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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Texturas ponen fin a la sobremesa
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Cenaban en un resto fino y con mucha onda. Antes de pedir el postre ambos mostraban signos de deseos de uno por el otro.

Ella llevaba un vestido blanco, cuyos breteles no se veían, ya que estaban ocultos por el rubio cabello que caía a los costados de su cara angelical; como si fuera el marco dorado de un cuadro de Picasso. Debajo de su mentón, la “V” del escote llegaba justo hasta el punto que da rienda suelta a las fantasías y tentación de acariciar su piel rosada.

El mantel color pastel, que cubría la mesa y albergaba las finas copas de vino, no le permitía a él ver su cintura y sus caderas. Pero si abría la puerta de la imaginación, vislumbrar como los encajes de aquel delicado vestido debían cubrir a medias las tentadoras curvas de su figura.

Cuando los temas de conversación ya habían pasado por lo laboral, amistades, chistes y filosóficos, comenzaron los palos e indirectas relacionadas con la relación horizontal, y al mismo tiempo unos suaves roces del pie de ella sobre la entrepiernas de él, por debajo de la mesa. La delicada textura del pantalón de él maximizaba la sensación de placer para él y la de extrema dureza para ella.

Como él disfrutaba mucho de esos mimos; y ella de las mini contracciones en el rostro del él que esos mismos ocasionaban, y él no podía evitar salgan en evidencia; ambos, pretendían prolongar ese momento.

Hasta que ella se cansó y dijo que quería retirarse del lugar. En realidad el contraste entre la suavidad del pantalón y la firmeza de él hizo que los deseos y fantasías hagan erupción en la cabeza de ella.

Pero él se lo negó, explicándole que aún no habían comido el postre. Ella mantuvo su deseo argumentando que el postre estaba justo debajo del dedo gordo de su pie derecho, cuyo talón estaba apoyado sobre el borde de la silla donde estaba sentado él.

Ante tal expresión explícita de ganas de regalarle besos, pidió la cuenta y se retiraron del lugar.

Ni bien llegaron al primer semáforo donde él debió detener al auto, ella tomo su mano y la llevó hasta su entrepierna. Inmediatamente él pudo sentir un tremendo calor proveniente desde lo más profundo de ella; como así también la humedad sobre su tanga.

La luz verde obligó a él a retirar su mano y arrancar. Lo mismo que provocó enfado en ella, por terminar ese episodio de placer. Por lo que ella desabrochó su cinturón de seguridad y se dejó caer sobre su costado, para terminar con su cabeza sobre las piernas de él.

A continuación ella le desabrochó algunos botones de la camisa como para poder ver su piel. Luego dio suaves toques con la punta de su lengua, primero debajo de las costillas, luego debajo del ombligo, y al final justo al comienzo del pubis. Instantáneamente pudo oírse un suspiro de él. La respuesta de ella ante esa expresión fue desabrochar sorpresivamente el cinturón y bruscamente el pantalón. Bajo la bragueta y le agarró fuertemente el pene con las manos.

Ambos ya estaban re calientes.

Como él debía seguir conduciendo y tenía ambas manos ocupadas, no podía escapar. Por lo que ella aprovechó a darle suaves besos en el frenillo, luego en las bolas, hasta que finalmente se lo metió todo en la boca, primero lo mordió, y luego le dio fuertes y profundos besos. Tan fuertes que se mezclaba placer y dolor. Ninguno deseaba parar. Ambos querían estar así hasta el final.

Pero cada vez que se él se acercaba al final ella paraba de chupársela, y solo se limitaba a decirle cuanto le gustaba que esté así de dura y manejar los impulsos y su estado a su antojo.

La tremenda calentura de él apenas le permitía conducir.

Nuevamente, apenas el comenzaba a relajarse un poco y su respiración disminuía la velocidad ella comenzaba a chupársela fuertemente.

Max Cher

Otro relato ...




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