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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Premiado con mi culo
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Querido Bedri:

Esta es la segunda parte de la narración del premio de graduación que le hice a Alfonsito por su magnífico resultado académico. Lo que viene a continuación es lo que sucedió, al menos como yo lo recuerdo.

Unos días más tarde del viaje la casita sonó el teléfono, era mi Alfonsito, fue breve porque no eran necesarias muchas explicaciones más ―Ya tengo excusa―y continuo con un día y una hora que acepté sin reservas, solo con la condición de que viniera solo ―sin madre― y que me avisara por teléfono en cuanto llegara a mi calle.

El día acordado regresé rápidamente a casa y me preparé a conciencia, me apliqué una buena capa de crema hidratante en todo el cuerpo, me volví a retocar el depilado, me puse cremita con sabor en el clítoris y la vulva, me pinté de rosa los pezones, me puse unas bolas chinas que estrenaba, un tapón anal con una «Q» de pedrería en el pomo regalo de mi sobrino, me vestí un albornoz blanco inmaculado y esperé.

Me llamó cuando entraba en mi calle y tocó el timbre del portal, confieso que me puse nerviosa. Me fui a la puerta y observé por la mirilla para comprobar si venía solo.

Le abrí y nada más cerré la puerta tras él nos fundimos en un abrazo que resultó tan fuerte por su parte que me costó respirar. Pero me dejé hacer de lo emocionada que estaba porque sentía que íbamos a hacer algo muy especial. No besamos con ansia y sus manos buscando bajo el albornoz desanudaron el cinturón dejando mis pechos al descubierto, ocasión que no desaprovechó para introducir glotonamente mis pezones en su boca.

―Mmmmmmmmmmmm ―dijo saboreando con los ojos cerrados ― sabor a fresa, tus tetas cada vez están más ricas Q.

―Pues ya verás el resto del cuerpo ―le susurré al oído.

Le tomé de la mano y le dirigí al dormitorio. Al entrar le solté y le pedí que se desnudara. Cuando lo hizo, dejé caer el albornoz y me coloqué a cuatro patas sobre la cama levantando el culo para ofrecérselo.

―Toda tuya Alfonsito.

―¡Caray! ¿Qué es eso que llevas en el culo.

―¿No te gusta? ―confieso que comprendo su sorpresa, la esperaba.

―¿Me das tu culo?

―Todo tuyo cariñito que para eso quise que vinieras.

―Me encanta lo puta eres Q.

―Recuerda que soy tu puta, la putita zorra amiga de tu madre, soy toda tuya amorcito, toda tuya la zorra putita amiga de tu madre.

―Toda tuya amorcito, toda tuya la zorra putita amiga de tu madre.

―¿Cómo hago? ―dijo colocándose detrás de mí― que esto no me lo has enseñando en las clases particulares.

―Te lo había prometido, recuérdalo.

Le indiqué como hacerlo, como quitarme el tapón que depositó sobre la mesilla de noche. Le expliqué como metérmela, poco a poco, entrando un poco y retrocediendo algo menos, poco a poco, despacito, sin forzar, hasta que la metiera toda y notara suavidad. Le pedí que se pusiera abundante lubricante porque Alfonsito es un poco brutote. Pero esta vez no lo fue, se portó como un consumado follador de amigas de su madre. Me hizo una buena enculada, sin hacerme nada de daño. Noté que su orgasmo estaba próximo porque se dejó caer sobre mí y se atenazó a las tetas, como cuando me folla a cuatro patas por la vagina. Se puso rígido, me llamó puta y zorra varias veces antes de dejar escapar un sonido gutural como de animal salvaje. Yo también me corrí.

Nos aseamos y regresamos a la cama donde me besó en los labios me dijo.―Gracias Q por el regalo de graduación.

―¿Ya te das por satisfecho? ―dije apartándole el flequillo de los ojos.

―¿Hay más?

―Todo lo quieras hasta que salgas de mi casa.

―¿Puedo follarte despacito?

―¡Oh cielo! Claro que sí, todo lo que quieras, pero que sea muy despacito. ―y continúe― ¿Te gusta hacérmelo así?

―Me pone mucho hacerlo contigo así, te pones muy tontita, muy perra, y me gusta que te pongas así.

Separé las piernas y se colocó sobre mí. Se colocó entre mis piernas y sorprendido exclamó ―¿Qué tienes ahí?

Recordé que me había puesto unas bolas chinas. Le pedí que me las quitara despacito. Lo hizo tan despacio y tan bien que me corrí. Tomó las bolas en la mano y las observó detenidamente especialmente cuando le dije que las estrenaba con él.

―Eres una mujer llena de sorpresas Q, eres muy zorra.

Se volvió a colocar y me la metió a la primera con gran suavidad en el lubricadísimo canal vaginal. Se movió muy despacio, incluso retorciéndose de forma tan extraordinaria que le acompañe en esos movimientos, los dos iniciamos una especie de danza del polvo, un baile excitante unidos por su pene dentro de mi cuerpo. Las acometidas eran muy suaves y lentas, y muy profundas. Pronto me empezó una cadena de orgasmos, uno tras otro, inundándome de placer, llenando mi vagina de fluidos que escapaban por la vulva con cada retirada de su polla mojándolo todo y aún mucho más cuando Alfonsito se corrió dentro de mi llenándome aún más.

