Esta web utiliza cookies, puedes ver nuestra la política de cookies, aquí Si continuas navegando estás aceptándola
Política de cookies +
La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Premio de graduación
ADVERTENCIA: Esta página contiene textos, imágenes o enlaces que pudieran ser considerados no apropiados para personas menores de la edad legal. Por eso se hace esta advertencia. El contenido de los mismos es evidentemente "para adultos" y de contenido explícitamente sexual por lo que, hecha esta advertencia, si finalmente decides continuar, lo haces bajo tu única y exclusiva responsabilidad. No se obliga a entrar, es más, se recomienda que aquellas personas que puedan sentirse molestas, o incluso ofendidas, con el contenido de lo que aquí aparece, que se abstengan de hacerlo.

Querido Bedri:

Como ya sabrás, Alfonsito ha acabado el curso con  muy buenas calificaciones y además, ha pasado con una nota extraordinaria la prueba de acceso a la universidad. Así que podrá estudiar la carrera que más le gusta y prácticamente en cualquier universidad. Es el justo premio a su trabajo y esfuerzo. Y es mérito solo suyo, que lo mío, al fin y al cabo, solo era follar. Es cierto que a cambio de buenas notas, pero solo follar, quien estudiaba era él. Es posible que aquellas tardes en mi casa fueran un estímulo pero el mérito es solo de Alfonsito así que cuando me enteré de ello llamé para hacerle un regalo, un premio que recordara mucho tiempo. Ya te puedes imaginar de qué clase de regalo se trata. Así que me puse en contacto con mi querido joven estudiante para decirle que tenía un regalo y que se pasara por casa unos días más tarde.

Llegó el día y me preparé convenientemente, me duché, me perfumé, me puse un tapón anal, me lubriqué bien la vagina, aunque es algo que no me resulta necesario pero nunca se sabe, me apliqué crema hidratante en todo el cuerpo, me retoqué el depilado, me puse pintura con sabor en el clítoris, la vulva, en los pezones y esperé.

Pasaban unos minutos de la hora y eso me incomodó, Alfonsito siempre ha sido más que puntual. Esta vez, cuando  sonó la campanilla de la puerta y tuve la prevención de abrir vestida, es cierto que solo con un albornoz sin nada más, bueno y con una toalla enrollando el pelo. No quería que me sucediera lo mismo que con mis sobrinos. Mi precaución resultó efectiva porque en lugar de mi esperado joven follador, estaba su madre. Alfonsito estaba detrás haciendo elocuentes  gestos señalando a su madre.

―Me lo he encontrado viniendo hacía aquí y como me decía que le habías llamado para hacerle un regalo he venido con él ¿Puedo pasar?

―Sí, claro que puedes ¿Por qué no ibas a poder pasar? ―Tenía el ceño fruncido y comencé a pensar que de alguna manera sabía, o sospechaba, que su hijo y yo somos amantes. Forma fina de decir que follamos siempre que podemos.

―Disculpa pero me han vuelto las migrañas y me duele la cabeza, así que seré rápida. El próximo fin de semana nos iremos a la casita a celebrar las notas de Alfonso ―su madre le llama así, como a su hermano― y queremos que vengas. Al fin y al cabo tienes mucho que ver en ellas ¿Verdad hijo?

Íntimamente respiré aliviada.

―Claro que si mamá, sin Q nunca hubiera podido conseguir estas notas, me ha enseñado muchas cosas y me ha estimulado todo lo que ha podido y aún más. ―Sin que le viera su madre me hizo un guiño y sonrió muy pícaramente.

―Pues eso, le das a mi hijo el regalo y el sábado te venimos a buscar.

Afortunadamente y para utilizarlo como excusa había comprado una reproducción de una canasta de baloncesto, el deporte que practica con una plaquita que decía: “Para el Nº 1 que las siga metiendo todas”. Ya sé que sabiéndolo la leyenda resulta demasiado explícita pero es lo que mejor me pareció.

―Muchas gracias Q, lo pondré con los demás trofeos y te haré caso. ―Volvió a guiñarme un ojo y a sonreír maliciosamente.

