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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Paysandú
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Recuerdo cuando era chica, que mis abuelos solían recorrer durante varios días los campos vecinos buscando un padrillo con pedrigree aceptable para servir a alguna buena vaquillona en nuestros corrales. Muchas veces regresaba junto a mi padre con las manos vacías. La cría de ganado bovino en cabañas, suele ser una tarea tan ardua como delicada. Hoy eso se resuelve por Internet aunque parezca una exageración. Se tiene la vaquillona y, alguien en alguna parte del planeta, cuenta con un valioso padrillo y, publica su genética como sus antecedentes, fotos y características morfológicas y, listo. Se viaja a la casa del toro, y casi siempre el propietario cuenta con el esperma ya envasado y congelado, se paga y se transporta a la casa de la novia virtual. Luego se hace la inseminación que no tiene nada de artificial, por más que se la llame de esa manera. “Esperma + óvulos= ternero”, salvo honrosas exceptualidades que muy rara vez se dan.

Bien, a los bifes como decimos por aquí: tenía la vaquillona y el toro lo ubicamos en el vecino país del Uruguay a unos seiscientos kilómetros de la cabaña. Había algunos problemas politiqueros para cruzar el río Uruguay, por cortes que estaban activando los militantes partidarios del gobierno nacional y gobierno provincial ante lo que parecía ser una elección muy reñida que, al final ganaron de muy dudosa manera los que ya eran número puesto con fraudes y, demás yerbas ya conocidas por estas tierras. Me subí a la camioneta y manejé casi trescientos kilómetros de más para poder sortear el piquete y cruzar el río por otro puente internacional que va desde Colón (E. Rios, Buenos Aires), hasta Paysandú (Uruguay). Claro, llegué a la otra orilla como a las dos de la madrugada, hambrienta, cansada y con evidentes síntomas de quedarme dormida y provocar un desastre en el camino. Por lo tanto, la sabiduría y el pánico se juntan y decidí parar en una amplia playa de estacionamiento iluminada en lo que era una gasolinera y parador.

La ciudad de Paysandú es un lugar tan apacible como inerte. Nada funciona fuera de los horarios hábiles, que suelen ser muy cortitos para quienes debemos producir. Así que a las dos de la madrugada no solo nada se movía, sino que tampoco se veía ningún motivo para que ese tan prolongado descanso fuese interrumpido. Diríamos que la actividad principal de esos pueblos/ciudades es la siesta diurna y nocturna. Entré al parador, pude tomarme un rico café con leche y pesqué un bocadillo de algo que jamás sabré su origen ni fecha de vencimiento, pero era lo que había y, yo tenía hambre. Mientras degustaba ese raro manjar tardío, miré hacia el estacionamiento, ya que no había otra vista disponible en que entretener la mirada y, vi como entre algunos camiones estacionados, había gente que se movía de un sitio a otro, o sea de una cabina a otra, pero en la penumbra no podía distinguir bien de que se trataba ni, si-quiera identificar si eran hombres, mujeres o niños.

Pasaron unos minutos y veo a una muy joven mujer que se baja de uno de los camiones arreglándose la ropa. Evitando obviedades, estaba claro de que se trataba ese movimiento de piernas que yo había observado. Luego tres de ellas, muy jóvenes, entraron al recinto en el que yo sola como un hongo, me encontraba descansando. Se sentaron en una mesa cercana y pidieron café y otra bebida que yo no conocía. Una de ellas me miraba porque seguramente notó mi curiosidad y mi aspecto de que no tenía nada que hacer en ese sitio a esa hora y, un día de semana.

Por algún motivo que ignoro, aunque sospecho, esa muchacha que no tendría más de diecisiete años midiendo con generosidad, aunque maquillada como quien pinta la puerta de un granero sin gusto ni prolijidad, se acercó y se paró delante de mí sin tomar asiento.

― ¿Sos de por acá?

― No. Estoy de paso, me detuve porque llevo horas conduciendo y necesitaba descansar un momento.

― Ah! Como vi que nos estabas mirando, pensé que... A lo mejor necesitabas algo que te pudiésemos dar.

Ese comentario me shockeó. Realmente me la quedé mirando con gesto de no comprender que vio en mí que le hizo hacerme semejante proposición.

