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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Mi amigo, su novia y yo
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Hola, me llaman Rodri, aunque este no sea mi nombre, es la abreviatura de mi primer apellido, Rodríguez. También Rodríguez es el segundo.

Tengo un amigo de toda la vida, desde el parvulario. Hemos sido mucho más que buenos amigos. También le llaman Rodri y tampoco es su nombre, es también la abreviatura de Rodríguez que curiosamente son también sus dos apellidos.

Fue en el parvulario donde nos comenzaron a llamar los Rodríguez pensando que fuéramos hermanos, de hecho, nos parecemos mucho físicamente y hasta la voz es muy semejante. Este parecido físico lo explotaríamos más adelante con relativa frecuencia. Ese Rodríguez acabó en Rodri y ambos nos llamábamos así el uno al otro. De hecho, cuando alguien llama a Rodri, acudimos los dos. No, no es un lío, si le llamó diré Rodrí, y como soy yo quien llama solo puede venir él. Y viceversa.

Juntos en el parvulario, juntos en el colegio, luego en el instituto y finalmente en la facultad. Siempre estudiamos juntos y cuando tuvimos suficiente edad, juntos también las vacaciones. Éramos como hermanos siameses, siempre inseparables. Siempre en todos los líos, especialmente si se trataba de fiestas o había chicas de por medio.

Pero todo eso cambió al finalizar los estudios, con la licenciatura abajo el brazo nos separamos porque empezamos a trabajar en empresas distintas. Sigo pensando que alguien recomendó que así fuera.

El caso es que yo me fui a trabajar lejos y el más aún. Así fue que acordamos pasar juntos las vacaciones de verano, como siempre. Pero eso no pudo ser hasta que transcurrieron tres años. Yo me encargué del alojamiento en las fechas acordadas, por prudencia no elegí ni el mismo apartamento de otras veces y ni siquiera la misma zona. Sabía que vendría acompañado de su novia y esa fue la razón de tanto cambio. El apartamento tendría dos habitaciones como siempre.

El día acordado fui al aeropuerto a recibirlo. No había cambiado nada, excepto en dos cosas, venía intensamente bronceado y tenía chica. Una deliciosa morenita, de larga y ondulada melena azabache, profundos ojos negro y formas voluptuosamente voluminosas. Muy voluptuosas. Muy voluminosas. Nos saludamos como corresponde a dos mejores amigos desde el parvulario. El saludo a su novia fue muy cortés.

Apenas hablamos durante el trayecto hasta nuestro alojamiento ya que el largo viaje y el cambio horario provocó que se durmieran. Tan cansados estaban que no deshicieron las maletas y se quedaran dormidos sobre la cama totalmente vestidos.

A la mañana siguiente desperté el primero y me fui a buscar unos bollos para el desayuno. Al regreso, cuando acababa de abrir la puerta oí el inconfundible sonido de un somier chirriando, entendí la causa del sonido y discretamente volvía cerrar la puerta y volví sobre mis pasos. Esperé un rato y antes de abrir la puerta puse la oreja para comprobar si había cesado el ruido. Al ser así entré haciendo el ruido necesario para hacer notar que estaba allí, que a Rodri le conozco pero a su novia no.

―¿Quién quiere un bollo?.

Dije estentóreamente con la mejor y más cándida de mis sonrisas.

Por la puerta del baño apareció una espectacular morena cubierta por una larga camisola empeñada en resaltar las rotundas formas de su cuerpo

―¡Oh! Que delicia. Nos ha traído el desayuno. ¿Has visto que atento Marcial?

Marcial es el nombre de pila de mi amigo pero esa fue una de las pocas veces que oí como le llamaban por ese nombre.

―Rodri es todo un detallista.

Respondió Rodrí saliendo de la habitación poniéndose el pantalón y guiñándome un ojo

―Llegas casi justo a tiempo. Apostrofó Rodri con una mueca pícara.

Pasamos el día en la playa, ellos dos morenos y yo blanquito. Curiosamente ambos llevábamos el mismo bañador. Ella vestía, por decir así, un espectacular bikini verde, de esos de cordoncitos, que resaltaba un cuerpo espectacular.

Tenía muchas ganas de estar con mi amigo pero nunca habíamos sido tres, y no es algo sexual, habíamos sido cuatro, seis incluso ocho , pero nunca tres, y eso me descolocaba. Además, me resultaban tremendamente incómodos los besuqueos, toqueteos, indisimulados sobre y demás prácticas entre novios. Pero lo que más me incomodaba era el extraordinario cuerpo de la novia de mi mejor amigo. Especialmente cuando regresaba de darse breves chapuzones y regresaba mojada, con la tela del bikini pegada la piel, mostrando más que tapando. Las tetas extraordinarias, grandes redondas, firmes, con pezones empujando la tela. Nunca había visto, hasta ese momento, unas tetas que se opusieran de una manera tan decidida a la fuerza de la gravedad. La incomodidad se transformó en una calentura indecente. Acabé dándome la vuelta para evitar que se notara la tremenda erección que pedecía.

La cena fue aún más incómoda pero peor aún la noche. El somier volvió a chirriar. No era un sonido, no era un ruido, era un grito. Me desvelé tanto que salía pasear y regresé ya entrada la mañana y entonces la vi totalmente desnuda, muy morena, totalmente muy morena y muy depilada. No supe dónde meterme.

―¡Caramba Rodrí! ¿Dónde te habías metido, me preocupabas.

―Salí a pasear. Respondí al tiempo que dejaba sobre la mesa el paquetito con los bollos.

Solita, ese es el nombre de la novia de Rodri, se sentó desnuda a desayunar.

―No le hagas caso, siempre hace igual. Dijo mi amigo con un gesto como de asombro.

Ese día fue exactamente idéntico al anterior, pero esta vez con Solita en topless, fue la única diferencia porque en el resto de las cosas fue exactamente igual o más incómodo. Volví a desvelarme con aquel chirrido cada vez más desagradable. Y volví a salir.

Al regresar, otra vez lo mismo, Solita desnuda desayunando. Y otra vez otro día igual. Y otro más.

Durante el paseo nocturno que tenía visos de convertir en habitual, valoré la oportunidad de irme y dejarlos solos. Era más que evidente, y razonable que no me necesitaban para nada. Y con esa idea regresé al alojamiento.

Abrí la puerta con decisión, esta vez no llevaba bollos, y me llevé una gran sorpresa. No estaban follando en la cama, estaban sobre un sillón del salón, ella sobre él, moviendo con maestría el rotundo culo, bailándole las tetas sobre la cara de mi amigo que jugaba a mordisqueárselas. Una escena inenarrable. Nunca la hubiera esperado.

No cesaron ni siquiera al verme, me miraron y sonriendo me saludaron pero no pararon. La que si paró fue mi sufrida polla, tanto que comenzó a doler, así que me la saqué. Ambos me vieron pero ni hicieron ni dijeron nada. No me corté, no me importó que fuera la novia impresionante de mi mejor amigo desde el parvulario. Me desnudé, también los calcetines, eso es sagrado, follar con los calcetines puestos no entra en mi forma de ser, ni con chanclas. Me coloqué tras de ella y la imagen de aquel culo moreno, grande y firme en movimiento aún me acompaña. No lo dudé, ella tampoco, detuvo por un momento sus movimientos y levantó el culo dejando la boca de Rodri llena con sus tetas. Yo me agaché como pude para colocarme a la altura más apropiada. Y se la metí por el culo. Glorioso culo. Ella retomó los movimientos, arriba y abajo, también girando la cadera, derecha e izquierda, rotando el culo. Dando placer. Recibiendo placer. Gimiendo con ese acento suyo tan meloso unas veces pero tan tremendamente excitante entonces. Nos corrimos escalonadamente. Ella primero que estalló como un volcán de gemidos, de frases inconexas e ininteligibles. Luego Rodrí con un rugido largo y grave. Yo tardé un poco más, ella siguió moviendo aquel culo divino y él comiéndole las tetas. me corrí y no pude evitarlo pero quedé sobre ella, sin querer retirarme hasta que Rodrí me lo pidió.