El miedo a que mi amiga supiera lo que hacemos su hijo y yo me hizo bajar el vacilón dejándome la libido por los suelos. Tanto que aún temblorosa me quedé un buen rato tras la puerta cuando se fueron. Fuel al sentarme sobre  una silla de la cocina cuando noté el tapón que me había colocado en el ano y me fui al baño. Me desnudé para quitármelo y luego ducharme para eliminar todas las cremas que me había extendido  pero fue verme en el espejo para que toda la tensión desapareciera y comenzara a venirme, de una forma brutal esta vez, esa sensación tan maravillosa que me empieza en el coño y me acaba por conquistar el sentido. Noté como las areolas se arrugaban y los pezones se ponían duros. Me sentía tan perra, tan caliente, con tantas ganas de follar que sin avisar me presenté en casa de mi vecinito para que me hiciera un apaño. Estaba solo  y cuando abrió le propuse pecar. Me hizo pasar y me invitó al salón pero le pedí cama. Le pedí que se pusiera debajo, le hice una buena mamada porque le costaba la erección y cuando se la conseguí me subí encima y le hice una cabalgada de las de enmarcar. Quedé agotada, fue más de media hora de sube y-baja, adelante y atrás, sube y baja, rotaciones de cadera, frotamientos de pubis, amasado de tetas, suspiros, gemidos, grititos, ronroneos, exclamaciones, orgasmos. Quería continuar pero la última corrida, coincidente con la suya, me pudo y caí rendida sobe mi adorable vecinito.

―Parece que hoy venias ansiosa ¿Algo no salió como debiera?

―Algo así ―respondí.

―Aunque vaya en mi contra, porque no podría tenerte en mi cama, quiero que todo te vaya muy bien y si necesitas algo de mí solo tienes que decirlo.

―Lo sé pero no es algo definitivo, solo un pequeño contratiempo pasajero.

Y me volví a subir sobre él, no podía desaprovechar tan buena erección. Y no me defraudó. Además, esta vez el polvo duró horas, con interrupciones para beber agua, cambiar de postura yo simplemente tomar aire.

Ya era noche avanzada cuando tras ducharme y cenar algo me acosté. Dormí rendida por el cansancio de tanto sexo y tan bueno. Soñé algo muy extraño, no sé si inquietante o excitante o ambas cosas, tenía en mi cama  a Alfonsito que me hacía el amor siguiendo las instrucciones de mi vecinito del sexto y de su tío. Desperté mojada.

El sábado me recogieron delante de casa, me senté detrás, al lado de Alfonsito que no tardó en pasarme la mano bajo la falda aunque se la retiré discretamente.

―Espera a mejor momento ―susurré.

Llegamos a la casita de fin de semana y nos distribuimos, mi amiga y su marido en la habitación principal de la planta baja y Alfonsito y yo en sendos cuartos del ático. Era una pequeña casa de campo muy rústica, mi cama era de forja y aunque el somier y el colchón eran modernos, por algún motivo hacía un ruido espantoso chirriando cada vez que se movía.

―A ver que haces esta noche Q que la cama es muy chivata ―dijo mi amiga riéndose.

―Menos mal que no me he traído al novio ―respondí sin que nadie más que Alfonsito se diera cuenta de mi gesto.

La cena fue agradable, en una pequeña casa de comidas del pueblo a la que fuimos dando un paseo ya que la noche invitaba a ello. El aire olía a campo, ya sabes, a flores, hierba recién segada, y estiércol.

Al llegar a la casita, nos fuimos cada uno a su respetiva cama y rápidamente me dormí. Desperté al notar algo extraño, era Alfonsito junto  a mi cama. Recordé entonces nuestra primera vez y me excité tanto que deseé que me hiciera el amor en ese momento pero mi chico se adelantó.

―Quiero follarte Q.

―¿Quieres hacerme el amor Alfonsito?

―Quiero follarte zorra ―volvió a decírmelo, sabe que me gusta que lo diga.

Al moverme para hacerle sitio en la pequeña cama un chirrido espantoso atronó toda la casa.

