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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Esclava de mi primo
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Querido Bedri:

Te cuento, era jueves y esa tarde tocaba visita a mi vecinito del sexto, hacerle la declaración de la renta y follar con él. Así que, llegué a casa, me duché, me perfumé y me puse un ligero vestidito muy floreado. Nada más salvo los zapatos de largo tacón necesarios para poner el culo a la altura de su pija mientras me apoyo con los brazos en la mesa de su comedor.

Subí hasta su casa a las carreras, con una calentura más que notable, y el recibimiento estuvo a la altura de las expectativas. Al abrazarnos noté la dureza de su pene y eso me calentó aún más, así que se lo dije — ¿Y si follamos lo primero?

No esperé por la respuesta, me saqué el vestido por la cabeza, me giré apoyando los codos sobre la mesa, como casi siempre, separé las piernas lo justito para dejarle sitio para que me la metiera. Es alto y ya le tengo cogida la medida. Noté como se soltaba el cinturón y dejaba caer el pantalón, noté como se colocaba detrás y la polla buscaba la entrada de mi vagina. Noté como me la metía, como comenzaba a moverse atrás y adelante. Noté como mi excitación aumentaba. De pronto, a la cuarta o quinta embestida se abrió la puerta de la escalera.

—Hola padre, estoy aquí —Sonó la voz de su hijo mayor. A mí me pareció casi el estallido de un trueno.

Aún no sé cómo no nos descubrió, supongo que el tiempo que empleó en dejar su chaqueta en el perchero del pasillo fue suficiente para vestirnos y cuando entró en el salón nos encontró sentados ante los papeles de la declaración.

El saludo hacía mi sonó hostil, tanto que mi vecino me pidió con un sutil gesto que me fuera.

—Ya seguiremos en otro momento —Dijo mi vecino mientras me levantaba de la mesa para irme.

— No será necesario —dijo el hijo con un desagradable tono de voz.

Salí tremendamente cabreada pero muchísimo más caliente. Nunca nadie me la había metido sin que al menos uno de los dos tuviera un orgasmo.

Bajaba las escaleras con el deseo a flor de piel, con un ganas locas de follar cuando vi que alguien se apartaba de mi puerta y se encaminaba al elevador. Una figura negra que me resultó de inmediato conocida, era mi primo el raro que al oírme levantó la vista

— Te buscaba, tengo algo que decirte —Dijo en su habitual tono sombrío aunque esta vez no me rehuía la mirada.

Le invité a pasar pero le hice una advertencia —Di lo que tengas de decir y luego te vas.

Nada más decir eso me arrepentí, aunque nuestra anterior experiencia había sido absolutamente frustrante, estaba tan caliente, tan perra que tuve la tentación de zorreármelo otra vez, pero me contuve y le dejé hablar.

Fue un largo discurso que no voy a reproducir, resumir que solo que me pedía disculpas por el aconejamiento, en palabra de mi tío,. También alegó que no estaba acostumbrado a que fuera así por lo que sin pensármelo mucho le propuse — Pues hagámoslo a tu manera.

— ¿Estás segura de querer hacerlo a mi manera?

No le respondí, solo me saqué el vestido que deje caer al suelo mientras me dirigía al cuarto donde al llegar fui directa a la cama sobre la que me acosté boca arriba separando los muslos para ofrecerle un coño cada vez más jugoso y abierto, que cada vez notaba más húmedo y ansioso de polla. Él se quedó en la puerta mirándome, por un momento pensé que volvería a repetirse aquel desagradable suceso en casa de nuestro tío.

— ¿Vienes? —Le pregunté melosa

— ¿A mi manera? —Preguntó el primo dando un paso hacia adelante.

—¡Fóllame! Fóllame como quieras pero fóllame y hazme gozar —Susurré cada vez más caliente.

— ¿A mi manera? —Insistió.

— A tu manera pero quiero gozar—Contesté.

—Gozarás — Contestó acercándoseme y sacando de los bolsillos de la chaqueta unas cintas negras, de suave tejido. Me tomó de las muñecas y me ató a las barras del cabecero todo ello sin dejar de mirarme a los ojos. Mientras lo hacía no pude resistirme y comencé a rotar suavemente la cadera, en un movimiento que me resulta gratamente excitante. Se levantó y desde los pies de la cama me abrió las piernas colocándome en aspa, me ató los tobillos con las cintas y tensó estirándome el cuerpo. Así, atada de pies y manos a la cama, completamente expuesta e inusualmente indefensa comencé a sentir un extraordinario placer. Nunca me había imaginado que pudiera encontrarme en una situación como aquella y estar a punto del orgasmo sin ni siquiera una caricia.

Mi primo se sentó amilado, me tomó por la barbilla y me forzó a mirarle.

—¿Estás segura que quieres seguir?

—Siiiiiii —No pude reprimir un respingo de placer mientras aceleraba los movimientos de la cadera y vientre. Esa sensación que partiendo de la entrepierna se extiende por todo mi cuerpo ya llegaba a las puntas de los pies y forzaba mi respiración haciéndome jadear quedamente de puro placer que me invadía.

Mi primo se desnudó lentamente su dejar de mirarme. Yo seguía todos sus movimientos con la mirada mientras oleadas de placer me recorrían cada minúscula parte del cuerpo. Notaba la humedad del coño tremendamente ansioso y dispuesto.