Ante la insistencia de confundirme con una señora que estaba buscando diversión de esa naturaleza con una chiquita que podría bien ser menor que mi hija menor, se me ocurrió establecer una corta charla con ella como parte de esa necesidad que todos tenemos de conocer reacciones que han sido provocadas por algo que no tenemos en claro.

― ¿Cómo te llamás?

Me dijo un nombre que seguramente poco y nada tendría que ver con el que la bautizaron, tan vulgar que ni siquiera puedo recordarlo.

― ¿Y, qué edad tenés?

― ¿Cuántos te gustaría que tenga mami?

Me sentí rara. Nunca me había pasado antes. Esto sucedía en el verano del 2005, o sea yo rondaba los 47 y, que una pendeja de dieciséis años me intente seducir me sonaba a porquería bizarra que no me movía una aguja en nada. Solo sentí una enorme pena por esa chiquita que, vaya uno a saber cómo era su vida para que a esa hora de la noche estuviera metiéndose con los camioneros en un lugar tan peligroso y solitario.

Intenté hablar con ella de buenas formas sin perder la cordura y tratando de ver la situación desde mi madurez y raciocinio. Pero su mirada casi perdida y, su gesto de malhumor por estar recibiendo una charla tan alejada a su propósito hicieron que me interrumpiese y fuera directamente al asunto.

― Mirá, me doy cuenta que lo tuyo es otra cosa, por el coche en que andás, no te debe faltar nada. A mí me falta todo, no tengo casa, familia, amigos ni perro que me ladre. Yo cada noche tengo que sacar unos pesos para comer al día siguiente, si no trabajo no como.

Pensé en que quizás dándole unos pesos que le resolviese el problema del día siguiente, serviría para poder darle algunos consejos prácticos sobre las consecuencias de lo que estaba haciendo. Así que metí mano a la billetera y, le di un par de billetes como para dos o tres almuerzos. De todas formas, no evitaría que en un rato siguiera junto con sus compañeras chupando pijas de camioneros.

Intenté no dañar su orgullo con el dinero que pensé resolvería algunas inmediateces de esa muchachita tan joven y desesperada, doble los billetes y los puse debajo de una azucarera. Ella advirtió mi intención, pero no la descifró correctamente y, supuso exactamente lo contrario.

― Mirá, hay un tipo que es conocido por nosotras y, que le decimos Ricky, tiene la fantasía de coger con madre e hija y paga fortunas. Una de mis amigas, tiene una vecina que changuea(1) y capaz que esperan toda la noche hasta que este tal Ricky aparezca con su camioneta todo terreno y, llega a pagar hasta mil pesos por una fiestita. Si te animás, me darías una mano enorme, porque con mil pesos me quedo una semana en casa de mi madrina sin tener que salir a changuear todas las noches.

Guardé prudente silencio mientras la observaba y, escuchaba atentamente. Le salió con tanta naturalidad semejante propuesta, que pensé en que la pobrecita había perdido la perspectiva de absolutamente todo.

― ¿Te drogás con algo?

― A veces hago un pete(2) por un papelito(3) , pero no todos los días porque si no termino arruinada y, a los tipos no les gusta cuando estás muy colgada.

― ¿Qué te hace suponer que yo puedo ayudarte a prostituirte cumpliendo el rol de tu madre para engañar a un tipo que, por lo que me contás, ya conoce este ambiente y, obviamente advertirá el engaño con resultados muy peligrosos?

― Porque a las de tu clase, les suele resultar atractivo o excitante este tipo de situaciones bien extremas. Ya lo hemos hecho con otras damas que eran más putas que nosotras fuera de la vista del círculo social al que rendían cuentas.

Esa respuesta me dejó temblando las rodillas; no solo no me la esperaba, sino que tenía un mensaje en la trastienda que me pegó muy fuerte. Era totalmente cierto y, me consta que algunas amigas de muy alto poder adquisitivo, suelen bucear algunas áreas bizarras del submundo para buscar placer fuera de los códigos a los que se supone, están sujetas. Esa chica tenía mucho más conocimiento sociológico de lo que yo suponía. Sentí algo de respeto por ella, no por ese comentario, sino por la arquitectura de su vida y, la forma en que ella la interpretaba. No estaba muy fuera de ruta.