―No podemos hacer el amor en la cama ―le dije entristecida― todo el mundo se enterará.

―Pero podemos en el suelo, como si estuviéramos en el campo o en la playa.

Capté la indirecta y le dije que cada cosa en su momento mientras me bajaba con cuidado de aquella cama delatora de amantes.

Me quité el grueso pijama, soy bastante friolera y en el campo nunca se sabe y además en JUNIO aún refresca en esta zona. Me quité las bragas, de las blancas, de esas de algodón grandes y discretas que llevo a los viajes. Mientras tanto mi jovencito follador había colocado unos cojines y me tumbó sobre la alfombra separando bien las piernas y ofreciéndole el coño.

―Pónteme encima cielo ―le dije bajito.

―No podrás hacer mucho ruido Q, tendrás que ser muy silenciosa.

―Tú también cariño, pero hazme el amor, fóllame bien, como sabes hacérmelo ―y dejé escapar un suave suspiro al notar que me la metía.

Al empezar a moverse le dije algo que me salió de muy dentro ―Házmelo muy despacito mi amor.

No pude continuar porque  selló mi boca con la suya. Pocas veces me lo había hecho pero esta vez su lengua buscaba mi lengua, y la entrelazaba, y entraba en mi garganta. Y yo ahogaba mis gemidos. Hacía lo que podía para acompañar sus movimientos, exageradamente lentos para su edad y experiencia pero la avalancha de placer, la cascada de orgasmos me desconcertaba y bastante hacía para logar mantener el silencio. Me mordí los labios pero aun así se me escapó algún gemido, algún ronquido gutural al notar la rigidez de Alfonsito que se corría muy dentro de mí. Salvo eso, el polvo fue relativamente silencioso, yo que soy tan expresiva cuando me corro disfruté con aquel silencio, hasta es posible que eso me hubiera hecho disfrutar mucho más.

Al acabar le pedí a Alfonsito que se quedar encima de mi y así estuvimos un buen rato, besándonos suavemente hasta que su lengua empezó a entrar más profundamente y su polla a ponerse dura.

―¿Quieres hacerme otra vez el amor cielito?

―¿Quieres ahora?

―Como tu quieras amor.

Me giró y me colocó a cuatro patas, pensé que me tomaría el culo que tantas veces le había  prometido pero que nunca le había dado. Pero no, se fue directamente al coño, se movió muy despacio, pero con mucha profundidad, y potencia, y ritmo, como me gusta ser follada.

Me mordí los labios tanto que me hice sangre, las oleadas de placer eran continúan, una con cada entrada de la polla de Alfonsito en mi vagina, y otra con cada retirada. Cada vaivén eran dos oleadas, y cuanto más despacito lo hacía, más intensas eran y más duraderas. Y se lo pedí con un hilo de voz contenida―fóllame muy despacito amor mío.

Me pareció que susurraba algo, muy bajito, solo le pude entender cuando al correrse se dobló sobre mí y aferrándoseme a las tetas que estrujó un inmenso placer me dio, y al poner su cara junto a mi oreja le pude oír claro. ―Puta, puta, zorra puta, zorra, puta ―y eso sirvió para que me siguiera otro orgasmo tan intensó como inesperado.

Nos quedamos un ratito sobre la alfombra sudorosos y recuperando el resuello. Hacer el amor en silencio, o con muy poco ruido, resulta agotador.

―¿Por qué de decías eso Alfonsito?

―¿Qué cosa Q?

―Lo de zorra y puta.

―¿Te ha molestado?

―No mi amor ―dije besándole delicadamente la frente― me gusta que lo digas, me ha encantado, tanto que hasta he tenido otro orgasmo al oírte.

―Es que me encanta que mi madre tenga una amiga tan puta como tú.

―¿Soy puta?

―No lo eres, pero me gusta que lo parezcas.

―Pero solo contigo mi amorcito.

―Me gusta que me llames amorcito, pero hazlo solo cuando follamos.

―¿Me volverías a hacer al amor ahora como antes? ―le pregunté suavemente entre besos en los labios y caricias en el pelo.

―¿Contigo debajo y metiéndotela despacito?

