra mujer. Pero solo fue eso, lo del perro del hortelano. El jovencito que me había recibido se disculpó por la situación mientras me ofrecía una cestita con un refrigerio. También se disculpó Flavio al que habían advertido a la llegada parece ser que soy una autentica cliente VIP.

Al regresar, Luchy ya estaba vestida y dispuesta a salir, me dijo lo de tantas veces, que tenía que salir más y que tenía que follar más. Le pregunté acerca de la noche pasada y solo acertó a decir que le parecía que me había comido las tetas. ―Pues eso hiciste― y ante su cara de asombro continué ―Y me gustó― ¿Has oído eso de un silencio tan espeso que se podía cortar, pues eso pasó entonces. Luciana se despidió susurrando palabras ininteligibles. Me miro con expresión extraña, dubitativa.

Me disponía ducharme cuando volvieron a llamar a la puerta. No me preocupó estar desnuda. Tres tripulantes del barquito, vestidos como clientes pasaron a la habitación. Asombrada y asustada, tres era mucho para mí, pensaba ingenuamente. Les pedí disculpas y le dije que me iba a duchar. El más bajito entró tras de mí en el baño ya completamente desnudo, se metió conmigo bajo el chorro de agua y me besó la boca mientras me acariciaba el culo apretando su cuerpo contra el mío. Los otros le siguieron y aquella multitud de manos me enjabonó, acarició, lavó concienzudamente, tanto que me corrí allí de pie entre aquellos tres hombres poderosamente dotados y que delicadamente me habían sacado un orgasmazo. Me secaron delicadamente y rodeándome me condujeron hasta la cama ante la que me fueron pasando de uno en uno mientras nos besábamos apasionadamente. Era mi primera vez de sexo en grupo, sexo coral que tú dices, y no sabía cómo hacer. Mi única experiencia había sido con aquellos dos amiguitos y no había resultado bien como ya sabes. Pero ellos si sabían que hacer, uno se tumbó sobre la cama, acomodándose entre los almohadones. Otro me empujó hacía el haciéndome cabalgarlo. Su polla enorme entro sola en mi húmedo coño deseoso de follar. Me movía adelante y atrás haciendo que mis tetas le tocaran la cara y el intentaba cogérmelas con la boca. Estaba emocionadísima cuando note una polla entrándome por el culo. Esta vez si, esta vez lo sabían hacer y no tuve miedo alguno, es más sentirme emparedada entre aquellos dos espléndidos cuerpo hizo que mi cuerpo respondiera con mayor sensibilidad y excitación. Sentía la polla de uno moviéndoseme en la vagina, tocarse con la del otro follándome el culo. Sentía la masa de aquellas dos pollas dentro de mi cuerpo y comencé a mojarme como muy pocas veces. Parecía una autentica gata en celo, ronroneaba, gemía, suspiraba, exclamaba cosas irrepetibles de reproducir. Llame al tercero ―Ven que te la chupo― Y le hice la mejor de mis mamadas. Tres hombres, tres, follándome por todos los agujeros disponibles y yo feliz. No sé lo que duró aquello pero me corrí una vez tras otra. Mis jugos salían de la vagina, resbalaban por los muslos, caían sobre el cuerpo de Yerry y continuaban hasta las sábanas donde dejaron una amplia y húmeda mancha. Quede exhausta sobre Yerry mientras Absalón, desde atrás me abrazaba y apretaba las tetas y Tomasito me acariciaba la nuca sin saber que es una de las cosas que más me excita ¡Y me excitan muchísimas!

Me hice a un lado y le pedía a Tomasito que se me pusiera encima ―Fóllame, fóllame― dije con voz ligeramente ronca. Me echó un gran polvo, con potencia, profundidad, ritmo y suavidad, las cosas que pido en quien quiera follarme. Tomasito experto, retardó su eyaculación para hacerme estallar en un ruidoso orgasmo. Los dos nos corrimos juntos haciendo más ruido que una pareja de gatos peleándose. Creo que nunca fui tan ruidosa.

Me quedé tumbada boca arriba, con las piernas buen separadas y jadeando, cuando Yerry gateó sobre la cama, me hizo girar y poner a cuatro patas. Creí que me iba a encular pero fue directo al coño chorreante que tenía ante, sí. Fue tan fácil metérmela de lo húmeda y dilatada que estaba, que entró hasta atrás de un solo movimiento. Empezó suave, deleitándose, pero le pedí más fuerza ―Dame duro, más duro―. Y tan fuerte daba que acabé por apoyar la cabeza sobre el colchón hasta que se corrió dentro de mí después de múltiples orgasmos de esos míos tan mojados.