Me sorprendió verle ponerse el condón, no me lo esperaba y ni mucho menos se lo hubiera pedido, pero se lo puso. Un extraño condón, negro, con protuberancias regulares a todo lo largo.

Se colocó en la cama, entre mis piernas y me la metió, de un solo impulso, con la potencia que tanto me gusta. Comenzó a metérmela fuerte y sacarla despacito. Yo notaba todas las protuberancias del preservativo y con cada entrada oleadas de placer me invadían y se multiplicaban cuando la sacaba. No tardó en llegar el primer gran orgasmo. No fue el único ya que casi a segundos le siguió otro, y otro más, una sucesión de gratísimos momentos de placer. Así durante tres largos cuartos de hora, hasta que mi primo rugió, se quedó dentro de mí y noté como su pene perdía la forma pero la especial configuración del condón mantenía cierta rigidez que acabó por darme otro orgasmo cuando lentamente sacó la enfundada polla de mi vagina que se asemejaba a una fuente por la cantidad de fluidos que salían de ella. Fue una forma novedosa para mi de hacer el amor, yo que soy muy sobona y besucona, me gusta mucho abrazar a mi pareja cuando hacemos el amor. Me encantó, quise volver a repetirlo.

Mi primito se dejó caer al lado mío, agotado y sudoroso.

—Muchas gracias primita, tenía muchas ganas de follar contigo.

—Y yo contigo primito.

—¿Te ha gustado primita?

—Me ha encantado primito, nada que ver con nuestra primera vez. Me has demostrado que eres todo un experto.

— Te sorprenderías si supieras de que soy capaz.

— Pues sorpréndeme, demuéstrame todo lo que sabes, de que eres capaz. Quiero que me hagas derretir de placer.

—¿Estas segura? —Volvió a decir antes de hacerme partícipe de su forma de entender la sexualidad y de excitarse. Entendí que su postura de dominación era poco más que una pose y que podría tener su origen en la desgraciada infancia que había padecido. Aun así, pese a que no es que me vaya la marcha acepté, el hecho de sentirme poseída por mi primo me hacía sentirme especialmente excitada, así que acepté ser su esclava pero con alguna condición.

—De acuerdo, seré tu esclava pero solo cuando yo quiera —Asintió con la cabeza y continué— Mi identidad siempre estará protegida, nadie podrá reconocerme ni nadie podrá saber quién soy —Volvió a asentir y continué— Y por supuesto nada de marcas, ni temporales ni permanente. Saldré igual que entre pero con una buena follada. Es lo único que te pido aunque ahora me gustaría que me echaras otro polvo pero no hace falta que te pongas condón.

— ¿No quieres condón?

— Contigo no primito, no lo necesitas conmigo pero si eso te excita póntelo siempre que quieras.

Me soltó las cintas y de rodillas me colocó de forma que me ató como si fuera un paquete, con el culo en pompa y la cara sobre el colchón, las cintas me ataban los brazos a los muslos ofreciendo mi culo y mi coño indefensos a la penetración que mi primo volvió a consumar. Esta vez sin condón. Dio fuerte, cada vez más, al tiempo que yo iba jadeando y entre suspiro y suspiro le pedía —Más fuerte primito, dame duro, más, más primito.

Me tomó por el pelo, y empujando hacia abajo mi cara ahogó mis suspiros y exclamaciones pero en lugar de incomodarme me excitó aún más.

Pese a las ataduras intentaba como me era posible acompañar sus embestidas con el movimiento de mi cadera. Él lo notó y me propinó varios cachetes en las nalgas, cada vez más fuerte, seguía la intensidad de mis gemidos, cuanto más gemía más fuerte y seco era el cachete. Creo que el mismo se contuvo porque no continuó aumentando la intensidad, yo notaba el ardor de las nalgas pero era grato y placentero. El polvo resultó muy bueno pero especialmente el final. Mi primo me aconejó como la primera vez, se puso rígido y se pegó a mi rellenándome de un fluido cálido y espeso. Supongo que en el polvo anterior vez no había llegado a correrse pese a la impresionante duración

Nos quedamos un rato en esa postura, luego me soltó y quiso marcharse, al hotel decía, pero yo le ofrecí, pedí, supliqué que se quedara y que se fuera a la mañana siguiente después de follarme otra vez.

Me dijo que no le era posible, que tenía compromisos, pero acordarnos encontrarnos en su casa un fin de semana que nuestras obligaciones nos lo permitieran. Me dio instrucciones precisas de cómo llegar y que ropa llevar. Finalmente se fue pero no sin antes pedirme que le acompañara desnuda a la salida dónde a puerta abierta me besó la frente y me pellizcó un pezón después de darme un cachetito en la entrepierna, directamente en pleno clítoris todavía tumefacto. Eso me excitó tanto que me masturbé como si nunca hubiera tenido una polla dentro, cogí el juguetito más grande que tenía y me lo metí hasta atrás, tantas veces y con tanta ansia que me volví a correr en escasos minutos. Luego me quedé dormida, desnuda sobre la cama empapada y con un pollón de látex entre las piernas.

Y fui a su casa, y resultó genial, pero eso ya lo contaré en otro momento.

P.D. He ido a esa playa que me indicaste, como no tengo coche pedí a alguien que me llevara. La playa es estupenda, pequeñita, apartada, solitaria, muy discreta, el agua tranquila y transparente, casi sin olas,  aunque un poco fría. En cualquier caso, me lo pasé divinamente y eché un buen polvo. Puede que un día te lo cuente.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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