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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Historia de una camarera
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Eran las 12 del mediodía y como todos los días en mi descanso de la cafetería del campus, me dirigí al banco que acoge mis horas de lecturas, el banco que permite que el sol se deslice por mi cuerpo y me aísla de modo somero por un seto del resto del mundo.

Con mi uniforme de camarera y mi libro, me siento en el extremo izquierdo del mismo, los rayos del sol ahí dan a toda mi figura, subo un poquito la falda y desabrocho dos botones más de mi blusa y dejo así que el astro rey me acaricie, en ocasiones hasta logro que Morfeo me acoja por unos breves instantes.

Tras unos minutos de lectura y con el ruido de los universitarios de fondo en sus clases, me entra un ligero sueño, cierro mis ojos y con la tibieza que se respira entro en un estado de ensoñación, que es roto de pronto por una voz que escucho recitando un poema que decía así;

Aquel día
Nos citamos a escondidas.
El mundo éramos solamente
Tú y yo...
La primera mirada fue
Ingenuamente normal.
El primer abrazo fue
Sorpresivamente sensual...
El primer beso fue
Extremadamente dulce...
Y caímos rendidos
En los brazos del Amor...

Besaba sin cesar
Tus labios candorosos
Y mi lengua juguetona
Jugaba con la tuya...
Y nos dimos cuenta
Que al mezclarse
Tu saliva con la mía
Una alquimia misteriosa
Formaba un afrodisiaco...

Y deseé tocar los capullos
De tus senos desnudos...
y mis manos recorrieron
Los lugares más ocultos
De tu hermoso cuerpo.
Y tu clítoris virginal
Fue, por largo tiempo acariciado.
Por el poeta atrevido.
Y sentiste...
Y vibraste...
Y te hice sentir mujer...

Soy el poeta loco
Que se atreve a penetrar
Las profundidades más oscuras
Del deseo, del éxtasis
De la pasión, de la locura...

Y ahora se calienta
La sangre de mi doncella
Y ahora escucho
Tus gemidos cadenciosos
Que salen de tu hueco místico
Y esos gemidos son, la inspiración,
Son la música, para mi poesía...
Y el jugo de la vida fluye
Por las Trompas de Falopio.
Se acerca el clímax místico...
Y recordarás para siempre
El inolvidable momento aquél
En que tu cuerpo se estremeció
Y vibraste de placer...
Y te llegó el orgasmo cósmico
Y jamás podrás olvidar
El intenso momento aquél
En el cual nos juntamos los dos:
La Poesía y el Placer...

Su voz me cautivaba y no quería abrir los ojos para no matar aquel minuto mágico, de pronto sentí un leve roce en mi muslo, algo que se unía a él, otro muslo gemelo, pero no me moví, era como si mi deseo me mantuviera pegada al banco.

Su voz comenzó de nuevo a escucharse, esta vez narraba la historia de unas manos que iban en busca de un cuerpo para estudiarlo, y cada palabra que decía, en mi cuerpo sucedía, unas manos visitaron mis rodillas, haciendo que una sonrisa brotase en mi boca, más lentamente ascendieron a través de mis muslos y mi percepción de todo comenzó a cambiar, deseaba más y más aquellas manos, y deseaba seguir escuchando aquella voz que me conducía a un lugar donde hacía tiempo quería llegar. Se trasladaron lentamente hacia mi cuello, haciéndome enervar por completo, sintiendo que el deseo crecía más y más y era evidente por la forma en que mis pechos ser marcaban a través de la blusa, enhiestos, con su pezón marcado, guerrero...

Sus manos parecieron adivinar y hacia allí se dirigieron, nada más acariciar uno, no pude evitar un gemido ahogado, placentero, íntimo, la muestra de que todo aquello era un deseo. Sus manos danzaron sobre mis pechos masajeando, acariciando, mimando, hasta que fueron sustituidas por algo húmedo, agradable, exquisito... mi cuerpo se había convertido en un fuego todo él, mis piernas sin percatarme ni siquiera se abrían en total abandono, esperando el alivio de un deseo. Me negaba a abrir los ojos por miedo a romper el hechizo, de pronto se comenzaron a oír voces, era la hora del descanso de los alumnos, pero yo no quería irme, el seto nos protegía de la vista del resto (más o menos). Sentí su boca apoderarse de la mía y me entregué como nunca a la danza de labios, al compartir salivas, disfrutar humedades, intercambios, pero mi humedad ya se había extendido por todo mi cuerpo, que era un fuego que necesitaba brasas y brasas para mantenerse vivo.

Lo sentí pegarse a mí y succionar con su boca mi pezón, mi coherencia había dejado de existir, sólo quería entregarme al deseo que el desconocido había despertado, así que de modo súbito abrí los ojos y contemplé por primera vez el rostro de mi acompañante, no me era del todo desconocido, era un profesor que había llegado en sustitución de Manuel el profe de psicología aplicada hacía tres semanas, una vez procesada esta información pude mirarle y decirle con mis ojos lo que despertaba en mí, sé que lo comprendió porque me levantó en volandas y me sentó sobre sus rodillas, así con mis piernas abiertas, sus manos se deslizaban por encima de mi braguita, haciéndome arquearme solo al sentirlas someramente deslizarse, aprovechaba e inclinaba mi cuerpo hacia adelante, quedando mis pechos a la altura de su boca y restregándolos suavemente, sus manos me abrieron la blusa en su totalidad y los sacaron por encima de la copa del sujetador, estaban servidos en bandeja para un disfrute mutuo, su boca sabía lo que se hacía, tiraba de los pezones y después los mimaba uffffffffffffffffffffffff. , sus dedos hicieron a un lado la braguita y se entregaron a mi clítoris, el placer que me daba era tal que no podía parar de gemir, y tuvo que taparme la boca con la suya para que no nos oyesen, mi cuerpo era presa de espasmos, estaba húmedo en su totalidad, entregado a toda la sensualidad del momento, me retiré un poquito hacia atrás y mis manos se dirigieron a su cremallera del pantalón, la deslizaron lentamente, mientras le miraba de modo provocativo, ahora se infiltraron y lograron atrapara entre las manos y a través del boxer su pene, duro, caliente, apetecible... lo acunaron despacio al principio y observaba los cambios que se producían en su rostro, para después pasar a restregarlo con fuerza y vigor...

Desabroché el botón del pantalón y saqué su pene por completo, era perfecto, suave al tacto, mimoso y pedía gozo y disfrute... me fui deslizando poco a poco hacia adelante y subiéndome un poquito logré colocarlo entre mis piernas, era excitante sentirlo entre mi clítoris, hacía que mi cuerpo fuera un constante vaivén y quisiera más y más, sentirlo bien dentro.

Me elevé bien, aparté mi braguita y clavé su pene en mi interior, Diossssssssssssssss que sensación, así de golpe, rodeados de gente, desenfrenados y completamente sudorosos, cabalgaba sobre él lentamente al principio, pero nada más que un dedo de los suyos que metió en mi boca y bien mojado de saliva, lo llevó a hacer círculos sobre mi clítoris, mi cuerpo cobró una nueva vida, no podía parar de convulsionarme, subir y bajar de modo frenético, sentirlo más y más adentro, hasta que sus testículos chocaban con las paredes de mi vagina, mis pechos se movían contra la ley de la gravedad en un tan tan incesante,

Era el momento de verle a é también descolocado, aullar, morder mis pechos, arquearse de placer, hasta que ambos llegamos a un clímax increíble.

(Continuará, lo continuarás?...)

Tina. 18 de enero 2005,

Otro relato ...




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