Me dejé caer boca abajo y aún no había recuperado el resuello cuando Absalón me separó los muslos, lo hizo con delicadeza ―Por favor señora, permítame―dijo. Me la metió muy despacio, no había acabado de clavármela cuando ya tenía un orgasmo. Tuve cinco, o seis, no podría decir cuántos. Sin embargo su corrida fue silenciosa, tanto que le pregunté ―¿Te has corrido cielo? ―Me besó delicadamente y me contestó que había disfrutado mucho pero que yo había sido muy expresiva, esa fue su palabra, que no había notado su corrida. Es verdad, me había corrido tanto que no había notado su semen dentro de mí. Al moverme noté debajo de mí una inmensa mancha húmeda. Noté cuatro grandes manchas de humedad provocadas por mis corridas. El olor a hembra en celo impregnaba la habitación pero duró poco, los chico, mi tripulación del velero del placer, aparecieron con ropa de cama limpia para cambiar las mojadas.

Se fueron poco después, tenían que trabajar al día siguiente, me despedí de ellos a la puerta, les fui besando en la boca mientras salían, desnuda les despedí cuando se alejaban por el pasillo. Cerré la puerta y me fui a dormir satisfecha como pocas veces.

Me desperté ya bien avanzado el día y al salir al desayuno, dos viejecitas, que salían de la habitación contigua, al verme se dieron un codazo, rieron cómplices y me hicieron el gesto del pulgar hacia arriba.

Más tarde Luchy me pidió que la acompañara a un crucero. Dijo que una conocida de la noche anterior, una americana, le había contado las maravillas de la estancia en la isla.  No tuve más remedio así que volví a pasar el día rodeada de maduritas plastificadas en busca de pijas jóvenes. Luchy correteaba en pelotas por la islita detrás de Absalón del que pronosticó una gran polla, aunque para polla grande la de Tomasito. Pero eso ella no lo sabe

Yerry y Absalón, por turnos, se sentaron conmigo. Me disculpé diciendo que acompañaba a mi amiga. Agradecieron mi presencia porque les permití aun respiro ante las siliconadas cuarentonas salidas.

Aquella noche fue de descanso para mí pero Luchy encontró con un joven más salido que ella. Pero no debió resultar muy bien porque se pasó la mañana siguiente echando peste.

Desayunamos juntas, con Luciana un poco taciturna, me miraba raro, como pensativa y confusa. Por mucho que insistí no soltó nada, hasta que de regresoa a la habitación para ponernos ropa adecuada para ir de compras me soltó. ―¿Eres lesbiana?―

Como conocía el origen de su preocupación no pude menos que reírme y contarle mi versión e la noche con los madelman. Le confesé que no me había gustado mucho y que al quedarme a medias con el polvo tan corto y ella poner tanta maestría en comerme las tetas que había tenido un orgasmo. Realmente fueron más, con el frotamiento posterior, pero eso no lo dije. No quedó satisfecha, sobre todo porque insistí en que había sido ella quien había empezado. Mientras hablábamos le ofrecí las tetas medio en broma, medio en serio. Las rechazó inquieta y nos reímos.

La sexta noche, con una excusa me fui de la mesa donde Luciana se dejaba adorar por los viejecitos norteamericanos y me fui con Tomasito y Absalón que me esperaban fuera. Me llevaron a la playa, a un lugar apartado, muy cerca del hotel,  desde allí se podía oír la música de la orquesta. El aire estaba embriagadoramente perfumado por las flores de los árboles. Me animé, me quité los zapatos y empecé a bailar, primero sola y luego acompañada por aquellos dos jóvenes tan dispuestos y extraordinariamente dotados. Bebíamos ron a sorbitos y pronto el calor del alcohol me hizo desnudar. Estaba embriagada pero no por el ron, por todo, la música, la brisa, el olor de las flores, la tremenda excitación que me iba invadiendo. Ellos me imitaron y bailamos desnudos, los tres abrazados, yo entre ambos, sintiendo su cuerpo y sus pollas duras. Bailamos un buen rato hasta que no pude más ―Folladme duro― Dije con la voz entrecortada antes de dejarme invadir por un orgasmo brutal provocado por los dedos de Tomasito entrando en mi coño mientras Absalón hacía lo mismo en el culo. Acabé sobre Tomasito, con su polla dentro, esperando que Absalón me enculara. Cuando lo hizo sentí un extraño placer, ya había sido enculada otras veces, pero muy pocas como aquella. Dentro de mí, los poderosos penes de aquellos hombres me arrancaban suspiros, jadeos, balbuceos, múltiples orgasmos y una enorme corrida. Acabé empapada y llena de arena al dejarme rodar

Nos fuimos a bañar, para quitarnos el sudor, la arena y todos los jugos con lo que los había bañado mientas follábamos. El agua estaba deliciosa y bañarme desnuda me proporcionó una sensación familiarmente placentera. Seguimos bailando, pero esta vez cuando con uno cuando con el otro, besándonos y acariciándonos.