Se quedó sobre mí mientras le acariciaba la espalda.

―¿Puedo pedirte algo más? ―dijo mirándome a los ojos.

―Claro que si cielito, lo que quieras.

―Son dos cosas.

―Pues claro mi amor, las que quieras.

―La primera es que hagamos el amor en mi cama, un día que no haya nadie en casa, te avisaría.

―Tendría que ser un día que me garantices que no habrá nadie.

―Te lo garantizo.

―¿Y la segunda? ―confieso que esta segunda petición me daba un poco de miedo.

―Que follemos al aíre libre.

―¿Cómo?

―Si, al aire libre, en el campo o en el río, en un lugar tranquilo, dónde nadie pueda vernos, de día o de noche, donde tú quieras Q. Puedes venir otro día a la casita y nos vamos de noche al río o a la era.

― La era va a estar llena de gente haciendo lo mismo que nosotros ―le dije con un deje de fastidio.

―Concédeme este deseo también putita mía.

―De acuerdo, pero nadie puede enterarse nunca.

Volvimos a hacer el amor varias veces más, en varias posturas diferentes de cada vez pero sobre todo, practicamos poniendo y quitando el tapón anal. Al ver la «Q» del pomo me hizo varias preguntas un tanto incomodas que zanjé respondiendo que lo había comprado por Internet. La misma atención le merecieron después las bolas chinas. Le expliqué para que me las ponía y cómo. Le hice una demostración práctica de cómo hacerlo y luego fue el propio Alfonsito quien lo hizo varias veces, tantas y tan bien que acabé por correrme ante su jolgorio.

Ante su insistencia en conocer si tenía más juguetes me levanté y cogí del cajón donde los guardo un pollón de látex negro y buen tamaño. Le pedí a Alfonsito que se colocará él debajo cosa que hizo con cierta aprensión mirando aquella cosa. Me coloque de rodillas sobre él y me metí en consolador por el culo con relativa facilidad, supongo que habrían influido la enculada anterior, la abundancia de lubricante y los jueguecitos con el tapón. Luego tomé l apija del chico ya bien tiesa y me la metí dentro de la vagina.

―¿Notas el consolador en mi culo? ―dije ya entrecortadamente por los orgasmos que se apresuraban en llegarme.

―¡Si, lo noto, lo noto! Que gusto Q, que gusto das así.

Le hice una buena cabalgada hasta que levantó las manos buscándome las tetas que le ofrecí, al pararme en ese momento comenzó a moverse dándome fuerte, metiéndomela con una potencia que nunca antes había tenido. Nos corrimos sudorosos y me dejé caer a su lado, boca abajo, con las piernas aún separadas ―como siempre hago― Alfonsito se apoyó en un codo y delicadamente sacó el juguete de mi culo y con expresión asombrada lo analizó.

―¿Cómo puedes meterte eso en el culo?

―No creas que tu polla es menos que eso.

―¿Si?

―Si cielo, tienes un buen aparato.

―¿Te gustan grandes?

―Me gustan todas las que se sepan mover.

Repentinamente dio un salto y corrió a ducharse ―Ya es tarde Q, mi excusa no daba para tanto―dijo desde el pasillo.

―Llámame le dije al salir.

Unos días más tarde me llamó, quedamos para un momento concreto en su casa, su madre iría a visitar a una hermana enferma ―Estará toda la tarde y en el tren de la noche ―me dijo Alfonsito. Trate las bolas esas y aquellas bragas blancas de la casita.

―¿Cuáles?

―Las grandes blancas de la noche.

No comprendí la razón pero ese día, dos semanas más tarde de la enculada, me preparé como me había pedido pero aún más. Me apliqué de crema hidratante en todo el cuerpo, me volví a retocar otra vez el depilado que ya le hacía falta, me puse otras bolas chinas, el tapón anal con la «Q» y las bragas grandes de algodón blanco, aunque realmente no son tan grandes si lo son más de las que mi chico conocía.

Llegué a su casa, a la que tantas veces había ido. Llamé. Me abrió, me hizo pasar, cerró la puerta tras de mí, me sacó el vestido ―solo llevaba el vestido, las bragas y unos zapatitos negros de tacón― me tomó de la mano y me hizo recorrer todas las habitaciones de su casa, hasta la despensa y el cuarto de la lavadora. En todos ellos me besó, me abrazó, me acarició el cuerpo y metió la mano bajo las bragas antes de llevarme a su cuarto. Me pidió que me tumbara sobre la pequeña cama individual y que me dejara hacer. Me quitó despacito las bragas, me levantó las rodillas, se colocó entre ellas y me sacó delicadamente las bolas chinas, luego se levantó, buscó algo en un cajón, volvió a la cama y me sacó muy despacito el tapón anal. Inmediatamente noté como entraba algo duro dentro de mi culo. Me dejé hacer. Me bajó las rodillas, se echó hacía delante y me besó muy suave, con mucha ternura en los labios.

―¿Puedo hacerte el amor despacito putita mía.

―Claro que si mi amorcito, me tienes aquí toda tuya, soy tu putita.

Se apoyó en los codos y movió la cadera para acomodarse y penetrarme, lo logró al segundo intento. Yo ya estaba muy lubricada de los manoseos anteriores y con mucha gana de follar. Estaba realmente perra. Me la metió muy despacito, más que nunca, casi exasperadamente despacio,. Noté como su polla entraba milímetro a milímetro en mi vagina, como entraba hasta el fondo y nuestro se juntaban y al moverse ligeramente hacia arriba su pubis frotaba mi clítoris y mi depiladito Monte de Venus. Noté como su polla salía despacito, hasta salir toda, y volvía a entrar igual de despacito, notaba su respiración jadeando entrecortada, notaba la dureza del objeto que me había introducido en el culo, notaba como el placer me iba inundando. Notaba como notaba estremecimientos en el vientre, como mi pecho se aceleraba, como mis mejillas se acaloraban, como cada vez deseaba más y más la llegada de un orgasmo interminable. Y aquello duró una eternidad de suspiros, jadeos, entradas y salidas, movimientos de caderas, besos, abrazos, interjecciones, exclamaciones, susurros. Alfonsito no dejaba de llamarme puta, zorra, perra, putita y todo lo que se le ocurría al oído. Y cada vez que me lo decía el placer estallaba en mi vagina desparramándoseme por el cuerpo. Alfonsito comenzó a ponerse rígido y yo le abracé esperando su deseada corrida. Y se la noté, noté como mi vagina se llenaba con su semen. Por un instante desee que uno de los espermatozoides de aquel semen tan abundante llegara hasta donde nunca otro había llegado. Le apreté contra mí para que no se moviera y me la dejara todo dentro, y se lo pedí ―Déjalo todo dentro mi vida ―Era una corrida abundantísima, mucho más de lo que le había sacado otras veces y se lo hice notar cuando tumbado sobre mi recuperábamos el resuello. ―Es que me he reservado todos estos días ―confesó antes de preguntar ―¿Te ha gustado?

―Me ha encantado, es uno de los mejores polvos que he echado nunca amorcito ―y era verdad, pocos polvos eché que fueran tan intensos, de tanta calidad como este, hasta ese momento. Hacía mucho tiempo, quizás demasiado, que no me había sentido tan hembra, tan deseada pero tampoco tan amada, aunque fuera por un jovencito recién acabado el instituto.

―Entonces tenemos que repetir ―dijo con sonrisa pícara.

―Todas las veces que quieras cariñito.

―¿Vendrás a verme a la universidad?

―Puede que sí, que aprovecharé algún viaje de trabajo, a esa ciudad voy algunas veces pero tendrás que buscar un sitio adecuado o tendrás que acompañarme al hotel donde me aloje y no siempre voy sola.

―No te preocupes ya me encargo de todo ―Y continuó tras mirar la hora― ahora nos vestimos que mi madre no tardará.

―¿Me habías dicho que …? ―No pude acabar la frase porque me cerró la boca con un beso.

―Confía en mi―dijo muy seguro de sí mismo.

Antes de la media hora llegó su madre, bastante antes de lo que me había dicho. Mi amiga se asombró de verme allí pero su hijo se lo explicó. Alfonsito acababa de obtener el permiso de circulación y quería que su madre le dejase ir a la casita en el coche pequeño de la familia, como sus padres se oponían me ponía de excusa, si yo le acompañaba le dejaría ir.

―¿Tu sabias eso? ―me preguntó su madre.

―Es la primera vez que lo oigo ―respondí con toda sinceridad.

El caso es que accedieron yo iría con Alfonsito de viernes a la tarde y el sábado irían sus padres. Cuando Alfonsito y yo, ya en la calle y de camino yo a mi casa y el con sus amigos le dije ―¿Te has parado a pensar el tiempo tan justo que teníamos que ni siquiera me he sacado del culo lo que me metiste? ―Y era verdad, con las prisas y los nervios por evitar la pillada no me lo había sacado, ni siquiera había preguntado que era.

―Ya lo verás en tu casa, es mi regalo.

―Y podrías haberme advertido de lo de la casita.

―¿Sabes para qué es?

―Me lo imagino, para follarme en el jardín o en el río.

―No zorrita, es para hacer el amor contigo, con la más puta de las amigas de mi madre.

Nos separamos y tras un breve pero incomodo trayecto por el objeto que tenía en el ano, llegue a casa y fui a la ducha donde me lo quité. Era una polla de plástico suave pero lo suficientemente rígido y duro, la lavé convenientemente y la integré en mi colección de pequeños amantes inanimados con todos los permisos sobre mis orificios. Bajo el agua de la ducha me la metí por el coño hasta que obtuve un más que aceptable orgasmo.

Lo que pasó en la casita ese otro fin de semana ya te lo contaré en otro momento que llega a casa mi primo y tengo muchas ganas ¿Sabes de qué?

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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