―Si cielo, si, hazme el amor muy despacito, con mucha suavidad, con mucho amor.

Y me lo hizo, muy despacito, con la suavidad que le había pedido, pero con la potencia, profundidad y ritmo, que les pido a mis amantes. Esta vez no necesité morderme los labios, ni reprimir nada, dejé que todo fluyera y solo un pequeño gritito se me escapó cuando me corrí al notar el semen del mi amorcito llenándome la vagina. Suspiré profundamente y le abracé, y nos quedamos así  sobre la alfombra hasta que casi amanecía. Alfonsito se dispuso a irse y desde la puerta me dijo ―Gracias por el regalo Q.

―Este no es tu regalo.

―¿Qué es entonces mi regalo?

―Ya lo tendrás cuando regresemos a casa, pero esta vez vete tu solo.

La sonrisa que iluminó su cara dejó bien claro que ya sabía cuál era su regalo aunque también es posible que un poco desencaminado si puede ir.

Al levantarme tuve que abrir la ventana porque hasta yo misma noté que olía a sexo, a hembra en celo.

El día siguiente empezó con risas hacia mí en el desayuno, mi cara indicaba que no había dormido mucho además, mi amiga y su marido habían oído el chirrido, y mis gritos, también habían oído hablar pero afortunadamente no habían entendido nada, así que suponían que hablaba ensueños o había tenido una pesadilla. Alfonsito intervino para defenderme diciendo que no había oído nada,  lo que hizo que su madre le corrigiera ―Tu nunca te enteras de nada hijo.

La celebración consistió en una comida con bastantes invitados, todos mayores, ningún amigo del homenajeado. Como es habitual en mi amiga, las viandas, además de exquisitas fueron abundantes y numerosas. Tanto que la somnolencia pronto me venció. Así que pedí permiso para acostarme un rato, hay que ser educada.

Al llegar a la habitación y comenzar  a desnudarme me llamaron desde la mesa de la comida situada en el pequeño jardín justo bajo mi ventana. Me asomé desnuda de cintura hacia abajo para responder, era solo que me decían que me molestaba el ruido que me acostara en la habitación de Alfonsito que se había ido a buscar a sus amigos. Mientras esto sucedía, noté una mano conocida hurgándome la entrepierna. Mi reacción fue instintiva, separé los muslos. La mano estuvo hurgándome un buen rato, mientras hablaba con mis amigos asegurándoles que no era necesario, que no me molestarían. Me despedí de ellos como pude porque un orgasmo comenzó a desarrollarse entre mis muslos que comenzaban a mojarse con una incontenible corrida, retrocedí hacia atrás dejándome arrastrar por la mano dentro de mi vagina. No era la primera vez que Alfonsito me follaba con la mano, lo hace muy bien, pero era la primera vez que me lo hacía conmigo asomada a una ventana. Contuve como pude las ganas de gritar de placer y dejé que mi amorcito me sacara hasta la última gota de placer, de píe en medio del cuarto. Luego me desnudó, nos arrodillamos sobre la alfombra, bendita alfombra, y me comió las tetas hasta arrancarme más orgasmos. Luego me abrazó, se aferró a mi culo clavándome los dedos en las nalgas ―podría resultarme doloroso pero me agradó, voy comprendiendo a mi primo― acercó su boca a mi oreja y muy bajito me dijo lo que más esperaba oír en ese momento ―Quiero follarte Q, quiero follarte como anoche.

―Pero tendremos que ser cautos, hay mucha gente y es de día.

Quieres que cierre la ventana o que vayamos a mi cuarto?

―No cielo, este me gusta más, ya follaremos en tu cuarto otro día.

―¿Te pone que te puedan oír? ―dijo mientras sobre mí me la metía y comenzaba a moverse delicadamente, como si mi vagina fuera de espuma y pudiera disiparse.

―Me pone hacer el amor contigo aquí con tanta gente tan cerca que no saben lo feliz que me haces.

―Y tú también me haces muy feliz putita mía.

―Toda tuya amorcito, toda tuya la zorra putita amiga de tu madre.

―Me gusta cuando te pones así Q.