― Mirá chiquita, vamos a hacer las cosas a mi modo, de momento. Quizás en otra oportunidad las hagamos al tuyo. No todas las mujeres que, en apariencia pueden estar ubicadas en un estrato social ajeno al tuyo, son delirantes sexópatas y viven en ese fantasioso contraste que sugerís. Es cierto, que hay algunas que ese rol de mamá puta con nena putísima, les fascinaría y, luego tomarían el inglés con familia de la alta sociedad. Eso pasa en todo el mundo, todo el tiempo y tiene que ver con, como decimos en el campo, potreros mal alambrados. También es cierto que alguna chiquilina de tu edad un poco descarriada y desorientada en valores, pueda modificar el eje de su vida y transformarse en una persona importante, con una vida placentera y dentro de cánones admirados por la sociedad. Conozco muestras de ambas especies y, te garantizo que el mundo está lleno de ambos ejemplos. En definitiva una es la que tiene la elección de lo que quiere o necesita para vivir. Este camino que estas recorriendo, si lo seguís practicando con los ojos cerrados, tiene un final muy triste y feo, sin lugar a dudas. Pero la elección es tuya y, la deberías pensar seriamente.

― Creo que si nos encontráramos en otra situación, podríamos ser buenas amigas. Me gusta la manera en que me decís las cosas, porque lo haces desde el respeto y, eso siempre se agradece y cae bien.

― No tengo ninguna razón para no ser respetuosa. Soy madre y, tengo hijos varones que son mayores que vos. Pero pude haber tenido hijas mujeres y tu situación, créeme que duele y, mucho a cualquier madre o mujer que no tenga la necesidad de vivir de esa manera.

Me miró con ojos llenos de ternura y agradecimiento, tomó los dos billetes de cien uruguayos y, volvió a la mesa con sus amigas. Yo pedí la cuenta y volví a la ruta a buscarlo que fui a buscar, esperma de toro congelado.

Cuando regresé a casa a los tres días, me encontré con una amiga que no veía hacía algún tiempo y, que también se dedica a lo mismo que yo, aunque en una localidad bastante distante. Ella es exactamente el prototipo de esa mujer a la que se refería aquella chiquilina uruguaya. Se ha metido en la cama con personajes impensables y, sin embargo, mantiene su glamur de clase alta sin ningún prejuicio de codearse con gente poderosa que de conocer tibiamente, alguna de sus andanzas, sencillamente serían inverosímiles y, jamás podrían siquiera sospechar.

La conozco desde hace más de treinta años, fuimos juntas a la misma escuela cuando éramos niñas, aunque luego el destino de nuestros padres fue distinto y, eso nos distanció en muchas cosas. Tomamos una copa en mi casa, totalmente en intimidad y, sin que nada ni nadie atestigüe nuestra charla. Le conté brevemente mi historia con esta chica y, sus ojos brillaron, su gesto cambió y, por último terminó pidiéndome que le diera el lugar. Ella quería cumplir ese rol y, en esas condiciones; le pareció fascinantemente atractivo y excitante. Claro... Le facilité la información con detalles.

Al cabo de un mes de esa charla, volvimos a encontrarnos en una reunión social a la que ambas estábamos obligadas a concurrir junto a nuestra familia y allegados. Era un homenaje a alguien cercano que se conmemoraba un año de su fallecimiento, precisamente en una misa. No pude evitar hacer un aparte con ella, para preguntarle si "viajó al Uruguay como tenía previsto" y, me contó que lo hizo y no había encontrado a la muchacha con la que yo estuve hablando, pero si, encontró a otras y, como no recibió propuestas semejantes, fue ella quien tomó la iniciativa con una de las chicas y, terminaron en un descampado entre la hierba enfiestando a un tipo con mal olor y, fue realmente una experiencia horrible, además de asquerosa, que jamás repetiría.

(1) Changuea Término muy popular en Uruguay para definir prostituirse esporádicamente o, alternadamente con un trabajo formal. Algunas estudiantes, fuera de horario de estudio changuean

(2)-Pete, sinónimo rioplatense de felatio o menos castamente "mamada".

(3)-Papelito en lenguaje callejero puede significar "dosis de cocaína" o " pasta base (paco)"

Rosa azul

 

 

 

Diario Personal de Rosa Azul

Estos son los relatos que integran el Diario personal de Rosa azul, donde no hace llegar algunas de sus vivencias. Desde la vivida junto a Juan, hasta las fabulosas aventuras junto con su amiga en un crucero swinger. Además, nos hace la narración de un largo viaje en el que conoció a una enigmática chica.

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