―Rodrí caramba, déjala que se lave.

Solita se fue corriendo al baño y yo me quedé de píe, en el mismo sitio desde donde la enculé, mirando a mi amigo que también me miraba. Luego estalló en una carcajada.

―Quita esa cara de tonto, a ella le gustó, a mi me gustó, espero que a ti te haya gustado también ¿Es así?

― Si. Respondí todavía confuso.

―Mira, a Solita le gusta follar y a mi también. Prefiero que folle contigo antes que con otro. Si ella quiere follar contigo no solo no me importa, es que también quiero que te la folles. Tu harías lo mismo ¿No?.

― Si claro, creo que si.

Y los dos nos reímos.

En esas estábamos cuando ella regresó. Como no había llevado bollos tuve que volver a por ellos. Ella volvió a desayunar desnuda pero yo ya no estuve tan incómodo.

Tampoco lo estuve en la playa, yo también tuve caricias y besos. Le extendí crema solar y ella me la puso a mí, varias veces.

― Estas demasiado blanquito Rodri. Pareces de crema batida.

Desde esa mañana dejó de llamarme Manuel y comenzó a llamarme Rodri. También a su novio dejó de llamarle Marcial y comenzó a llamarle Rodrí. Así que cuando llama a Rodri acudimos los dos.

Cenamos con abundante vino y este hizo su efecto. Calentó a Solita mucho más de lo esperado. Nos costó llevarla al apartamento, quería follar con Rodri en cualquier lugar. Y Rodrí ya éramos los dos.

Mientras Rodri abría la puerta, Solita me comía la boca metiéndome la lengua hasta la garganta y la mano dentro del pantalón. Nos fuimos al dormitorio que tenía la cama más grande, me desnudé como pude mientras ella me seguía besando. Rodrí se desnudó, la desnudó y la colocó en cuatro sobre la cama. Se la metió y ella gimió.

―Ven que te la chupo.

Y si que me la chupó.

Rodrí en la trasera y yo en la boca, uno frente a otro, y uniéndonos, que nunca separándonos, una mujer deliciosa. Nos miramos, sonreímos y entrechocamos la mano derecha, como si cerráramos un trato.

Nos corrimos y ella se quedó dormida boca abajo, desnuda sobre la cama. Mi amigo y yo nos fuimos al salón. Allí hablamos largo y tendido, me explicó como la había conocido y llegamos a un acuerdo. Todas las vacaciones haríamos aquello, compartiríamos a Solita. Aunque tuviéramos otra pareja.

Regresamos al dormitorio y repetimos la acción anterior, pero nos intercambiamos los sitios. Solita, solícitamente me ofreció un coño delicadamente depilado.

―¡Fóllame Rodri!

Y la follé aquella noche, y la mañana siguiente, y también a la tarde. Y a la noche. Y todas las demás mañanas, y todas las tardes y todas las noches que pasamos allí. Pero no siempre los tres juntos, Rodrí comenzó a salir a comprar bollos. Y yo me tendía en la cama para que ella me cabalgara. Y me corría. Y ella me retiraba el condón, y me limpiaba la polla chupando todo rastro de semen. Me encantaba esa postura porque ella adelantaba el pecho para que sus pezones rozaran mis labios y provocadora jugábamos a que se los mordía y ella evitarlo. Pero también me gustaba ponerme sobre ella y notar sus movimientos de culo dignos de una experta, de una diosa del sexo.

Aquellas fueron las primeras de las mejores vacaciones de mi vida, follando con aquella mujer de exótico acento, de voluptuosas y rotundas formas. Exagerada en los orgasmos, caliente como la lava. Inigualable en el sexo. Un volcán sexual. Es la novia de mi amigo, de mi mejor amigo desde el parvulario.

Rodrí

Otro relato ...




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