―Me gusta que me pongas tan perra cielito.

No pude hablar más porque me corrí, varias veces, un orgasmo detrás de otro, no pude decir nada porque temía que si hablaba se me escaparan todas las cosas que se me agolpaban en la boca y que salieran de mi garganta en lugar de salir de mi coño donde esta continencia me daba tanto placer. Alfonsito me siguió comiendo la boca aún después de habérseme corrido dentro. Luego se excusó diciendo que había quedado con sus amigos y que debía irse no fueran a sospechar nada. Yo me acosté con cuidado no hacer ruido con aquella cama infernal. Cuando desperté me vestí después de un aseo y bajé con los demás.

―Es que Q ha extrañado la cama y no ha dormido bien anoche ―dijo a modo de excusa mi amiga cuando llegué a la reunión.

―Pero parece que ahora tienes más ojeras ―dijo su marido ―¿Te ha molestado nuestra conversación?

―No, no, ni mucho menos, quizás que he comido tanto que he tenido algún sueño.

―¿Podemos conocer ese suelo ―dijo desde la cabecera de la mesa un señor mayor que en alguna ocasión había intentado toquetearme.

―Hummmmm ―dije misteriosa― no es un sueño que se pueda contar en público.

Todos rieron porque el susodicho señor resulta ser un vejestorio que suele ser muy molesto a las jovencitas y no tan jovencitas. Es el clásico tipejo que se cree un don Juan y no deja de ser un patético viejo verde. Es de los que conmigo nunca podría tener ni una caricia si no es para ponerle bien burro y dejarle bien caliente con la polla aire, en sentido figurado y no tan figurado.

Al regresar a la ciudad, esa misma tarde, ya anochecido, ya instancias de mis amigos aproveché para dormir un poco cubierta por una manta bajo la que también se metió Alfonsito, al menos su mano. Ya te puedes imaginar que esa mano no fue inocente, esta vez le dejé hacer y además colaboré facilitándole la tarea. Me aparté la braga, blanca y de algodón,  para dejarle mejor acceso al coño, separé las piernas poniendo una sobre el asiento y otra  con la rodilla todo lo alejada que pude, vamos, una apertura de piernas en toda regla y adelanté la cadera. Las caricias fueron suaves toqueteos intermitentes hasta que sus padres comenzaron una conversación, entonces el ritmo cambio, la presión sobre el clítoris aumentó,  los dedos y entraban y salían con total libertad en mi vagina, y los orgasmos no tardaron en llegar. De vez en cuando entreabría los ojos para ver a Alfonsito sonreír complacido. Ya sabes que el viaje dura horas y prácticamente todo el tiempo me hice la dormida conteniendo como pude los orgasmos, o mejor dicho mi expresión verbal de orgasmo. No pude evitar que se me escaparan algunos como ronquidos que mis amigos interpretaron consecuencia del sueño. Afortunadamente los padres de Alfonsito no se dieron cuenta de nada.

Al llegar a mi casa, el padre le indicó a Alfonsito que me ayudara a subir la maleta, que s eme veía cansada, alicaída, afectada como si tuviera una gripe. No se hizo de rogar y me acompañó en el ascensor besándonos y abrazándonos como dos amantes en celo. Quedamos para otro día, pero sin madre y con una buena excusa.

Directa al baño me desnudé, me di una buena y reparadora ducha, me puse el vestido de la faldita y subí al sexto.

―Todo solucionado ―dije a mi vecino nada más abrir este la puerta― ¿Puedo pasar?

―¿A la cama?

―O al salón si lo prefieres.

―Al salón que no tardará en venir mi hijo.

 ―Estas muy mojadita ―me dijo al metérmela.

―Es  de la solución de  mi inconveniente.

Y me folló en el salón, con la faldita subida. Fue un polvo especial, muy lubricado, muy intenso, me corté con mis exclamaciones al correrme. Mi vecino lo notó y le respondí que no quería que si hijo se enterara. Al hijo le encontré al salir, le sonreí y continúe mi camino. Esa noche dormí como nunca.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

Ir a la historia prohibida




Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidos

Y si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.

Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí.