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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Imaginando a Q
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Señor Bedri:

Me gustaría poder contarle como me imagino a la señora o señorita Q, la que escribe los relatos que se llaman “Cartas de Q”.

Lo primero decirle que me parecen historias muy excitantes y que me hubiera gustado vivir alguna. Como soy joven me gustaría ser Alfonsito, cualquiera de sus sobrinos o el amigo David.

No soy un experto en las mujeres ni en nada, pero me imagino a la señorita Q de una forma muy agradable y excitante. Me la imagino más alta que el resto de las mujeres, muy proporcionada de figura, con formas redondeadas y marcadas.

Me la imagino morena de cabello y la piel algo clara pero bien bronceada. a mí me gustan mucho las marcas de bikini. Me resultan muy excitantes las partes blancas del cuerpo de las mujeres hermosas y Q es muy hermosa, al menos así me la imagino.

La imagino de cabello moreno, largo, cuidado y ondulado que le enmarca una faz que me imagino bella, con expresión decidida pero también dulce.

Me la imagino de ojos del mismo color que la miel, o negros, a veces no sé de qué color, porque yo los cierro, pero son profundos y hermosos, eso lo tengo por muy seguro.

Las orejas son proporcionadas, medio ocultas por el cabello, adornados por hermosos aretes de oro y piedras preciosas.

Las mejillas son sonrosadas y firmes, solo con esas arruguitas que tienen las personas que sonríen mucho.

La nariz recta, del tamaño justo, delicada y hermosa, como la de las diosas de los griegos.

Los labios son atractivos, de un delicioso color rosado, algo gorditos, como de niña mala, pero que enmarcan unos dientes blanquísimos para formar la más hermosa y cautivadora de las sonrisas.

El mentón es decidido, delicado pero marcado, le da a la cara un aspecto tranquilo.

Los hombros son redondeados, morenos pero sobre todos muy suaves, como la piel de los melocotones. Los brazos son firmes, torneados pero no son musculosos, son los brazos que mejores abrazos dan.

El pecho es grandioso, firme, moreno con un triangulito blanco, muy blanco, que rodea unos pezones firmes dentro de una aureola rosadita, deliciosa y sabrosa. No son pechos grandes aunque sean de buen tamaño, son pechos redondos, firmes, un poco caiditos lo que los hace reales y entonces más deseables por ser naturales, ser carne, ser mujer amadora. Me gustaría apoyar mi cabeza en su pecho y adormecerme besando esas dos maravillas que oculta bajo sus vestidos y solo muestra a quienes tienen la suerte de gozar de su confianza. También los muestra en la playa, pero eso solo es una ofrenda a los dioses del sol y del mar. Los granos de arena que se pegan a su piel y quedan colgados de las maravillosas tetas son objeto de mi sana envidia, pueden tocar públicamente los más deseados pechos de los que he oído hablar.

Me imagino un ombligo redondito, no muy grande, tampoco demasiado profundo, en el centro de una barriguita o vientre, como quieras llamarlo. Es firme, delicado, suave, con una incipiente prominencia bajo ese ombligo que la hacen aún más hermosa. No es una barriga de esas musculosas más propias de una mujer que practica en exceso deporte. Es solo una barriguita de mujer hermosa.

La cintura que rodea esa barriguita es pronunciada. Y lo aparenta aún más porque las caderas son rotundas, que forman un culo grandioso, poderoso, moldeado, de formas redondeadas, suave, blanquito por esconderlo al sol, más blanquito que las tetas porque estas las desnuda a veces. Igual de blanco es el triángulo que oculta del sol, y de las miradas, una densa y negra mata de pelo cuidada y moldeada, delicadamente depilada para darle la forma que más le excite a ella o a sus amantes. A veces, como regalo depila formas artísticas en el bosque de su intimidad.

Me imagino que los labios de sus vulva, los que cierran la vagina, son suaves y delicados, y la vagina delicada, sonrosadita, fresca y jugosa. Bajo esos labios se esconde, un clítoris sorprendente, cuando llega la excitación, ella le llama esa deliciosa sensación que nace entre las piernas y se extiende por todo el cuerpo, el clítoris se asoma, crece, se estira y la hace estallar sumergiéndola en el goce. Me imagino besándolo y jugando en esa maravillosa y placentera forma de su cuerpo entre mis labios inexpertos pero ansiosos de comerla entera.

Sus muslos solo pueden compararse con un arco de triunfo carnal, pasar entre ellos es similar al desfile del general vencedor en las calles de la vieja Roma. Un lugar donde me gustaría estar, entre sus muslos. Eso es una gran victoria, un gran triunfo, un sueño.

Las piernas son delicadas como los brazos, torneadas pero suaves.

Los píes son pequeñitos, proporcionados, de dedos regordetes. Me los comería.

¿Y follando cómo es Q? ¡Ay no lo sé! pero me encantaría saberlo. Me la imagino gimiendo, en un orgasmo detrás de otro. Es mi deseo que eso me suceda algún día, cabalgarla o que me cabalgue, abrazarla y que me abrace. Comerla a besos, por todos lados, sin excepción. Ser su esclavo, metérsela en la vagina y sacarla, y volvérsela a meter, notar como se corre, como su coño se llena de líquidos de ella y míos. Me gustaría follarla a pelo, sin preservativo, dejar dentro de su cuerpo mi recuerdo más personal. Ponerla en cuatro y que me deje gozar de su extraordinario cuerpo. Pero sobre todo, no cerrar los ojos como hago ahora. Me imagino follando con Q y me excito tanto que …

Un joven admirador de Q.

 

 

Encuentros con Q.

Estos son los relatos de los encuentros, imaginarios, ciertos, posibles o futuros, de algunos de nuestros amigos con la excitante Q.

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