El día siguiente discurrió con la tediosa pero a la vez excitante normalidad de costumbre. Pasé la jornada en la playa hasta la hora de la cena. De camino a mi habitación me crucé con mi querido Yerry que me dejó una notita en la mano al pasar.

La cena fue un poco violenta, Luchy no dejaba de protestar y de acusarme de sosa. Repetía insistentemente que tenía que salir y follar más. Me temo que algo recuerda de aquella noche o tal vez que para ella fue la mejor de todas.

El hotel había organizado un baile de despedida y Luchy no quiso desperdiciar la ocasión. Salió tras una pareja de rubitos ingleses.

Seguí las instrucciones de la notita y me fui al embarcadero donde me esperaba Yerry con una botella de cava y dos copas. Nos la bebimos y nos fuimos dando un paseo por la orilla de la playa, me había descalzado y daba pataditas a las olas. Estaba feliz. Nos encontramos con algunas de aquellas cougar que intentaban el polvo postrero de sus vacaciones. Le pedí al chico que me tomara por la cintura cosa que hizo, también le propuse que dejara caer su mano por mis nalgas. Cada vez me gusta más el sexo en público. Las siliconadas me miraban incluso con enfado, así que, con gran sorpresa de Yerry, me saqué el vestido quedándoselo con las braguitas que rápidamente me quité. Caminamos un ratito por la playa, yo desnuda cogida de la mano del chico. Acabamos entras un pequeño grupo de rocas bañándonos desnudos. No pude resistirme ―¿Me haces el amor?

Me folló bien follada, fue un polvo simple, metesaca en el agua, de pie, cara a cara, con mis piernas alrededor de su cintura. Pero fue grandioso, no me corté, di rienda suelta a todas mis expresiones. Suspiré, gemí, ronroneé, exclamé, grite. Resulté escandalosamente ruidosa, la ocasión lo mereció. Nos quedamos besándonos en el agua hasta que nos dimos cuenta que un grupito nos observaba desde alguna distancia, eran algunas de las cuarentonas. Le dije a Yerry que si era capaz de echarme otro polvo inmediatamente las dejaríamos con un palmo de narices. No contestó, solo me hizo girar y me empujó hacia una roca, me colocó de espaldas a él y en un arranque de sincera disposición le ofrecí el culo. Me sujetó fuerte la cadera y me la metió de un solo golpe; hubo un murmullo entre el público. Me cogió las tetas y las apretó fuerte, gemí. Se movía fuerte, con esa `potencia que tanto me gusta. Su pene entraba y salía con total facilidad en mi vagina absolutamente lubrificada. A cada metida yo suspiraba, más fuerte según se acercaba el orgasmo y estallaba en gemidos, uno, otro, otro y otro más, me corría una vez tras otra; y dejaba que eso trascendiera. Las espectadoras parecían interesadas y algunas se sentaron. La última de mis corridas coincidí con la de Yerry y exageré, busqué a atención de las maduras, fui intencionadamente ruidosa. Quizás sería más exacto decir que fui exageradamente expresiva. Nos quedamos todavía un ratito abrazados; tenía la esperanza de que las mujeres se fueran; ahora me daba un poco de vergüenza, no quería que me tomaran por una pendeja, como dicen allí. Pero nos fuimos pasando ni muy cerca de ellas, yo intencionadamente desnuda, la distancia era apreciable pero pude ver la cara de envidia de algunas y la de asombro de otras. Creo que me gusta un poco la exhibición, me parece que me empieza a gustar que me vena desnuda y que me vean follar, al menos donde no me conocen.

Esa noche dormí placenteramente y soñé con mis tres chicos, que me los llevaba a casa

El día siguiente fue de despedida, nos fuimos camino del aeropuerto y me despedí del atento Flavio. Me despedí agradeciendo todas sus atenciones y delante del director del hotel. Al menos parte de mis próximas vacaciones serán en ese hotel. En mi agenda van los correos y números de celular de mis tres chicos.

Al salir, las adorables viejecitas de la habitación de al lado me sonrieron picaronamente y despidieron agitando la mano. Las cuarentonas me miraron inquisitivas, como queriendo saber si “era yo”. Sabes que cambio mucho vestida y además, me había peinado de diferente forma a como estaba la anterior noche. Puedo resultar completamente camaleónica. Se quedaron con las ganas.

Al salir, mis tres chicos se despidierom desde la distancia con una sonrisa y un beso en el aire, buenos tres besazos en el aire.

El vuelo fue casi un martirio, Luchy solo preocupada por su boca en mis tetas, repetía que era algo ―Absolutamente imposible.

Llegué a casa y me acosté acompañada de mis pequeños objetos inanimados. Mis sueños fueron en una hermosa playa del caribe rodeada de tres hermosos chicos que me hicieron gozar tan intensamente.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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